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Deporte popular

La saturación golpea a las carreras urbanas e impulsa las de montaña

Todos los maratones que se celebran en España, excepto el de València, pierden participantes y ninguno ha recuperado las cifras previas a la pandemia

Maratón de Barcelona de 2019. Jordi Cotrina

El atletismo popular comienza a morir de éxito debido a una saturación de carreras, a la falta de control de muchas de ellas, a la propia rivalidad entre pruebas y a la escasa calidad y poco atractivo que ofrecen algunas de las organizaciones más pequeñas. En lo que va de año todos los maratones, incluido Nueva York -hubo mucha menos demanda que antes de la pandemia-, han notado una bajada muy preocupante en las inscripciones. Esta circunstancia coincide con la última moda atlética, las carreras de montaña, que en mayor o menor medida están restando afluencia a las organizadas sobre asfalto y en las grandes ciudades.

Sin embargo, la oferta es tan amplia, la diversificación es tan inmensa que la mayoría de pruebas ya no pueden colgar el letrero y anunciar que todos los dorsales están vendidos. “Antes de la pandemia en 48 horas se cerraban inscripciones en las principales carreras tanto atléticas como cicloturistas y ahora ya no es posible”, afirman fuentes del sector a este diario.

La excepción valenciana

En España solo un maratón crece año a año. Es el de València. Ya es el principal de España, después de desbancar a Barcelona y a Sevilla, y lucha por formar parte de los mejores de Europa. “Lo tienen todo -añaden las mismas fuentes- buen tiempo, un circuito llano donde cualquier participante puede hacer la marca que se propone y además cuentan con patrocinio que les permiten fichar a los mejores especialistas africanos”. València dispone de una gran ayuda económica de la Fundación Trinidad Alfonso, que preside Juan Roig, fundador de Mercadona. Este año (se corre el domingo 4 de diciembre con 30.000 participantes) ha fichado a la fondista etíope Letesenbet Gidey con la intención de que bata el récord mundial de la especialidad.

Según los expertos, la atleta está preparada para ello. “A los corredores les encanta coincidir con grandes especialistas, pero traerlos cuesta mucho dinero. Si Gidey bate el récord del mundo femenino el premio rondará los 100.000 euros y pocas organizaciones pueden permitirse este desembolso”, cuentan.

En cambio, Barcelona ha visto cómo el crecimiento de su maratón no solo se ha estancado, sino que las cifras de participación han bajado tras la crisis de la pandemia. En el año 2013, según datos recogidos por Miquel Pucurull, 'senador' de la prueba, 14.766 personas cruzaron la meta, muy lejos de los 5.410 que lo consiguieron este año. “Todavía desconocemos la causa, pero después de la pandemia hay mucha gente que se inscribe y luego no va a correr. Esta circunstancia, unida a la bajada de participación extranjera, nos está perjudicando a todos los organizadores”, argumenta Pablo López Barajas, director de Eventos de Atresmedia y responsable, entre otros, de los maratones de Sevilla y Málaga.

Fiebre por la montaña

La fiebre por las carreras de montaña contrasta con la pérdida de motivación hacia la competición popular de asfalto. Si bien es cierto que ninguna prueba de este tipo puede alcanzar la dimensión de cualquier maratón en cuanto a participación -por cuestiones sobre todo de seguridad-, existe una tendencia al alza, tras la pandemia, a la hora de aprovechar esta oferta.

Sin embargo, aquí vuelve a suceder lo mismo que con las pruebas urbanas. La oferta supera a la demanda. Por ejemplo, el 15 y 16 de octubre se organizaron en Catalunya nada menos que 19 carreras de estas características. Este fin de semana ha habido hasta seis posibilidades de 'trekking' en Sant Pau de Segúries, Sant Esteve de Palautordera, Flix, Barcelona, Cunit y Santa Coloma de Farners.

“Estamos notando un incremento de participantes que provienen de las carreras urbanas, en una clara tendencia después de la pandemia de cambiar la ciudad por la montaña”, explica Albert Balcells, CEO de Ocisport, que organiza, entre otras, la Salomon Run de Barcelona, la Garmin Mountain Festival de la Vall de Boí o la Skyrace Comapedrosa en Andorra.

En su opinión, muchos atletas populares han salido de la ciudad por una cuestión más aventurera que competitiva. “En las carreras urbanas todo el mundo va pendiente del ‘crono’. En la montaña no es tan importante realizar una buena marca y a nadie le importa andar por los tramos más complicados de subida o bajada”, añade Balcells.

Una mayor regulación

Balcells cree que debería haber una mayor regulación en este tipo de carreras que difícilmente superan las 500 plazas por seguridad, logística y conservación de la naturaleza. “Hay demasiadas federaciones detrás. El sector no está regulado y existe mucho intrusismo. Una carrera de este tipo precisa de al menos 300 personas, 200 de las cuales deben estar repartidas en el recorrido para avituallamientos, señalización de los tramos más complicados y zonas de evacuación ante cualquier emergencia. Y no todo el mundo dispone de una infraestructura de estas características”.

“Las carreras 'top', tanto en asfalto como de 'trekking', sobrevivirán por sí mismas, pero las pequeñas deben reinventarse o acabarán por desaparecer. Algunos organizadores desatienden los avituallamientos y no han comprendido que por el precio que cobran no pueden ofrecer solo una camiseta técnica a los participantes. La gente exige más calidad porque muchas veces los precios son elevados”, indica Xavi Llobet, extriatleta olímpico y que colabora en el patrocinio de varias carreras catalanas.

Normalmente, en la montaña, se acostumbra a cobrar un euro por kilómetro recorrido, cifras que pueden alcanzar los 70 euros en las denominadas Ultratrails, que son ahora el último grito entre los más fogosos a la hora de correr lejos de las ciudades.

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