¡Isma, tengo una entrada de la final de la Champions League para ti! ¿La quieres? Faltaban seis días para la gran final entre Real Madrid y Liverpool FC... ¡Ni me lo pensé! Tener una localidad para posiblemente el evento futbolístico anual más importante del planeta es un tesoro. No puedo esconder que me hubiera gustado que, en vez de los ingleses, hubiera sido el Villarreal CF el finalista, tras la excelente Liga de Campeones realiza por los de Unai Emery, cayendo en semifinales ante los reds. Pero como dice el tópico, el fútbol es así.

Tras pasarme por la cabeza irme en coche, 13 horas de ir y 13 más de volver, me tiré de cabeza al avión, desde València... ¡Una pasta! Pero apelé al "una vez en la vida" para autoconvencerme de que, entre pitos y flautas, los casi 1.000 euros que se me fueron valía la pena gastármelos. Porque el gasto es múltiple en el total entre entrada, avión, gasolina hasta el aeropuerto, párking, comer, cenar, billetes de cercanías y metro en París, taxis y las cervezas de toda la jornada. Y París es carísimo, carísimo.

París se aprovechó de los aficionados

Empiezo por ahí. ¿Cómo un país que presume de capital se dedica a atracar literalmente en cuanto a precios a sus turistas? Emprendí una jornada apasionante junto a Patxi, Nacho, Óscar y Raúl, y quedamos atónitos con los precios. Pagamos 20 euros por medio litro de cerveza, 13 euros por una Coca-cola y 6 euros por un café... no me lo invento. ¡Los pagué! Que te cobren 16 euros por una porción de pizza (un cuarto, de esos que devoras a las 6.00h de la mañana en Fiestas de la Magdalena) me hizo ya hasta gracia. ¡Lamentable!

Y no sólo eso, lo peor es cuando de madrugada, tras el partido, cuales zombies, cientos de aficionados que querían volver a su hotel, desesperados, asaltaban a cualquier taxi que veían y todos los taxistas hacían lo mismo: "Fifty euros (50 euros) and no credit card, only cash (y sin tarjeta de crédido, solo efectivo)", ladrones. Eso a mí. A mi amigo Patxi le dijeron 100 euros y los pagó, y su frase fue: "Estaba tan desesperado y desamparado que si me pide 200 euros, se los pago". ¡Indignante!

El distrito de Saint-Denis

Ahora vamos a donde la matan. Saint-Denis, el Stade de France, el macro recinto que acoge habitualmente a la selección francesa de fútbol y a la de rugby en el Seis Naciones, y tantos y tantos conciertos. Pues Saint-Denis no es París. Es un distrito colindante a la capital. Un suburbio. Una zona invadida por la inmigración, mayoritariamente de origen magrebí y del África negra, bañaba por la pobreza de gente que busca su oportunidad en la Ciudad del Amor o la Ciudad de la Luz... No les juzgo a sus vecinos. Bastante tienen ellos con lo que les toca vivir cada día. Otros, por fortuna, hemos tenido otra suerte de dónde nacer.

El barrio de la Basílica de Saint-Denis, a 10 minutos a pie del Stade de France.

Pero les prometo, y no exagero, que en el barrio donde estaban ambas fan zone, en el caso de los seguidores del Real Madrid, cerca de la Basílica de Saint-Denis, éramos vulnerables. Como suele decirse, carne de cañón.

Mientras inocentes de nosotros escuchábamos a Taburete en la fan zone merengue, a pocos metros de nosotros atracaban a parejas, robaban móviles a quien se despistaba y te quitaban la cartera con la táctica de chocar y pedirte disculpas.

La 'fan zone' de los seguidores del Real Madrid en Saint-Denis.

Cual escuadrón militar, mis cuatro compañeros y yo decidimos estar siempre juntos, pegados y formando una especie de pentágono de protección para evitar sustracciones. No te podías ni despistar mirando el móvil. "Va que no pasa nada", decía uno de ellos... hasta que pasa. Y lo vimos, vimos a un madridista correr a por un magrebí que se marchaba con su móvil o a otro lamentar haber perdido la cartera. Dos ejemplos de tantos que hubieron.

El caos en el Stade de France

Y llegamos al estadio. ¡Qué ganas, qué nervios, qué ilusión! ¡Qué miedo! La teoría decía que debías pasar tres cercos de seguridad. Tres controles. En el primero te validaban la entrada y, sobre el papel, a partir del segundo ya solo tendría que haber habido gente con entrada. ¡Pero no fue así!

Debido al grave error de la UEFA de que solo podías disponer de tu entrada vía APP de móvil (solo algunas localidades de protocolo existían en formato papel), el móvil era el blanco de los delincuentes que pululaban por Saint-Denis. Muchos de ellos hacían fotos a poca distancia de los móviles de la gente con entrada y activaban los códigos QR para poder saltarse el primer control.

