La solución parcial de la crisis griega y el mantenimiento, y posterior alza, de la prima de riesgo sugieren un fracaso de la estrategia gubernamental. Los mercados no creen ni en su voluntad reformista ni tienen claro el método y el importe de la ayuda necesaria para el sistema financiero. De hecho, Merkel ya ha dicho que el Fondo de Estabilidad está esperando una petición de rescate que, a fecha de hoy, aún no se ha formalizado. ¿A qué espera Rajoy? Tiene la vana esperanza de que la presión sobre Alemania que puedan efectuar Hollande, Monti, Obama y el resto del G-20 acabe doblegando la voluntad de la cancillera y permita que sean los bancos los que soliciten su rescate. Razón no le falta, pues los mercados están inquietos por el aumento de la deuda pública, que rondará el 90% del PIB a finales de este año si es el FROB el que demanda recursos.

El problema de esta estrategia es su incompatibilidad con la posición de Alemania, empeñada en que, si un país es incapaz de rescatar su sistema financiero, es el propio país el que debe ser rescatado, aunque sea parcialmente. Por ello no extraña que el Ecofin haya filtrado que podría retener la ayuda a la banca si el Gobierno no eleva el IVA, no suprime la desgravación fiscal por la compra de vivienda o no acelera el alargamiento de la edad de jubilación.

Nadie puede llamarse a engaño. El pasado verano, cuando se reformó el Fondo de Estabilidad para permitir que se aliviasen los problemas de la banca, Alemania se negó a que fueran los bancos los que pidieran ayuda, tal y como pedía Sarkozy. Así quedó reflejado en el nuevo acuerdo sobre el fondo y en el nuevo Fondo Permanente que lo sustituirá. A esos errores recientes se añaden los provocados por la improvisación presupuestaria y de la reforma financiera, de forma que el Ecofin exige ahora que presentemos un presupuesto tanto para el 2013 como para el 2014.

El aumento de la prima de riesgo no es, pues, más que el reflejo de los errores españoles, combinados con la presión de los mercados para que Alemania acepte la posición francesa, italiana y española, y sean los bancos los que se puedan recapitalizar directamente. Por ello Merkel habla de un pulso entre los mercados y el euro.

Pero utilizar las tensiones de los mercados y la presidencia de Obama como palanca de presión sobre Alemania no es aconsejable. Y haría bien el Gobierno en olvidarse de recuperar las trasnochadas alianzas transatlánticas de Aznar y aceptar los requerimientos que le imponen. Mejor haríamos en situarnos en la órbita germana, aceptar lo que es inevitable, seguir las demandas del Ecofin y, con ello, empezar lentamente a recuperar la confianza perdida. ¡Olvídense de veleidades atlantistas o del refugio fran-cés! Nos guste o no, quien puede salvarnos es Alemania. No hay más cera que la que arde.