El tren político que descarriló el jueves estrepitosamente en Capitol Hill y dejó a los mercados, las instituciones financieras y al Gobierno de EEUU esperando un día más un acuerdo sobre el plan de rescate ante la crisis volvió ayer a ponerse en marcha. Los congresistas republicanos más conservadores, que el jueves frustraron el avance de un "pacto de mínimos" alcanzado por representantes de los dos partidos en las dos cámaras, volvieron a las negociaciones. E incluso antes de que lo hicieran, George Bush lo bendijo. "Se va a conseguir un paquete de medidas. Hay desacuerdos sobre aspectos del plan --reconoció--, pero no hay desacuerdo sobre que hay que hacer algo sustancial".

Sus palabras trataban de inyectar optimismo y lanzar, asimismo, un mensaje directo y público a los rebeldes de su propio partido (con los que también habló en privado ayer). Sonaban, sin embargo, algo precipitadas. Porque aunque desde la mañana se desarrollaron negociaciones entre los republicanos del Senado, demócratas de las dos cámaras y representantes de la Administración liderados por el secretario del Tesoro, Henry Paulson, no hubo en esas discusiones hasta cerca de las tres de la tarde (21.00 horas en España) ningún representante de los republicanos de la Cámara de Representantes.

RECHAZO DE PAULSON Ese es el grupo que se resiste al plan de Bush. Y aunque enviaron a la negociación a Roy Blunt, lo hicieron con algunas propuestas que parecen encaminadas al disentimiento. Una de ellas propone que, en vez de que el Gobierno compre deuda tóxica a firmas en problemas, sean las instituciones financieras las que compren seguros para los activos relacionados con las hipotecas pagando una prima. La idea había sido rechazado como inviable por Paulson y numerosos expertos. Los demócratas confiaban en un pacto rápido.