Faltaban cuatro años para que echara a andar la primera liga de fútbol en España, cuando a finales de 1924 el Real Madrid y el Barcelona decidieron crear, casi al mismo tiempo, sus secciones de rugby. Hace un siglo, a nivel futbolístico, ambos equipos no dominaban la competición como lo hacen ahora. Hasta ese año los blancos se habían alzado con la Copa del Rey en cinco ocasiones y los catalanes en cuatro. La hegemonía se la repartían los equipos vascos: Athletic (8), Real Unión de Irún (3), Arenas de Getxo y Club Ciclista San Sebastián (1).

Del rugby apenas había noticias. Algún que otro partido amistoso y poco más. Es fácil entender por qué su evolución respecto al fútbol fue más lenta. Ya desde el principio iba al ralentí, una cuestión que con el paso del tiempo ha cambiado a peor y nadie parece tener la solución para enmendar el rumbo.

Pese a todo, los felices años veinte también lo fueron para el rugby. En 1921 se fundó la Unió Esportiva Santboiana. Fue como una especie de espoleta porque, de repente, surgieron de la nada otros clubes, principalmente en Cataluña y Madrid. Dos años más tarde nació la Federación Española de Rugby (FER) y en la temporada 1925-26 apareció la primera competición oficial entre clubes bajo el nombre de Campeonato de España de Rugby, o sea, lo que en la actualidad se conoce como Copa del Rey.

En ese contexto de ebullición rugbística emergieron merengues y culés. Su rivalidad fue efímera. A ello ayudó el hecho de que la sección del Real Madrid, en cualquiera de sus denominaciones, desapareciera en 1948. No llegó a cumplir ni las bodas de plata.

Joan Gamper

A la hora de celebrar un hipotético clásico en el rugby, los catalanes fueron los que dieron el primer paso. La verdad es que lo tuvieron relativamente fácil porque su presidente, Joan Gamper, sabía de qué iba eso del deporte del balón ovalado. Y es que el fundador del club blaugrana, antes de instalarse en Barcelona, llegó a jugar en la Union Athlétique de Lyon.

David Agustí, un historiador que ha escrito varias publicaciones sobre Cataluña o incluso sobre los cátaros, explica que, “de forma oficial”, la sección de rugby del F. C. Barcelona, la segunda más antigua del club, se creó el 21 de septiembre de 1924. Los intentos anteriores de 1911 para involucrar al Barça con el rugby, o incluso otro de 1902, resultaron infructuosos. Así que la puesta de largo en los terrenos de juego se remonta también a 1924 con un partido amistoso frente al CADCI. Y lo hizo con victoria (9-5).

Agustí atribuye el germen del rugby en la sociedad catalana a la burguesía porque, durante la época de la segunda revolución industrial, “se fijaba mucho” en las clases altas en Inglaterra, sobre todo en lo que a los temas económicos se refiere. “Date cuenta de que traíamos de allí todo el carbón”, evoca.

Pero es que además del carbón, las clases pudientes introdujeron otros deportes que a finales del siglo XIX hacían furor entre los ingleses acaudalados como el tenis, el ciclismo y, “por supuesto”, el rugby. Una vez importado el deporte del balón ovalado, faltaba que alguien del F. C. Barcelona le diera cuerpo a una sección. Gamper fue el elegido. Su nombre, según Agustí, aparece en algunos escritos participando en partidos amistosos o en entrenamientos del equipo “aunque no figura en ningún archivo”.

Eulogio Aranguren

Nada que ver con el Real Madrid. A su presidente Pedro Parages (1916-26), no se le conoce vinculación alguna con el rugby. La teoría más extendida, dado que el club ha desatendido los reiterados requerimientos de información para aportar certezas y no rumores, es que el promotor de aquella aventura fue un futbolista: Eulogio Aranguren. Su currículum en Linkedin tardaría hoy en día varias horas en rellenarse. Nacido en Argentina (1892), a los siete años se trasladó al País Vasco. Allí jugó en el Easo, en el Club Ciclista de San Sebastián y en 1911 fichó junto a su hermano Sotero por el Real Madrid, equipo con el conquistó la Copa del Rey en 1918.

