Fútbol | Copa del Rey
Endrick rescata al Real Madrid de un Ancelotti condenado por la grada y el vestuario
Los blancos desperdiciaron una renta de dos goles en siete minutos y los tantos del brasileño y Valverde salvaron al equipo con un Carletto que queda muy tocado
El Celta se queja de la inexplicable decisión del árbitro al obviar un penalti

Copa del Rey: Real Madrid - Celta, en imágenes. / Pablo Garcia. AP
Fermín de la Calle
El Real Madrid ha perdido la llama competitiva y el aura, algo que condenará a Ancelotti. No hay plan ni hay sistema. Los blancos son equipo acomodado que vive de los chispazos de sus estrellas y del peso de su camiseta. Ese que llevó a Munuera Montero y al VAR a mirar el escudo y el color de la zamarra antes de pitar un penalti a favor del Celta. Ninguna pesa como la blanca del Real Madrid en el Bernabéu. Solo así se explica que no se indicase falta máxima en un derribo de Lunin a Williot. Por más que el sueco estuviese loco por irse al suelo, cosa que ocurrió cuando el ucraniano le tocó. Este partido de Copa, más allá de que el Madrid se clasificase gracias al denostado Endrick, ahonda en una crisis que se llevará por delante a Carletto. Pero debería señalar a unos jugadores caprichosos que eligen cuándo correr y, sobre todo, a la pésima planificación de la plantilla de su presidente y director deportivo, Florentino Pérez.
Noche fría en lo climatológico y en lo ambiental. El Real Madrid recibía al Celta en la eliminatoria de octavos de Copa con la peor entrada de la temporada tras la goleada encajada en Yeda en la final de la Supercopa ante el Barcelona. Algo que tuvo consecuencias tempranas, porque la parroquia blanca dedicó pitos a Ancelotti, Vinicius y, especialmente, a Tchouameni en la presentación del once blanco. Los silbidos persiguieron al francés todo el partido, algo que no gustó a Carletto, que torció en el gesto en el banquillo. En el palco, Florentino Pérez no dejó de mirar el teléfono todo el partido, como si estuviese esperando algún mensaje importante, y a su lado comparecían Marián Mouriño, presidenta del Celta, y el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Rafael Louzán, en su doble condición de madridista y gallego.
El Madrid se mostró incómodo ante un Celta que tenía poco que perder. De hecho, las dos primeras llegadas fueron olívicas, con apariciones de Mingueza y Hugo Álvarez por la derecha en una de las cuales el remate de Starflet se topó con el larguero de Lunin. Trató de sacudirse el susto el Madrid con dos disparos lejanos de Modric y Tchouameni que hicieron trabajar a Iván Villar. El duelo se mudó a las inmediaciones del área visitante, donde los de Ancelotti rumiaban las posesiones sin generar oportunidades claras de gol. A la media hora un pase filtrado de Modric a Brahím acabó con un derechazo del internacional marroquí que Villar abortó con su pie. Vinicius y Kylian se estorbaban en la izquierda cuando Williot desperdició un centro de Mingueza por falta de colmillo.
De penalti al Celta a gol del Madrid
Y entonces se produjo la jugada que marcó el partido. En un ataque celtiña Williot se plantó ante Lunin y trató de sortearlo. El ucraniano salió a por todas y tocó al delantero celeste cuando el escandinavo parecía ir ya camino del suelo. Uno de esos penaltis que en España los árbitros indican según el peso de la camiseta. Y ninguna pesa más que la blanca en el Bernabéu. Para más inri, la jugada terminó en una contra en la que Mbappé se sacó de encima un defensor con una bicicleta hacia fuera y clavó el zurdazo ante un Iván Villar que no tapó bien su palo. El Madrid se adelantaba ante las encendidas protestas viguesas y se llegaba al descanso en medio de gritos de "¡Corrupción en la Federación!" de la hinchada gallega lo que sirvió para calentar un partido tan frío como la noche.
Del vestuario salió desaforado el Celta, que a los dos minutos vio cómo una pelota de Mbappé a la espalda de la zaga fue recogida por Brahím, quien dejó solo a Vinicius ante Villar para firmar el segundo blanco. Aún se relamía el Celta por el penalti que Munuera Montera había mandado al limbo cuando el brasileño lo devolvía a la lona cambiando radicalmente el escenario de partido. La paciencia de Modric y las diagonales de Brahím hacían daño a los vigueses, que apostaron por Pablo Durán y Hugo Sotelo para mover el árbol y el partido se abrió como un melón. Tchouameni se congratuló con la grada salvando un pase de gol en el área pequeña y en la jugada consiguiente Starflet sacó una vaselina de Vinicius que entraba.
El Madrid tira el partido en siete minutos
Certificado el asunto, Ancelotti realizó cambios con mensaje. Arda Guler saltó por Brahím y Camavinga blindaba el medio por Ceballos. Daba así carpetazo Carletto a un partido incómodo que debía servir para tumbar en el diván a un Madrid perezoso que ahora se medirá en casa a Las Palmas y Salzburgo, rivales accesibles para recuperar la velocidad de crucero que este año pierde en cada curva: Lille, San Mamés, Milan, Liverpool, Barcelona, Yeda... Arda pudo subir el tercero, tras una jugada entre Kylian y Vinicius, pero el brasileño estaba adelantado. Fue la última jugada de Mbappé, que se marchó ovacionado dejando su sitio a Endrick. Todos felices...
A diez minutos del final Ancelotti daba por ganado el partido con sus cambios y sus jugadores, que lo entendieron así, bajaron los brazos. Tanto que Camavinga devolvió un pase a su área sin tensión regalando un balón que Bamba convirtió en el (2-1) a falta de siete minutos. Nada bueno se barruntaba y las sospechas se confirmaron cuando en el 90 un pase a la espalda de Lucas terminó con Asencio derribando a Bamba, que le madrugó la llegada. Penalti que esta vez sí pitó Munuera y Marcos Alonso convirtió en el (2-2). El Madrid había tirado a la basura dos goles de renta por una evidente falta de compromiso, individual o colectivo. Tanto da. Hasta el desenlace castiga más la gestión del entrenador porque el héroe imprevisto fue un Endrick condenado por el italiano que rescató al equipo con dos tantos que meten en cuartos a un Madrid en descomposición. Se queda en la estacada un Celta que evidenció carácter, el mismo que tiene su entrenador, al que la camiseta le duele. La cuerda se ha tensado y todos saben por dónde se van a romper. Incluido Ancelotti.
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