A finales de mayo, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, decía que aceptar la reestructuración de la deuda de Grecia podría ser peor para Europa y para el mundo que la quiebra de Lehman Brothers (el banco cuya caída en septiembre del 2008 precipitó la crisis financiera mundial).

Dos semanas después planteó lo contrario y dijo que los bancos deberían retrasar siete años la recuperación de su inversión en Grecia de forma obligatoria. Ello llevó al enfrentamiento entre Alemania y el Banco Central Europeo (BCE). Francia se alineó con el BCE, lo mismo que España.