De camino a dicho primer punto de activación de la entrada y de acceso, me sentí un mono de feria. Es decir, íbamos miles de aficionados embutidos hacia un acceso de menos de 10 metros de ancho, rodeados de la atenta mirada de cientos y cientos de lugareños, la práctica totalidad magrebíes o de raza negra (y no me tilden de racista, por favor, cuento lo que vi).

Ese corto trayecto de entre 5 y 10 minutos se me hizo casi igual de eterno que las más de 9 horas que invertí en realizar la Marató i Mitja Castelló-Penyagolosa. Gentes mezcladas, venga al empujón, y siempre una mano en el bolsillo del móvil y el otro en el de la cartera. "No saquéis el móvil hasta estar delante del operario de la entrada que te activa tu localidad", nos decíamos. "Ojo con esos", comentaba otro. "Que vienen por la derecha", añadía un tercero. Y sí, perfectamente organizados, llegaban por oleadas en perpendicular al sentido de ir hacia la entrada.

Su objetivo era aprovechar el caos, el descontrol, la aglomeración de gente y la multitud para meter mano en los bolsillos y sustraer móviles y carteras, e incluso arrancaban los móviles de las propias manos y echaban a correr.

"¿Isma, tú eres al único español que no te robaron en París?", me preguntó ayer un amigo. Y mi respuesta es la que les voy a relatar. Lo más cerca que estuve de que me robaran fue cuando un magrebí se avalanzó hacia mí cual camión cisterna descontrolado, buscando el choque, y mi acto reflejo fue apartarlo con un antebrazo al grito de "lárgate". Ni se inmutó, se fue a por otro. Y por fin pasé el primer control.

La zona de entrada de la puerta N en el Stade de France fue un caos con franco-magrebíes sin entrada saltando las vallas.

Ya en el segundo punto de control, donde se supone que solo había gente con entrada, la situación no mejoró. Estuvimos más de un hora y media haciendo cola para acceder por la puerta N al estadio. Llegamos a las 19.00 horas (el partido era a las 21.00 horas) y hasta las 20.30 horas no pudimos entrar. Tuvimos que sortear a bandas organizadas, casi todos ellos magrebíes que iban juntos, que se dedicaban a saltar los casi tres metros de valla que había para entrar en el recinto definitivo de acceso al estadio.

Los efectivos de seguridad no daban a basto (muy pocos por cierto, al igual que efectivos policiales), en una proporción de un agente por tres individuos que se querían colar. Y actuaban organizados: uno hacía de señuelo, y mientras iban a por él, el resto saltaba y se colaba. Eso multiplíquenlo por cientos de caraduras saltarines.

Y durante esa hora y media de cola, al aproximarse el inicio del partido y al ver que muchos se colaban sin entrada, hubo una avalancha en la entrada sector N que me pilló de lleno. Similar a la que ha salido en todos los telediarios con los aficionados ingleses, pero con los seguidores del Real Madrid.

Al colarse gente sin entrada, en los tornos del último control de acceso al estadio se produjeron avalanchas, tanto en la zona de la afición inglesa como en la de la española.

La gente, al ver que se podían quedar sin ver el inicio, y ante tanto descontrol, y harta de estar hora y pico de plantón, se puso nerviosa. Se rompió la formalidad de la fila y a modo de estampida hubo que correr en busca de un hueco para acceder al torno de entrada final. Allí estábamos medio ahogados, embutidos, presionados, como sardinas enlatadas. Y encima los delincuentes saltarines aprovecharon la situación para intentar colarse también por ahí. Los sin entrada salieron de debajo de las piedras. ¡Una vergüenza!

Y encima le recriminabas algo a los insurrectos y por poco nos linchan. No podíamos ni respirar por momentos. "Isma, ¿has entrado bien? Me ha pillado una avalancha y no podía ni respirar. Casi me ahogo. Yo ya estoy dentro", me escribió por whatsapp mi amigo David El Cachi Ramírez, otro castellonense que lo vivió en sus carnes, aunque él entró por otro sector del estadio.

Un drama. Y al salir fue igual o peor. Sin taxis, ni buses, todos enlatados en una parada de metro y París no previó que podría haber prórroga o el retraso que finalmente hubo al inicio y a las 2.00 horas de la madrugada cortaron las líneas de metro. Y si tenías que hacer trasbordo, como fue mi caso, te jodes. Y nos tocó a las 2.00h salir en una parada de metro cualquiera, sin saber dónde estábamos y buscarnos la vida a una hora del hotel. Y sí, asaltamos a ese taxi que, por fortuna, solo nos pidió 50 euros... y en cash, por supuesto. Y llegué con mi amigo Nacho sano y salvo al hotel. Temblando, cansadísimo y con esa sensación de miedo rondándome en la cabeza de que todavía pudo ser muchísimo peor.

Y yo me pregunto: ¿Y París va a organizar en Saint-Denis el Mundial de Rugby y unos Juegos Olímpicos? ¡Que se lo hagan mirar!

Lo dicho, una vergüenza.