Historias irrepetibles
La rebeldía de "Golden Boy"
Wilf Mannion fue una de las estrellas de su tiempo y protagonista de uno de los episodios simbólicos en el fútbol inglés cuando se declaró en huelga después de que el Middlesbrough, su equipo, se negase a mejorarle sus condiciones.

Wilf Mannion / FDV
Juan Carlos Álvarez
A Stanley Matthews, el primer Balón de Oro de la historia, le preguntaron ya retirado por el mejor jugador que había visto en un campo de fútbol. Pocas voces más autorizadas que quien se mantuvo en activo hasta los cincuenta años en el fútbol profesional y que había vivido en primera persona la explosión del deporte a nivel mundial. No lo dudó a la hora de citar a Wilf Mannion, uno de sus habituales compañeros de ataque en la selección inglesa durante finales de los años cuarenta: “Fue el Mozart del fútbol, de estilo elegante y una ejecución exquisita con el balón”. Matthews era uno de tantos incondicionales que Manion encontró a lo largo de su carrera. Un futbolista diferente, un carácter único, un rebelde que fue capaz de hacer temblar los cimientos del fútbol británico con tal de defender lo que creía justo.
Manion iba para soldador aunque su sueño era jugar al fútbol. Pero cada vez que hablaba de esa posibilidad siempre encontraba el mismo argumento en contra: “Eres demasiado pequeño Wilf”. Su padre, un irlandés que había emigrado hasta South Bank donde trabajaba en unos altos hornos, era el más insistente en que aparcase su ilusión infantil y se centrase en su formación como aprendiz de soldador. Era cierto que Wilf (de Wilfred) apenas superaba el metro sesenta y existían dudas razonables sobre su capacidad para medirse con defensas que le sacaban dos cabezas y veinte kilos. Pero esa era precisamente su gran fortaleza. Era un chico dotado de una impresionante habilidad, unas piernas ágiles y una intuición pocas veces vista para el pase y el remate. Fue así como se fue abriendo paso en la academia del Middlesbrough hasta que en 1937 el entrenador del primer equipo, Wilf Gillow, le colocó en una alineación titular. Solo tenía dieciocho años y el estreno no pasó inadvertido por los aficionados y por los medios de comunicación de la comarca que creyeron haber encontrado un filón. Su edad, su desparpajo y aquel pelo rubio que destacaba en medio del terreno de juego provocó que le llamasen “Golden Boy” desde el primer día y que uno de los grandes alicientes de los aficionados del Middlesbrough fuese volver a verle sobre el terreno de juego. No tuvieron que esperar demasiado porque en la siguiente temporada se transformó en pieza indispensable. Su aterrizaje en el fútbol inglés fue una revolución. Su teórica fragilidad en el campo duraba el tiempo que tardaba en intervenir en el juego. Sus piernas eran cortas pero poderosas y su habilidad se convirtió en un quebradero de cabeza para los defensas de su tiempo. Matt Busby, el hombre que se haría célebre dirigiendo más tarde al Manchester United, ajustó su apodo por el de “wonder boy” después de sufrirle en un partido. De aquella época hay un partido memorable ante el Blackpool al que marcó cuatro goles y sirvió otros tantos a sus compañeros. El estadio le obligó a saludar desde el medio del campo.
Pero llegó la Segunda Guerra Mundial y los planes de clubes y futbolistas se fueron al traste. Mannion se alistó en el ejército con los Green Howards. Podía haber evitado el conflicto, pero prefirió ir a Europa a luchar contra los alemanes. Fue uno de los cientos de miles de soldados aliados evacuados de las playas de Dunquerke en 1940 en la conocida como “Operación Dinamo”. Luego fue destinado al norte de África, desembarcó en Sicilia, vio morir a muchos de sus amigos, contrajo la malaria en Egipto durante una convalecencia tras ser herido y regresó finalmente a casa para retomar la actividad y el tiempo perdido. Aunque es verdad que durante aquellos años no se había desconectado de todo del fútbol su estado físico era bastante deficiente. Se sentía débil, su carácter se había ensombrecido y durante unos meses hubo quien creyó que no se recuperaría de aquella experiencia en la guerra. Pero Mannion no tardó en florecer de nuevo. En 1946 volvió a ser el torbellino al que perseguían con desesperación los defensas rivales. La guerra se había llevado tal vez sus años más explosivos, pero seguía siendo un tipo diferencial. Ese año la selección inglesa le convocó por primera vez y allí formaría una sociedad inolvidable con Stanley Matthews, Tommy Lawton y Tom Finney, una delantera que bien podría haberles proporcionado algún título grande.
