Tras sufrir la mayor disrupción de su historia, el sector turístico español trata de recobrar fuerza y competitividad, para volver a ser uno de los grandes motores de la economía y el empleo de nuestro país. Una industria que estuvo en el ojo del huracán de la pandemia y que ha perdido más de 200.000 millones de euros desde marzo de 2020, y que hoy, a pesar de la incipiente recuperación -sobre todo en España- continúa siendo el sector con la facturación más alejada de la normalidad pre-pandemia de toda la economía española.

Ante todo, debo decir que, a pesar del enorme sufrimiento del sector y de las muchas empresas que se han quedado o se quedarán en el camino, la crisis del sector es básicamente coyuntural, pues el negocio turístico tiene unos fundamentales muy sólidos, con un alto potencial de crecimiento año tras año. La resiliencia de la demanda turística frente a la pandemia así lo ha acreditado, y estoy convencido de que, si le ayudamos, el turismo volverá a vivir momentos extraordinarios en nuestro país.

Y es que el sector se enfrenta a la necesidad de transformarse, si quiere mantener su liderazgo y seguir siendo competitivo en el complejo entorno post-Covid. Desde el lobby Exceltur llevamos años proclamando la necesidad de un cambio del modelo turístico hacia uno que sustituya la “cantidad” por la calidad de turistas, de regenerar los destinos maduros, de ordenar modelos como el alquiler vacacional, y de tratarnos, en definitiva, como el sector estratégico que somos para la economía española, convirtiendo las iniciativas aisladas y dispersas en una auténtica “política de Estado”.

Pero la pandemia ha traído profundos cambios en las tendencias y hábitos de viaje, y por ello, no exageramos al decir que el sector turístico español se encuentra ante la encrucijada más importante de su historia: aprovechar la oportunidad única que representan los Fondos Next Generation de la Unión Europea, para invertir en un nuevo modelo turístico de país, cuyas líneas maestras deben girar en torno a la transformación sostenible y competitiva de los mencionados destinos pioneros, así como en torno a la digitalización y la inteligencia turística dirigida a empresas y destinos, o dejar pasar esta oportunidad y seguir perdiendo competitividad

Para ello debemos comenzar por definir una estrategia nacional de turismo para las próximas décadas, que deberá desplegarse en tres fases: a corto plazo, mitigar las peores consecuencias de la pandemia en una industria muy debilitada; a medio plazo, corregir nuestras principales debilidades estructurales, como la obsolescencia de algunos de los destinos pioneros del litoral, las carencias de talento y formación en el sector, o las disfunciones causadas por la normativa sobre las viviendas de uso turístico. Y finalmente, preparar al sector para abordar las prioridades y retos del nuevo entorno, referidas fundamentalmente como veremos a impulsar la sostenibilidad y la digitalización e inteligencia turística en empresas y destinos.

El futuro de nuestro país estará ligado al futuro de nuestro turismo, y desde Exceltur volvemos a tender la mano al Gobierno para impulsar una colaboración público-privada, honesta, abierta y generosa, evitando penalizar la liquidez de las empresas turísticas en su momento más difícil, incentivando la inversión y la demanda, manteniendo los ERTE’s necesarios y esquemas laborales realistas y adaptados a las especificidades de la industria, y por supuesto, aprovechando la oportunidad histórica que representan los Fondos Next Generation para abordar las transformaciones necesarias.