El argentino debía tener un carácter hiperactivo: el mismo año que ayudó a crear la sección de rugby en el club, además de practicar el hockey hierba, también se dedicó al arbitraje. Tomó incluso las riendas de la Federación Castellana de Árbitros, y llegó a ser vicepresidente de la Federación Española de Fútbol. Así que a buen seguro tuvo que costarle mucho adaptarse tras su retirada a un puesto como empleado en una empresa de maquinaria agrícola.

Antes de llegar a la fatídica fecha del primer clásico, el 24 de junio de 1930, los culés ya tenían una Copa del Rey en sus vitrinas (1925-26). Fue la temporada en que la sección de rugby del Real Madrid todavía tenía las legañas propias del que se acaba de despertar de un profundo sueño y que no acaba de desperezarse.

El primer clásico

El clásico no se pudo celebrar hasta 1930 porque durante las tres temporadas siguientes, y por distintos motivos, no hubo competición; así que un año antes de proclamarse la II República ambos equipos se citaron en el campo de Les Corts para disputar por vez primera la final de Copa. Hasta entonces no se habían visto las caras en un terreno de juego, ni siquiera para disputar partidos amistosos.

Un rotundo 39-5 a favor de los catalanes fue interpretado de muy diversas maneras por la prensa. Ya existía por entonces el periodismo deportivo de bufanda. Un indisimulado plumilla merengue dejó escrito que el marcador demostraba la “indiscutible” superioridad de los catalanes. La derrota, eso sí, tenía su justificación. En su opinión, obedecía a la falta de rodaje del equipo puesto que sólo había disputado seis partidos aquella temporada antes de llegar a la final. “Tenemos la seguridad de que si pudiera sostener una vida en activo importante, la victoria del once no hubiera sido tan fácil”, sentenció un tipo que olvidó que el rugby es una cosa de quince jugadores y amigo de poner paños calientes frente a las adversidades.

Ya en otro medio catalán, un amanuense pro culé parecía dar respuesta a su colega madrileño en su crónica. La humildad brillaba por su ausencia. “Sus adversarios de ayer no son gente ahora para pretender con probabilidades del título cuando quien lo disputa es el quince azul-grana”. El redactor de 'Mundo Deportivo' tampoco se achantó en sus chanzas contra el eterno rival. Y eso que no había precedentes dentro del rugby en lo que a rivalidad se refiere. “Los azul-grana ya hemos dicho que ayer no hicieron un gran partido. No tenían necesidad de hacerlo, pues los adversarios no les forzaron a ello”.

Al año siguiente, al Real Madrid las cosas no les fueron mejor. Cayó derrotado en la final contra la Santboiana, el decano del rugby español, y la celebración de un nuevo clásico tuvo que esperar un año más. Ambos equipos se midieron en Madrid ante el escaso público que se congregó en el campo de El Barral el 19 de junio de 1932.

Respecto a lo ocurrido dos años atrás había cambiado o, mejor dicho, modificado el nombre de unos de los adversarios. El Madrid F. C. se quedó sin ser real unos años; el tiempo que duró la II República. También se modificó su escudo, no solo por perder su corona, sino también al incluir una franja morada diagonal de izquierda a derecha que sobrevivió a la dictadura y que en 1997 ya se convirtió en azul.

"Partida de billar"

En resumidas cuentas, el Madrid F.C. perdió 20-3 “en un campo que no reunía las condiciones necesarias de un campo de rugby”, según el cronista. El tipo era bastante ácido en sus críticas. “Pudo ser un gran partido, pero no lo fue porque resultó lo que una partida de billar sobre un paño de uralita”. Ya en plan erudito sentenció: “El encuentro tuvo sus bellezas aunque por desgracia tuvieron que buscarse después de una labor ímproba de desbrozo”.

