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Los camioneros: "Falta personal porque el sueldo es de becario"

José Ángel Otero, transportista autónomo en su camión.

Son habituales de las carreteras y eruditos de los polígonos. José Ángel Otero cuenta 23 años en el camión. Trabaja, principalmente, en el puerto de contenedores de Guixar. Manuel Martínez (nombre ficticio para permanecer en el anonimato) suma 30 inviernos a sus espaldas como camionero. Su ruta habitual empieza de Galicia y termina en Irlanda. Ida y vuelta, 11 días y hasta 21 jornadas fuera, llevando y trayendo mercancías, principalmente pescado. José Ángel es autónomo; Manuel, asalariado. Y ambos encuentran poca o ninguna extrañeza en esas polémicas que afirman que a las empresas de transporte les cuesta encontrar camioneros. “Los sueldos que se están pagando son sueldos de becario”, aqueja José Ángel. “Muchos abandonaron la profesión por esto”.

En el transporte no existe un horario estipulado. La conciliación familiar es más bien quimera. “Mucho te tiene que gustar el camión. Esto es una profesión vocacional”, opinan los transportistas. Para los dos, sí, es una elección vocacional. Porque trabajando ocho horas en una fábrica se gana lo mismo, con un horario estipulado que permite pasar las noches en casa. “No hay gente para trabajar porque no se paga. Tendrán que subir las tarifas de transporte para poder repercutirlo en los salarios”, reclama José Ángel.

El mensaje es el mismo. Uno, pese a la distinta perspectiva: José Ángel trabaja el transporte nacional, Manuel, el internacional. Las tarifas vigentes son las de hace años, las empresas aquejan la falta de conductores, los costes de transporte aumentaron un 40% considerando autopistas, combustibles y otros gastos del camión. Pero todo ello no se repercutió a las tarifas de los cargadores ni tampoco, en la misma media –y en consecuencia–, a los salarios. “El sueldo base de un conductor son 1.000 euros netos”, recuerdan. Para un conductor internacional, rondan los 2.400 euros mensuales.

Como autónomo en el puerto de contenedores vigués de Guixar, José Ángel cubre con su camión la zona Galicia y Portugal. A veces, también hace viajes esporádicos al resto de España. Por ejemplo, “me dan un viaje para hacer mañana. Para estar a las siete de la mañana en Oporto. No me ponen más condiciones. Tengo que cargar el contenedor el día anterior. Yo decido si duermo en Oporto ese día, para no madrugar, o si me voy de Vigo temprano”, relata. En función del volumen de trabajo que haya en el puerto puede que, al volver, hacia la media mañana, le pidan hacer otro viaje. Ese mismo día. Uno corto. Y normalmente, a primera hora de la tarde, le asignan el transporte del día siguiente.

Con suerte, estas dinámicas le permiten comer en casa algunas jornadas. En periodos normalizados, también duerme un par de días a la semana en su cama, con su familia. El resto de su semana laboral, de lunes a viernes, en el camión. La cabina está plenamente equipada: una cama, nevera, hasta microondas, cafetera y otras comodidades para hacerle la vida más acogedora. “Procuro comer en el camión. Me traigo la comida. Es por una cuestión económica pero también porque es mi comida”, comenta. “Hay mucha gente que lleva el táper de casa porque con lo que gana no puede permitirse comer fuera”.

Hay veces que conoce su destino desde el día anterior. Otras, sin embargo, no lo sabe hasta que llega a la terminal de carga. “Estas en el derecho de no hacer más viajes si no quieres”, reconoce en su condición de autónomo, “pero, claro, tienes que cumplir como transportista”. El pasado martes, el trabajo lo llevó hasta Algeciras. Otros viajes son más cortos.

“A lo mejor, entre una carga otra tienes 3 horas de espera”, cuenta. Tras tres horas y media de conducción, corresponden 45 minutos de descanso para comer. “En total, podemos conducir nueve horas al día. Salvo dos días a la semana que podemos conducir diez. Pero esa no es la jornada real. Nuestra disponibilidad incluye unas quince horas. De esas quince horas puedo conducir diez. El resto son esperas”, recuerda.

