La aprobación en el Congreso de EEUU del costoso plan de rescate de instituciones financieras en el corazón de la crisis no se anticipaba fácil, y ayer quedó claro que no lo va a ser. El secretario del Tesoro, Henry Paulson, y el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, urgieron a los miembros del comité bancario del Senado a aprobar sin dilación su propuesta, alertando del riesgo de que la economía no logre recuperarse si no lo hacen. Sin embargo, y pese a mostrarse conscientes de la urgencia de la situación, los senadores demostraron en una intensa sesión de cinco horas que no están dispuestos a firmar un cheque de 700.000 millones de dólares (casi medio billón de euros) sin obtener respuestas y garantías.

Christopher Dodd, el demócrata que preside la comisión del Senado, abrió la sesión lanzándose a la yugular de Paulson y Bernanke, a los que denunció por presentar en tres folios un plan "impresionante y sin precedentes tanto en su alcance como en su falta de detalles".

IMPUNIDAD Y PREVISIÓN Dodd denunció que el plan permite al secretario del Tesoro actuar con "total impunidad" y criticó con dureza que no se actuara antes. "Esto era absolutamente predecible y se podía haber evitado, no ha sido un acto divino", aseguró Dodd, que escuchó de Paulson la confesión de que él también estaba "enfadado" por lo que ha llevado a la actual situación.

Los ataques no estuvieron definidos por la división entre partidos, y entre los críticos hubo republicanos como el senador Jim Bunning, que aseguró que el plan "coge el dolor de Wall Street y lo extiende a los contribuyentes. Es socialismo financiero y es antiamericano", añadió. Por su parte, otro senador republicano, Richard Shelby, pidió un "plan más extenso y operativo antes de gastar los 700.000 millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses".