Procrastinar es una de esas palabras que los empresarios adoran usar para dar impresión de emplear un lenguaje técnico y especializado. Seguramente muchos piensan que viene del inglés: de hecho, no son pocos los que se confunden y dicen procastinear. Pero no, la RAE nos informa de que es un vocablo que procede de la voz latina procrastinare, y significa "diferir, aplazar".

Lo que nos importa, en cualquier caso, es que hay identificado un trastorno que se conoce como procrastinación, y que consiste en ir dejando para mañana todo lo que se debe hacer hoy, con la esperanza de ganar tiempo. En definitiva, lo que un gran número de protagonistas del mundo económico decían ayer que han hecho los líderes europeos con el problema griego.

Crece la idea de que los países del euro han querido ganar tiempo para mejorar su situación en los mercados y afrontar mejor la ineludible --pero postergada-- quita de la deuda griega.

Los inversores parecen saberlo, pero hacen oídos sordos, porque saben que, hasta que llegue el próximo acto de la tragedia helena, se puede hacer dinero. De hecho, la aprobación definitiva del plan de ajuste griego y el acuerdo alcanzado entre Alemania y sus bancos para que participen en el rescate abonó ayer el terreno a la alegría compradora.

El Ibex 35 subió ayer el 2,13%, acumulando un alza del 4% en dos días y del 5% en el semestre. La prima de riesgo siguió relajándose, y bajó a 242 puntos. ¡Ah, los dulces resultados de procrastinar los problemas!...