La gran profecía del ciclismo se hizo carne este domingo allí donde la bicicleta es religión. En Flandes, territorio de vívida pasión como no existe otro, un muchacho eritreo de 21 años llamado Biniam Girmay concentró en su poderoso sprint décadas de expectativas para, al fin, resituar a la África negra en el mapa del ciclismo mundial. Ya están aquí.

El antiguo exotismo de observar a un ciclista negro en el pelotón internacional dejó paso hace años a la convicción de que se estaba acercando el día en que Eritrea se acabaría convirtiendo en una potencia mundial. Todavía no lo es, claro, pero la rotunda victoria de Girmay (Intermaché-Wanty) en la Gante-Wevelgem, una de las clásicas más prestigiosas del calendario internacional y la primera de la historia para el país en categoría World Tour, sirve de 'spoiler' de lo que pronto llegará.

Bajo la apariencia de predicción se esconde la convicción del ciclismo de que así sucederá en pocos años. Si todavía no ha ocurrido es por la actitud entre proteccionista y autoritaria de la dictadura que regenta el país y por la falta de medios humanos y materiales para que los chicos desarrollen todo su potencial.

HERENCIA ITALIANA

¿Pero, por qué Eritrea? Para explicarlo hay que acudir a razones históricas y geográficas. Este país situado en el Cuerno de África fue una de las pocas colonias de Italia en el continente y fueron precisamente los italianos los que llevaron ahí su pasión por la bicicleta en un contexto, previo a la Segunda Guerra Mundial, de crecimiento de este deporte, con Alfredo Binda y Gino Bartali como estandartes nacionales.

Con el paso de los años, el ciclismo se acabó convirtiendo en el deporte rey de Eritrea. A ese factor se suma la orografía montañosa de la parte interior del país. Girmay, por ejemplo, nació en Asmara, la capital del país, situada a una altitud de unos 2.500 metros sobre el nivel del mar.

Asmara está situada en plena Meseta Eritrea.

Como demuestra el atletismo, la altitud de la zona junto a las peculiaridades genéticas de la población confieren a sus habitantes unas cualidades casi incomparables en el mundo para las pruebas deportivas de gran fondo. Y pocos deportes en el mundo en los que la resistencia a esfuerzos prolongados sea tan determinante como lo es en el ciclismo. De ahí que la mayoría de ciclistas eritreos tengan perfil de escaladores. Girmay, de hecho, es la excepción, mucho más esprínter sin serlo del todo.

Atrapados

"El problema es que a la mayoría de los corredores no les dejan salir del país para competir. En Eritrea, consideran que su calendario, del que no hay ninguna información, es muy bueno para desarrollar su talento y solo obtienen permiso si les ficha un equipo Continental o ProContinental, pero no para amateur. Y como hay tan poca información de sus resultados, es difícil que equipos de ese nivel se lancen a ficharles", explica Marcelino Pacheco, representante de corredores con amplia experiencia en el Cuerno de África.

Pacheco explica a El Periódico de España que está, desde hace tiempo, en conversaciones con la federación de Eritrea para convencerles de que "abran los ojos" y vean las oportunidades que está desperdiciando su ciclismo. "Pero es un tema estrictamente político. Temen que los chicos que se marchen ya no regresen nunca más a Eritrea", expone.

Refugiados

Ese bloqueo provoca situaciones como las de Awet Andemeskel. Este corredor acudió con la selección de Eritrea al Mundial juvenil de Florencia en 2013 y aprovechó la estancia en Italia para escaparse de la concentración rumbo a Suecia, donde vivían varios conocidos. Tras dos años como inmigrante irregular, consiguió que el país escandinavo le concediera el estatus de refugiado y logró ser profesional en el equipo Israel Cycling Academy durante tres temporadas, ya con nacionalidad sueca.

Caso muy distinto al de Girmay, quien tuvo la suerte (y el talento) de entrar en el Centro Mundial del Ciclismo, un centro de alto rendimiento de la Unión Ciclista Internacional en Aigle (Suiza) por el que desfilan cada año jóvenes promesas de todo el mundo. Llegó allí con 17 años, venció a Remco Evenepoel en una de sus primeras carreras en Europa y entró ya en la rueda del profesionalismo, evidente como era su talento innato para el ciclismo.

La mayoría de sus compatriotas, en cambio, no tienen tanta suerte. "Vas ahí y los chavales lloran de desesperación. Ven que hay equipos amateur en Europa dispuestos a darles la oportunidad de alcanzar su sueño, pero la federación no les permite perseguirlo. Allí les faltan medios, material y tampoco tienen una alimentación apropiada. Su potencial es enorme y cuando tengan las mismas oportunidades que el resto se verá. Girmay ya lo está demostrando", destaca Pacheco.