Recorte de prensa de 1932, informando de la victoria del Barça en la final del Campeonato de España de rugby. Mariano Pasarelo

Mientras, el periodista de 'Mundo Deportivo' seguía con su tono mordaz: “Ganaron porque juegan un rato más, pero un rato largo que los madrileños que a estas alturas son unos muchachos simpatiquísimos, desde luego más elegantes que los catalanes en el campo de juego y espléndidos atletas, pero que por el momento no saben aun, salvo unas pocas excepciones, qué cosa es jugar rugby”.

La siguiente temporada, los blancos volvieron a hincar la rodilla en la final ante la Santboiana. Total, que los recuerdos de la única Copa ganada por el Real Madrid, sin el real por delante, son todos en blanco y negro. Lo logró en 1934 frente al FUE de Valencia, una temporada en que los catalanes ya no formaban parte de la Federación Española de Rugby.

David Agustí, que tiene en ciernes culminar su trabajo sobre el próximo centenario del equipo de rugby del F. C. Barcelona, achaca aquella expulsión a lo que ocurrió en 1934 a raíz de la creación de la FIRA, el organismo conocido en la actualidad como Rugby Europe.

El caso es que la FIRA fue fundada por varios países como Rumanía, Países Bajos, Portugal, Checoslovaquia, Italia y Suecia, y junto a ellos aparecía el nombre de Cataluña. “Por decirlo suavemente, aquello disgustó un poco a la Federación Española de Rugby”, afirma Agustí. Cataluña trató de apaciguar las cosas y consiguió que España se integrara como un socio adherido a la FIRA, pero no como fundador. Aquello no surtió el efecto deseado, así que los catalanes fueron expulsados de la FER durante casi dos años y se vieron obligados a formar su propio campeonato y a jugar como Cataluña a nivel internacional.

Desaparición

La Guerra Civil evitó nuevos duelos merengues-culés durante un trienio y, tras la reanudación de la competición, en la temporada 1940-41 se alzó campeón el Sindicato Español Universitario de Madrid (SEU). Así las cosas, el último clásico del rugby data de 1942. El Barcelona eliminó de la Copa primero al Levante, más tarde al Real Madrid en semifinales 28-0 y luego se deshizo con más dificultad del SEU por un ajustado 17-8. Fueron victorias “claras”, con resultados “rotundos” y partidos “con una exhibición de juego excelente”, según 'Mundo Deportivo'. Desde entonces son escasas las informaciones que aparecen en los medios de comunicación sobre la sección de rugby del Real Madrid hasta que en 1948 se firmó su acta de defunción.

Más de medio siglo después, Ramón Calderón, presidente blanco entre 2006 y 2009, trató de reflotar la sección. El intento fue más voluntarioso que efectivo. Es verdad que hubo un momento en que todo aquello parecía real: trataron de integrar al CRC Bwin de Pozuelo en el organigrama de club, se habló de celebrar un partido en el Santiago Bernabéu entre Argentina y una potencia mundial y hasta se trató de implicar en el proyecto a una marca deportiva que patrocina a los All Blacks. Pasada la euforia del momento, la realidad se abrió paso de forma brusca y los que empezaban a salivar tuvieron que sacar el pañuelo para limpiarse.

El Barcelona mantuvo siempre su sección de rugby más como una figura decorativa que como estrategia de marca para exhibir músculo a nivel nacional o internacional. También se habló de que Joan Laporta, en su primer mandato (2003-10), quiso resucitar el rugby. Ahora bien, oficialmente nunca hubo nada. El equipo culé ganó la competición liguera en sus primeras ediciones (1952-53 y 1953-54) y su último título de Copa data de 1985, un balance muy pobre en un club con infinidad éxitos deportivos en la mayoría de sus secciones. Un dato esclarecedor. Pese a ser la segunda sección más antigua del club, para informarse sobre algo hay que ir al apartado “Más equipos” y dentro de “deportes amateurs” aparece el rugby junto a otra nueve secciones. Mal síntoma.