De forma inesperada, el sistema de equilibrio de poderes en EEUU funcionó, y la Cámara de Representantes rechazó en su primera votación la ley de rescate de la deuda tóxica que la Casa Blanca y los líderes del Congreso y ambos partidos habían acordado el fin de semana. Por 228 votos a 205, la Cámara votó en contra de la ley, haciendo que el pánico llegara a Wall Street y el caos político a Washington.

En un discurso a primera hora de la mañana, George Bush ya había reconocido que era una votación difícil pero imprescindible para que no se derrumbe la economía. Pero cuando llegó la hora de votar, una pinza entre los representantes más conservadores y los más izquierdistas de ambos partidos (133 republicanos y 95 demócratas) decidieron no dar su apoyo a la mayor intervención pública en la economía desde la Gran Depresión. La Casa Blanca se declaró "decepcionada" y convocó una reunión económica de urgencia.

¿Por qué? y ¿ahora qué? son las dos preguntas que, al cierre de esta edición, Washington intentaba dilucidar. El por qué tiene una fecha (el 4 de noviembre, cuando al margen del nuevo presidente se renovará parcialmente el Congreso) y una verdad plasmada en los medios, los sondeos y la comunicación de los votantes con sus congresistas: el ciudadano medio no entiende ni está a favor de que se salve a Wall Street con dinero público.

Está claro que hay motivos electoralistas entre los representantes que votaron no, temerosos de perder su reelección. Pero también lo es que votar a favor de una ley tan impopular entre el electorado no es tarea fácil.

Los líderes del Partido Republicano en la Cámara no podían ocultar su desconcierto. Habían pedido a su grupo que votara a favor de la ley aunque fuera "con una pinza en la nariz", pero al final los legisladores ejercieron la libertad de voto. Los republicanos culparon a la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, de no haber logrado convencer a todos sus legisladores y de haber pronunciado un discurso muy "partidista" .

La pregunta más acuciante es qué ocurrirá ahora, y la respuesta se antoja más incierta. Los partidarios de la ley quieren devolverla a la Cámara de Representantes para someterla a una nueva votación. El tiempo apremia, ya que el Senado tenía previsto debatir la ley que surgiera de la Cámara el miércoles. Pero es dudoso que las conversaciones tras las bambalinas permitan aprobar tal como y está un plan que ya ha sido rechazado.

Se abre así un nuevo proceso negociador en el que muchas miradas se dirigen a la Casa Blanca. La figura del presidente se considera clave no solo para convencer a los rebeldes de su partido, sino para explicar a la población por qué es necesario aprobar la ley. El discurso del miedo no ha funcionado ni con los ciudadanos ni con los congresistas, así que es necesario no solo rediseñar la ley, sino explicarla mejor a la población.