Diplomacia

Hay excepciones, pero son muy escasas y particulares. En 2016, una selección de Eritrea acudió con cinco corredores al Vasco-Navarro, el principal circuito amateur de España. El ya desaparecido equipo cántabro Aldro, dirigido por el histórico director del Once Manolo Saiz, se interesó por dos de ellos y consiguió ficharles.

"Lo conseguimos porque Manolo es quien es en el ciclismo. Tuvimos que hablar con la Delegación del Gobierno, estos a su vez con la embajada y al final logramos que el Gobierno de Eritrea les diera un permiso especial para venir aquí", recuerda David Etxebarria, director deportivo de aquel equipo, hoy a las manos de la escuadra amateur Grupo Eulen.

El ganador de dos etapas del Tour de Francia en 1999 describe a los ciclistas eritreos, desde su experiencia, como "chicos muy educados y disciplinados, que hacían todo lo que se les decía, como esponjas", pero con problemas de adaptación: "Ocurre como con los colombianos en los años 80, echan mucho de menos su país y les cuesta mucho adaptarse, más de uno no lo consigue nunca".

Mentalidad

"El africano tiene una mentalidad diferente, muchos se acaban perdiendo, les cuesta estar centrados al cien por cien", añade Pacheco. Como ocurre con muchos atletas africanos, ven sus capacidades deportivas como una vía para lograr rápidamente ingresos que les solucionen la vida. Una vez que los consiguen, dejan su carrera y regresan a su país de origen a vivir con cierta comodidad.

Uno de esos dos ciclistas que corrieron en el Aldro es Haile Melekot, un corredor que se retiró joven y decidió montar una escuela en Eritrea en la que entrenan cerca de medio centenar de chicos. Cuentan con una preparación mucho más profesional que la oficial, pero la barrera sigue siendo la misma, ya que necesitan el permiso de las autoridades locales para probar suerte en el campo aficionado europeo. Y rara vez lo obtienen.

"El Gobierno le dio permiso para montar la escuela, pero no le dan nada. Todo el material lo recibe de Europa a través de donaciones o de asociaciones que le ayudan. Allí lo que impera son casas en las que el Gobierno mete a 40 o 50 chavales, sin una constancia en los entrenamientos, y les dan de comer, pero viven más de los premios que puedan ir ganando que de otra cosa", relata Etxebarria, quien conserva contacto con Melekot.

Otro de los problemas para su consolidación en el panorama internacional reside en las dudas que hay sobre la edad real de muchos de estos chicos, como relata el director deportivo vasco: "Los registran cuando tienen dos o tres años y ni aun así está del todo claro. Nosotros teníamos dudas sobre la edad real de alguno y es un problema para los equipos, porque no sabes el recorrido real de un chico que en teoría tiene, por ejemplo, 23 años, pero que en realidad puede ser bastante mayor. No lo sabes".

Pioneros

Corredores como Natnael Berhane (ganador de la Vuelta a Turquía en 2013), Daniel Teklehaimanot (que llegó a vestir el maillot de la montaña en el Tour de 2015), Merhawi Kudus, y Amanuel Ghebreigzabhier abrieron una veda que hoy amplifican Girmay y otras promesas como Natnael Tesfatsion, cuarto este mismo domingo en el competitivo Gran Premio Industria, también llamado GP Larciano.

Otro de esos nombres propios es el de Henok Mulubrhan, un corredor amateur de 22 años que en la última semana ha ganado el Campeonato de África en ruta, ha sido segundo en contrarreloj individual y contribuyó al triunfo de Eritrea en la crono por equipos frente a Sudáfrica, la gran potencia del continente.

Sin mujeres

En total, esta temporada hay 16 eritreos compitiendo en las tres principales categorías ciclistas, tres en World Tour (Girmay, Kudus y Ghebreigzabhier), uno en ProContinental (Tesfatsion) y 12 en Continental. Por el momento, ninguna mujer de Eritrea ha logrado seguir los pasos de sus pioneros compatriotas hombres.

"Cuando tengan las mismas oportunidades que el resto, van a estar delante y logrando triunfos importantes", vaticina Pacheco. "Con un trabajo de base como el que se hace en Europa, habría varios de ellos ganando etapas del Tour u otras carreras de primer nivel", coincide Etxebarria.

La esperanza pasa por que la dictadura eritrea vea en sus ciclistas, a partir del triunfo de Girmay, potencial propagandístico para vender la imagen de su país en el mundo y que abran la mano. Y entonces, quizá, la profecía del imperio africano en el ciclismo se haga realidad.