Pero lo más sonado en la vida y en la carrera de Wilf Mannion fue el agrio conflicto que mantuvo en la temporada 1948-49 con el Middlesbrough. Una historia que retrata mejor que nada su rebeldía. En aquel tiempo los futbolistas eran propiedad absoluta de los clubes y sus sueldos, muy discretos, estaban claramente establecidos sin apenas posibilidad de mejora si no era a través de un traspaso. Mannion, una de las grandes estrellas del fútbol inglés, apenas cobraba diez libras semanales y por ese motivo pidió al Middlesbrough que le dejase marcharse a otro equipo porque el club se negaba a compensarle aplicando la norma (ilegal) que imperaba por entonces y que consistía en pagar a los mejores futbolistas una cantidad en negro fuera del control de la Federación Inglesa. El gerente del “Boro”, David Jack, se negó a cualquier petición de su estrella y Mannion no vio otra salida que declararse en huelga. Un terremoto para Middlesbrough y para toda Inglaterra. Un enfrentamiento áspero, desagradable. Jack llegó a asegurar que “si Mannion no juega para nosotros tampoco lo hará para ningún otro club de Inglaterra”. El futbolista no tardó en responder: “Francamente esto me suena a dictadura. ¿Por qué en nombre de la justicia yo, o cualquiera de mis colegas, debe ser tratado como ganado en una subasta y está obligado a permanecer en el club sin tener la mínima decisión sobre su futuro? El Middlesbrough no es el único responsable, es el sistema el que permite dicho tratamiento”.
Con la idea de desatascar el asunto numerosos equipos llamaron a la puerta del “Boro” y ofrecieron importantes sumas de dinero por Mannion, pero David Jack se mostró inflexible. El futbolista tampoco cedió y durante aquella temporada estuvo fuera de los terrenos durante varios meses. Daño para él, para el club y para Inglaterra. Pasado un tiempo el club anunció que el problema se había solucionado, pero no explicaron cómo. Las malas lenguas dicen que el Middlesbrough pagó una cantidad a Mannion para que se sintiese compensado por el dinero que podía ganar en otros lugares. Nunca fue aclarado. El arreglo también era una salida desesperada para el conjunto de Yorkshire que acusó la ausencia de su estrella y se metió en la pelea por evitar el descenso. Pero el regreso de Mannion evitó males mayores y el club pudo conservar su lugar en la élite. Aquello fue un aviso porque el club acabaría por entrar en una crisis de la que ni su “Golden boy” podía librarle. En 1954 descendieron a Segunda tras un año terrible y Mannion, que ya tenía por entonces 36 años, tomó la decisión de retirarse. Así lo anunció. Sin embargo no tardaría en meterse de nuevo en problemas porque meses después dio marcha atrás en sus intenciones y firmó por el Hull City. La Liga sospechó que algún club había maniobrado para forzar su salida del “Boro”. Mannion lo negó pero las autoridades de la Football League le sancionaron de por vida y le excluyeron de sus competiciones. Por este motivo se vio obligado a jugar los últimos años de su carrera en equipos de categorías menores hasta su retirada definitiva en 1959.
Mannion murió tal día como hoy hace veinticinco años. Vivió sus últimos años con lo justo demostrando que tal vez su reivindicación era más justa de lo que creía el Middlesbrough, el equipo con el que años después se reconciliaría como da fe la estatua en bronce que le dedicaron a las puertas de su estadio.
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