El periodista Enrique Ballester ha recopilado sus dos últimos años de columnas deportivas para El Periódico en «El fútbol no te da de comer» (Libros del KO), donde deja claro que sus reflexiones costumbristas, su filosofía y su infatigable humor pueden quitar dramatismo al deporte más mediático.

Ballester (Castelló, 1983) llega así a su cuarto libro, donde explica su relación con el deporte rey, duda de todo sin voluntad de convencer a nadie y expone su día a día para evidenciar que, «a menudo, lo mejor del fútbol ocurre fuera del fútbol», según revela en una entrevista con EFE este colaborador de «El día después» (Movistar) y responsable de un pódcast de fútbol en As Audio.

Premio Panenka

Con otro de sus tres libros recopilatorios, “Otro libro de fútbol”, el periodista del diario Mediterráneo consiguió el premio Panenka a mejor libro del año 2020 y el mes pasado fue el único jugador valenciano alineado en la «Cervantina», la primera selección española de escritores que se enfrentó a un combinado alemán en la Feria del libro de Fráncfort.

Pero de ese partido, que la «Cervantina» perdió por tres goles a uno, Ballester se trajo un esguince tipo 2 tras seis minutos de juego. «Fue una mezcla entre ‘Vente a Alemania, Pepe’, ‘Días de fútbol’ y ‘Campamento Flipy'», recuerda con humor, como el que impregna todo el tono de la entrevista.

Una trabajadora del aeropuerto ya le adelantó, antes de subir al avión, que tenía «el brillo apagado», y aunque fuera refiriéndose a la pantalla del móvil -si estaba oscura no se veía la tarjeta de embarque-, él se lo tomó como «una magnífica definición» sobre él.

En la feria, previamente al partido, participó en dos charlas y se encargó de contar a todo el mundo que tenía mal el tobillo. Ya en el terreno de juego, el tercer balón que tocó y el primer regate que le hizo a un alemán acabó en un golpe directo a ese tobillo.

Desde entonces se somete a masajes de fisioterapia que le salen, ironiza, tan caros como el fichaje de Hazard por el Real Madrid.

Escribir sin prisa y en pijama

En Alemania compartió experiencias con otros escritores, periodistas y columnistas españoles, en una feria en la que España era el país invitado, y leyó fragmentos de «El fútbol no te da de comer», una recopilación de las columnas que Ballester escribe semanalmente para El Periódico en el sofá de su casa, sin prisa, en pijama y con sus hijos dando vueltas a su alrededor.

Y lo hace hablando de todo un poco, de su vida, de su familia, de sus recuerdos y vivencias como hincha del CD Castellón, de lo feliz que te puede hacer el fútbol y de que este deporte «te puede dar de comer, y también de beber».

Unas columnas en las que realmente Ballester habla de lo que le da la gana, con el fútbol como hilo conductor a veces o como actor secundario en otras, pero siempre sacando una sonrisa, cuando no una carcajada, al lector.

Una tarea a la que Enrique Ballester no ha fallado semanalmente desde hace dieciséis años. «Yo dejaré de escribir columnas si dejan de pagarme; si me toca la lotería; si dejo de divertirme o si me jubilo» pero de momento, aclara, «sigue colando el asunto». Ser columnista, agrega, «es una desgracia como otra cualquiera, como tener los pies planos».

Las columnas recopiladas en «El fútbol no te da de comer» se corresponden con sus escritos de dos años a esta parte, un periodo en el que «no era periodista deportivo», por lo que «escribirlas mentalmente no era trabajo, sino un momento de paz, de evasión y de diversión». «A veces me río solo, soy tan idiota que me hago gracia a mí mismo», añade. Para Ballester es «como ir a Disney. Como ya no salgo casi, pues me lo paso bien».

Las ventajas de vivir muy lejos

Y resalta que una ventaja de escribir columnas es «que no tienes que dar la cara», y además desde Castelló: «Puedo escribir cosas de Messi o del Madrid y como nadie va a venir a buscarme, que estoy muy lejos, eso me da una libertad que yo valoro mucho. Ni mis jefes ni los aludidos van a venir».

«Una vez estaba comentando un partido en una Eurocopa y uno dijo: ‘Hay un tío en Castellón que no se sabe muy bien qué aporta’, y me parece una definición maravillosa de mí», agrega.

Además, no estar intoxicado de la rutina de los clubes «es una ventaja también para el lector, que se acerca a mí libre de prejuicios y de etiquetas; no sabe si soy del Madrid o del Barça».

Porque Ballester es del CD Castellón, un club al que vio en el estadio de Castalia por primera vez con 6 años y contra el Real Madrid, cuando el club albinegro estaba en Primera División. A partir de ahí, lamenta, «fue todo cuesta abajo», aunque reconoce que el club va ahora «bien canalizado» y no pierde la esperanza de que algún día vuelva a la máxima categoría.

Sobre el polémico Mundial de Qatar se aferra a la postura de Jorge Valdano de que debería aprovecharse la cita en los colegios -dado que es en horario escolar- «para explicar la situación geopolítica del país, los derechos humanos que se vulneran allí, geopolítica, valores…».

«Yo abogo por denunciar lo que hay que denunciar, pero me niego a robarle a los niños lo que es un mundial de fútbol, porque pueden ser muy felices -señala-. Y tal y como está la vida, solo falta que renunciemos al mundial».