Finalizamos un año 2021 que ha estado marcado por los avances en la lucha contra la pandemia. Avances, como el despliegue de la vacunación, que han permitido ir levantando las restricciones a la movilidad y a la actividad.

Y, consecuencia de lo anterior, 2021 ha supuesto también el inicio de la recuperación económica de nuestro país, tras el shock sufrido en 2020. Recuperación que, por otro lado, no hubiese sido posible sin las importantes medidas de apoyo a familias y empresas, a través de los ERTE, de las soluciones financieras como las moratorias de hipotecas y consumo, o de los préstamos para empresas parcialmente avalados por el ICO.

Y aunque la recuperación no ha arrancado todo lo pujante que esperábamos, ha ido ganando tracción con mejoras muy rápidas y visibles en ámbitos tan relevantes como el mercado de trabajo y el consumo.

Pero también han aparecido, en la última parte del año, elementos de preocupación que seguiremos con atención en los próximos meses. En primer lugar, debemos mantenernos cautos con la evolución de la pandemia, ya que el riesgo epidemiológico aún seguirá presente un tiempo. En segundo lugar, también hemos visto la aparición de tensiones en la oferta global por la falta de capacidad para responder a una recuperación muy rápida e intensa de la demanda. Como resultado, se han producido cuellos de botella en el comercio internacional y el encarecimiento de suministros y de la energía, lo que ha resultado en un repunte de la inflación que no veíamos en nuestro país desde 1992. Aunque la inflación siempre es un factor de incertidumbre, el escenario central de los principales analistas es que estamos ante un repunte temporal que se diluirá a lo largo de los próximos meses a medida que aumente la oferta y la demanda vuelva a niveles más normalizados.

Sin embargo, en 2022 contaremos con vientos de cola para afianzar la recuperación. Por un lado, continuará el apoyo del Banco Central Europeo, que mantendrá una política monetaria acomodaticia adaptándose a las incertidumbres económicas. Y, además, a la recuperación deben contribuir, sin duda, las remesas de fondos europeos.

Los fondos europeos Next Generation son la gran oportunidad para absorber los costes de las reformas económicas tantas veces pospuestas (laboral, educación, pensiones, etcétera) y realizar las inversiones en materia de sostenibilidad, digitalización y cohesión territorial que modernicen nuestra economía y mejoren nuestra competitividad. Siendo conscientes de que técnicamente tiene una gran complejidad, tenemos que hacer un gran esfuerzo para agilizar el despliegue de estos fondos, mejorar las ratios de ejecución y garantizar que se dirigen a proyectos transformadores. También deberemos asegurarnos de que las ayudas tengan la máxima capilaridad y lleguen a todo el tejido empresarial, en particular, a las pymes, que, en nuestro país, son las grandes generadoras de empleo.

Y, en este sentido, los bancos pueden jugar un papel muy importante a la hora de agilizar la llegada de los fondos a las pymes ofreciendo su capacidad para movilizar recursos, financiación adicional y una potente red de distribución.

En los próximos años tenemos la oportunidad histórica de salir de esta crisis con una transformación de nuestro país, de reformar nuestra economía y de colocarla en una posición de liderazgo. Aprovechar esta oportunidad depende de nosotros, de nuestra capacidad para entender los cambios, de nuestra capacidad de adaptación, de nuestras decisiones y de nuestro compromiso y trabajo. Y el esfuerzo merece la pena.