Ahora que celebramos con orgullo el Centenario del CD Castellón no está de más recordar que, en los momentos más destacados de nuestra historia, hubo una apuesta notable por los jugadores de casa, con una presencia masiva de futbolistas de todos los pueblos de nuestras comarcas en las alineaciones de los ascensos a Primera División de 1972, 1981 y 1989, así como en la de la final de Copa de 1973, lo que nos ha encumbrado como el equipo con el que la afición se siente más identificado, independientemente de la categoría en que milite. Viene el introito a colación del mal momento que atraviesa el fútbol base y el triste presagio que no acierta a maquillar ni con el dulce inicio de campeonato que está protagonizando el primer equipo. 

No es un problema de un marcador puntual, es la consecuencia de la desidia y el abandono con que los chavales y entrenadores de todas las categorías inferiores han tenido que trabajar durante las últimas temporadas, incluso acumulando meses de impagos mientras directivos que siguen ocupando mullidas butacas en el palco de Castalia cobraban y cobran puntualmente sus espeluznantes nóminas, y no es una broma recurrente por el invasivo Halloween.

Precisamente en aquellos tiempos recordados, con Emilio Fabregat y sobre todo Antonio Sales, se mimaba el fútbol base. El equipo juvenil era incluso la joya de la corona, por encima del Amateur --hoy Castellón B-- y se llegaron a pagar traspasos por jugadores con 18 años y menos, cimentando las plantillas más exitosas de nuestra historia reciente. Hoy ocurre al contrario, y ninguno de esos dos equipos cuenta siquiera con patrocinio en sus camisetas.

Ítem más, para jugar en las secciones inferiores del CD Castellón se exige un abono por ficha que en algunos casos llega a los 780 €, con el único aliciente de vestir los colores y el escudo del club, porque las instalaciones son más que vergonzosas y los técnicos huyen por falta de recursos. Los resultados no son más que la consecuencia de una mala gestión a lo largo de estas últimas temporadas.

Con el cambio accionarial en la sociedad anónima deportiva se ha evitado la desaparición mercantil a la que nos abocaban Vicente Montesinos y los suyos, por eso a nadie ha sorprendido que, además de apoquinar las deudas heredadas, Bob Voulgaris haya ido prescindiendo de los directivos de aquella época. Extraña que esa profilaxis no haya llegado todavía a la Fundación, no tanto por ser el único reducto de los fieles de esa época felizmente superada, que también, si no por la peligrosa deriva que ha tomado la cantera.

Tal vez sea el momento de conocer los detalles de la compraventa del club. No sea el caso que estemos pidiendo soluciones a quien no toca. Digo si la Fundación pertenece al Club Deportivo Castellón o ha devenido en un corralito donde medran unos pocos. Bien harán el Ayuntamiento, la Diputación y las empresas a las que tantas veces se recurre para subvenciones, patrocinios y donativos, y hasta los mismos padres de los niños que la sostienen, en preguntar dónde va a parar su dinero. Empiezo a preguntarme también el motivo por el que los actos del Centenario los ha organizado la Fundación y no el club.

POST SCRIPTUM.- Una de las muchas cosas que hace bien la Fundación --gracias a Ximo Alcón, no se olvide nadie-- es homenajear cada partido a futbolistas emblemáticos de la historia del club. El domingo le toca a Vicente del Bosque, toda una leyenda. Solo es de esperar que le inviten a comer, a dormir si hace falta y, si viene con un acompañante, les acomoden a los dos en el palco, no como a aquellos jugadores que el último día tuvieron que sentarse en la grada baja porque no había sitio reservado para sus esposas.