Isabel Calvo tiene 48 años y vive en Fuenlabrada (Madrid). Trabaja como auxiliar del sistema de atención a la dependencia, ayudando a mayores o enfermos. Cada día visita hasta cuatro domicilios, cobra ocho euros a la hora con un contrato de 30 horas semanales. Echa horas extra, como miles de empleados, pero no se reflejan ni en el contrato ni en la nómina, lo que le va a suponer una pensión más baja. «Realizamos una labor invisible», lamenta. Isabel forma parte de las miles de mujeres que tienen contratos precarios, trabajan fuera y dentro de casa, pasan dificultades para llegar a fin de mes y engrosan la brecha salarial que, pese a la recuperación económica, sigue ahí de forma perenne.

Su testimonio engrosa un informe publicado ayer por Oxfam Intermón que pretende llamar la atención de los Gobiernos europeos, para que de una vez por todas reduzcan la pobreza laboral, que en Europa «tiene rostro de mujer», según denunció su director, José María Vera. El estudio, titulado Voces contra la precariedad, denuncia que las mujeres se ven doblemente afectadas en un contexto de pobreza grave, al sufrir la situación general y ver mermadas sus posibilidades por la discriminación de género. Por ejemplo, tienen el doble de posibilidades que los hombres de tener un trabajo con una baja remuneración, copan la mayoría de los contratos parciales, y cargan con las tareas domésticas en mayor medida que sus parejas.

BRECHA DE GÉNERO // El informe concluye que el trabajo doméstico no remunerado de ambos sexos supone el 41% del PIB español, pero ellas se llevan la peor parte: el 27% del PIB. A nivel mundial, Oxfam calcula que asciende a 10 billones de dólares al año, el 13% del PIB. En la Unión Europea las mujeres dedican una media de 22 horas a la semana a las tareas en el hogar o familiares, por 10 horas de los hombres.

En cuanto al trabajo remunerado, el informe apunta que, aunque la brecha de género se ha reducido ligeramente, las europeas cobran un 16% menos, es decir, que tendrían que trabajar 59 días más que los hombres para percibir el mismo salario. En España esta cifra baja a 52 días. “Es decir, que las mujeres trabajamos los sábados gratis», expuso Lara Contreras, responsable de contenidos de la oenegé. Parte de esa diferencia se explica por factores como la edad, la experiencia o el tamaño de la empresa, pero el 14% se debe a una «discriminación directa o indirecta por razón de género».

En el salario base, el porcentaje baja al 6%. El resto se atribuye a complementos salariales, que se otorgan mayoritariamente a los hombres porque tienen más flexibilidad horaria y mayor movilidad geográfica que las mujeres con cargas familiares. Además, Oxfam denuncia que los incentivos por desempeñar trabajos con cierta peligrosidad a menudo no se ofrecen a las trabajadoras.

Mari, de 43 años y residente en Madrid, es otra de las personas cuyo testimonio ha servido para elaborar el informe. Trabaja como camarera y sus compañeros por el mismo puesto cobran más, según ha reconocido su compañía en una información confidencial al comité de empresa. «Se hace a través de complementos salariales, el plus de disponibilidad y la actividad extra del mes», explica.

EL PERFIL / Las mujeres en peor situación son las inmigrantes, las jóvenes y las cabeza de familia en hogares monoparentales. De hecho, según Oxfam, España «tiene el dudoso honor de ser el país de la UE con más riesgo de pobreza laboral para mujeres migrantes». Una de cada cinco sufren riesgo de exclusión en Europa y en España una de cada tres.

La situación provoca estrés constante, ansiedad, aislamiento social, así como desgaste físico, mental y emocional. Para acabar con esta situación, Oxfam reclama al Gobierno español y a las instituciones europeas que impulsen medidas «contundentes» que hagan que la brecha de género se convierta en historia. Entre ellas propone un salario mínimo de 1.000 euros en el 2020; reforzar la inspección de trabajo para poner coto a los abusos en las empresas; reducir la temporalidad de los contratos e igualar los permisos de paternidad.