Diez años después de la caída de Lehman Brothers y el estallido de una de las mayores crisis económicas de la historia, algunos indicadores muestran cierta luz al final del túnel. No obstante, si bien la crisis ya no es una realidad para algunos, para otros la situación es peor que en el 2008. O más bien para otras, pues para las mujeres los costes de la crisis han sido más elevados, en muchos aspectos, que para los hombres.

La brecha salarial entre lo que cobra un o una trabajadora se ha agrandado, la proporción de paradas ha aumentado, la temporalidad y la parcialidad siguen estando feminizadas y el número de directivas respecto al de directivos ha disminuido. Estos son algunos de los indicadores que muestran que la recuperación económica no está incorporando una perspectiva de sexo.

«El crecimiento económico que vivimos es un crecimiento centrado en las rentas del capital y a los salarios ha llegado con mucha menor intensidad, lo que afecta a las mujeres, pero no solo a las mujeres», destaca la economista del Seminari Taifa Elena Idoate. En el 2008, el salario más frecuente era de 18.224,4 euros anuales, según la Encuesta Anual de Estructura Salarial del Instituto Nacional de Estadística, y en el 2016, últimos año con datos disponibles, fue de 19.432,6 euros. Una evolución que, teniendo en cuenta la inflación acumulada, revela una pérdida de poder adquisitivo de 2.293 euros. Además, los salarios no han evolucionado igual en el caso de los hombres y las mujeres, y la brecha salarial, ya existente, se ha acrecentado. Si esta en el 2008 fue de 5.292,7 euros, en el 2016 se incrementó casi 500 euros hasta los 5.793 euros.

En este sentido, la pobreza laboral como mal feminizado persiste. Según la misma encuesta, el 64,2% de los trabajadores con ingresos «bajos», es decir, no superiores a los 12.900 euros anuales, son mujeres. Una cifra que ha aumentado 0,2 puntos desde el 2008.

La brecha salarial suele ligarse a cuestiones como que las mujeres están ocupadas en sectores y cargos diferentes, por lo general con una menor remuneración. No obstante, un reciente estudio de Oxfam, titulado Voces contra la precariedad, constata que el 14% de la diferencia entre lo que cobra un hombre y una mujer «queda sin explicar» y solo puede atribuirse a la «discriminación directa o indirecta por razón de sexo».

La diferencia salarial no escapa a los cargos directivos. Así lo constata un informe del 2018 de la consultora ICSA, que cifra la diferencia salarial entre hombres y mujeres en las cúpulas del 16,9%. «La presencia y visibilización de las mujeres en los cargos directivos es clave ya que, a más mujeres en mando, menos brecha salarial», afirma una de las autoras, Indry Canchila. Dicha presencia se ha reducido en la última década, pasando del 19,5% del 2008 al 15,4% del 2018.

Aunque la crisis fue inicialmente más intensa para los hombres, con una alta destrucción de puestos de trabajo en sectores masculinizados -el ejemplo clásico es la construcción-, la recuperación ha sido también más intensa a nivel masculino. «En España, las mujeres se acaban adaptando a los ciclos económicos», afirma Idoate. Si bien en el 2008, ya iniciado el proceso de destrucción de empleo, el número de parados se repartía casi a partes iguales entre hombres (49,9%) y mujeres (50,1%), según los últimos datos de la EPA del segundo trimestre del 2018, actualmente existe una brecha de cuatro puntos a favor de los hombres (48%) y en detrimento de las mujeres (52%).

LA TASA DE ACTIVIDAD / El paro tampoco es igual para ambos sexos. La diferencia en cuanto a desempleo de larga duración se ha recortado 10 años después del estallido de la crisis. No obstante, lo ha hecho a costa de dispararse dicho fenómeno entre ambos sexos. Si en el segundo trimestre del 2008 el 25,9% de las mujeres desempleadas estaban en dicha situación, frente al 16,5% en el caso de los hombres, en el 2018 la proporción era del 52% en el caso de ellas y del 49,9% en el caso de ellos.

Una de las notas positivas, aunque con un trasfondo agridulce, que deja el escenario poscrisis es el aumento de las tasas de actividad entre las mujeres. Si hace 10 años el 50,7% de las mujeres en edad de trabajar estaban disponibles, en el 2018 la tasa es del 53,3%.

Los recortes en políticas públicas, según coinciden las expertas, también tienen una mayor incidencia sobre las mujeres, al restar recursos para descargarlas de ciertas responsabilidades familiares.