Más de una década después de su estallido, los efectos de la Gran Recesión todavía se dejan sentir en la economía mundial. Los daños causados son tan relevantes que la recuperación iniciada de los últimos años no será fácil. Así lo advirtió ayer el Banco de Pagos Internacionales (BIS), organismo con sede en Basilea (Suiza) que agrupa a los 60 principales bancos centrales del mundo. «Las autoridades económicas y los participantes en el mercado deberían prepararse para una convalecencia larga y complicada», alertó su jefe del Departamento Monetario y Económico, Claudio Borio, que no ha descartado «nuevas turbulencias».

El economista admitió que es difícil predecir si la economía mundial se seguirá recuperando, como «parecía probable» hasta el primer trimestre de este año, o «sufrirá una recaída». Pero advirtió de que, en cualquier caso, el proceso para lograr su plena recuperación «no estará exento de dificultades». En el ámbito financiero, alertó, se observa «fragilidad». Además, los mercados de las economías avanzadas «continúan sobrevalorados» y las condiciones financieras siguen siendo «demasiado laxas». Y lo más peligroso: la deuda mundial (la suma de la pública y la privada) es «excesiva» y supera «claramente» los niveles previos a la crisis.

«Dado que las tasas de interés todavía son inusualmente bajas y los balances de los bancos centrales siguen más abultados que nunca, quedan pocos remedios en el botiquín. Además, el rechazo político y social a la globalización y al multilateralismo no hace sino empeorar sus síntomas», destacó. Borio explicó que la recuperación de la crisis ha «sobrecargado» a los bancos centrales por las medidas extraordinarias (tipos oficiales en mínimos y compras de activos) que han tomado. El abaratamiento del dinero es una «medicina muy potente», pero tiene efectos secundarios.