El humor de los griegos se reflejaba ayer en la imagen de los pinos calcinados por los incendios que suelen aquejar al país heleno en los veranos. Furiosos y deprimidos, los indignados de la plaza Syntagma, en Atenas, aguardaban un voto con el que Parlamento decidirá si el Gobierno socialista de Yorgos Papandreu debe seguir gobernando, indispensable para desbloquear los 12.000 millones de euros del fondo de rescate de la Unión Europea.

"Esta deuda no puede ser pagada. Y nuestros políticos están vendiendo al país a los alemanes", aseguraba Vasilis, un ingeniero que desde hace 27 días acampa en la citada plaza.

"Queremos que caiga el Gobierno de Papandreu y que nazca un nuevo modelo de democracia", explicó, y añadió que el movimiento griego está organizado en 20 comités que buscan soluciones alternativas a las políticas institucionales.

En verdad, lo único cierto es que la tormenta no acabará pronto. De eso parecía consciente Yanis, un taxista que dijo estar sufriendo en su piel las consecuencias de la crisis: "Trabajo 12 horas al día y veo cómo han disminuido mis viajes. Los griegos ya no se suben a los taxis".

En este escenario, lo que abundaba ayer en las calles era la indignación. "¡Ladrones!, ¡ladrones¡ ¡La dictadura de 1973 nunca se ha acabado!", gritaban los centenares de personas que, de forma pacífica y organizada, se reunieron para protestar frente al Parlamento griego hasta la noche. Eso sí, también pululaban los mensajes dirigidos a los culpables de la crisis, según los manifestantes griegos. Buena prueba eran ayer las pancartas con caricaturas de la cancillera alemana, Angela Merkel, y del presidente de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein. Y, claro está, de Papandreu.

"No nos iremos hasta que se vayan todos de nuestro país. Nos han mentido y lo sabemos", aseguró Vasilis.