Y en los lugares de carga y descarga el trato, a menudo, deja que desear, comentan los dos transportistas. Ya no sólo porque los tiempos sean apretados y los retrasos, cuanto menos, indeseados, sino porque en algunos sitios no les dejan entrar al baño, porque las palabras pueden no ser buenas o porque les piden que ayuden a cargar la mercancía del camión. “Algunos hábitos fueron creando leyes no escritas. Y de esta manera, la plataforma logística se ahorra un puesto de trabajo”, comentan.

Manuel salió el 1 de octubre de su casa y su trasiego de enlazar dos viajes a Irlanda no le ha permitido poner un pie en su casa hasta el pasado jueves. Son 21 días de trabajo transportando mercancía. Su jornada incluye 9 horas de conducción que, igual que su compañero. Entre las cargas y descargas se pueden dilatar a las 15 horas de disponibilidad, coincide con José Ángel. “Arranco a las nueve de la mañana y a las doce de la noche tengo que estar parado”, cuenta.

En su último viaje salió de Vigo, fue a Madrid a cargar, en Bilbao embarcó en ferry. Un trayecto en el que comparte 30 horas con compañeros del camión hasta Cherbourg o Calais. En Inglaterra descarga, aunque “ya no vamos tanto a Inglaterra como antes”, reconoce, “por el Brexit”. Luego sube a Escocia y, tras una parada, se dirige a Irlanda. Allí carga de nuevo el camión con el pescado que traen los barcos que faenan en el Gran Sol. Y emprende el camino de vuelta hasta Pasajes, Avilés, Burela o Celeiro, “depende del pescado que venga”. O hasta A Coruña o Vigo, “si es pesca de arrastre”.

Para comer hace una pausa de 45 minutos o una hora. Trabaja 6 jornadas seguidas y, a la séptima descansa, 24 horas. Al cumplir las tres semanas trabajando y transportando mercancía, le corresponden 45 horas de libres, en casa, y otras 15 adicionales que suele acumular en esas semanas. En internacional, con dinámicas de trabajo similares, “la mayoría de transportistas ganan 2.000 euros”. Desayuna, come y cena en ruta. “Algunas veces vas a comer de menú, pero desayuno y ceno siempre en el camión. Tendría que dormir en hotel pero también duermo en el camión”, cuenta este transportista. “Eso si quieres llevar algo de dinero a casa”.

Disfrutan, ambos, de la libertad de se trabajo. Por eso lo de vocacional. Aunque son, más bien, visitantes asiduos de carreteras y polígonos. Tras la crisis de 2008, cuentan, las condiciones para los transportistas fueron empeorando hasta lo que son hoy. Lo de conciliar con la vida familiar es más complicado para las rutas internacionales. “Los sueldos, las condiciones no están ajustados a lo que tu sacrificas”, reflexiona Manuel. “A la gente, sea asalariado o autónomo, hay que respetarla. A partir de ahí empezará a haber conductores como hubo toda la vida”, zanja Otero.

Competencia por precio en las tarifas

El sector del transporte por carretera se resiente de la carencia de profesionales en toda España. Las asociaciones del sector estiman que faltan unos 2.000 camioneros para cubrir las necesidades de empleo en Galicia, una demanda de profesionales que puede alcanzar los 2.250 en los próximos tres años según Ramón Alonso, presidente de Asetranspo. La coyuntura no se ha originado hoy. Se arrastra desde hace años. Los transportistas apuntan a los bajos salarios como el principal motivo por el que la profesión no atrae a más personal. Las tarifas que cobran los cargadores no se renuevan desde hace años y esto repercute en los sueldos. También en la remuneración que perciben los autónomos, pues éstos denuncian que, para conseguir un trabajo, a menudo se genera una competencia de precio a la baja. Sencillamente, gana el que más barato ofrece el servicio.

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