El Gobierno sabe que se la juega en el próximo mes y medio. Hasta finales de junio, van a pasar demasiadas cosas que pueden determinar que España precise o no ayuda de Europa para salir adelante, admiten fuentes oficiales. En otras palabras, que el país tenga que ser o no intervenido o que, en un término medio, sea preciso algún tipo de intervención blanda para la banca.

Para este último escenario, el Ejecutivo ya tiene un plan B que incluye solicitar entre 30.000 y 40.000 millones a Europa para recapitalizar la banca, como adelantó este diario. Sería una vuelta de tuerca más en la intervención de facto que, de algún modo, ya padece la economía espa-

ñola. El Banco Central Europeo (BCE) ha arrebatado al Banco de España la tutela de la reestructuración financiera y el Gobierno, tal como ha reconocido el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, consulta todo lo que hace con las autoridades europeas.

Casi nadie, ni siquiera el agorero economista Nouriel Roubini, piensa que España sufrirá una intervención "en sentido clásico", como las de Grecia, Irlanda y Portugal, donde los representantes del BCE, la UE y el Fondo Monetario Internacional (FMI), la troika, prácticamente están sentados en el Consejo de Ministros. "España es demasiado grande para ser intervenida", opina Roubini, quien cree que, "en lugar de una intervención dramática", en España se verán "mayores controles sobre la libertad de acción del Gobierno".

QUE EL BCE MUEVA FICHA Pero el tiempo aprieta. Por eso el presidente, Mariano Rajoy, y el titular de Economía, Luis de Guindos, piden al BCE que mueva ficha. Saben que es el único que, con un mensaje de que se tomarán las medidas necesarias, es capaz de proporcionar el mes o mes y medio que el Ejecutivo necesita para que se clarifique el panorama sin la presión de una prima de riesgo en 500 puntos o más. Pero tiene que ser ya. "No podemos soportar otra semana como la pasada", subraya un experto que tiene línea directa con el Gobierno y la oposición.

Lo que pide el Gabinete presidido por Rajoy vendría a ser una intervención al revés. Primero se han puesto en marcha las reformas, ahora se exige ayuda para culminarlas. En este mes y medio, sobre todo, se debe clarificar si Grecia sale o no del euro (el 17 de junio hay elecciones). Antes, este miércoles, se celebrará una cumbre europea en Bruselas de la que puede salir un mensaje sobre relajación de los plazos para reducir el déficit, lo que al Gobierno le vendría muy bien, como se admite en privado.

Además, a finales de junio, se conocerá la evaluación de los balances de la banca española que harán las dos consultoras designadas por el Ejecutivo bajo tutela del BCE. Entonces se sabrá si las necesidades de recapitalización para sanear el ladrillo son los 20.000 millones que dice el sector, los 28.000 que dice el Gobierno o más. Si para atender a este saneamiento se precisaran ayudas públicas por encima de los 15.000 millones que ahora prevé el Gabinete del PP, podría ser inevitable acudir al nuevo fondo de rescate europeo. El nuevo presiente francés, Fran-

çois Hollande, se ha mostrado a favor de recapitalizar los bancos españoles con fondos europeos.

FOCOS DE DESCONFIANZA En todo caso, hace falta ganar tiempo hasta que, a finales de junio, esté operativo el nuevo mecanismo permanente de rescate que permitirá a la UE comprar deuda de los países en los mercados primario y secundario y recapitalizar entidades. En este tiempo se deben definir las reglas de juego de este fondo. Y mientras tanto, el Gobierno debe afianzar la credibilidad en las cuentas públicas de las autonomías y en su sector financiero, los dos focos que resumen la desconfianza hacia España. "En estas semanas, hay que digerir Bankia, aplicar el segundo decreto de reforma financiera, fusionar entidades y subastar entidades intervenidas", resume una fuente oficial.

El panorama más benigno para el Gobierno es uno en el que Grecia salga adelante, el BCE mueva ficha, la reestructuración de la banca avance y se despejen las dudas sobre las autonomías. "En este escenario, se puede aguantar", admiten las fuentes consultadas. Si falla alguna pieza, la situación será muy diferente. Y basta con que los mercados apuesten fieramente a favor del peor escenario para desencadenar una nefasta espiral de profecías autocumplidas. Por eso, el Gobierno precisa que el BCE pacifique ese flanco.