China está, literalmente, encerrada en su política de covid cero, que consiste en tratar de impedir los contagios a toda costa. Esa decisión implica cierres drásticos de ciudades clave para la economía global, como Shanghái. La ciudad, uno de los puertos más importantes del mundo y centro financiero, lleva un mes paralizada por completo. El país lleva más de dos años con unas medidas draconianas para entrar y salir (se exigen tres semanas de cuarentena para las personas, una semana para los productos). Los protocolos sanitarios han reducido diez veces el número de cargas y descargas en sus puertos. Y todo esto reverbera en todo el globo, España incluida. Cuando China estornuda, el mundo se resfría.

"La estrategia china de covid cero es un desastre para la economía del país y para la mundial”, opina para EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, diario que pertenece al mismo grupo que este medio, Alicia García Herrero, economista jefe de Asia-Pacífico de Natixis, en Hong Kong.

El resumen es el que sigue. Primero, en 2020, China acaparó materias primas y energía para poder afrontar el cierre del país. Eso elevó los precios en el resto del mundo. Ahora, sus importaciones se han reducido o estancado. Eso significa, por ejemplo, menos componentes automovilísticos españoles. Al mismo tiempo, el cuello de botella logístico fruto de las restricciones y el confinamiento de ciudades retiene o retrasa componentes que son necesarios en las fábricas de otros países. Pensemos en un semiconductor necesario para fabricar un vehículo en la fábrica española de Nissan, por ejemplo. Si no llega a tiempo, la cadena de producción se detiene, y esto provoca despidos, ERTEs o menos contrataciones.

Un trabajador, protegido con un EPI contra el coronavirus en Shanghai. EFE

“La política de covid cero está dañando de forma muy importante a la economía de todo el mundo”, confirma a este diario Javier Santacruz, economista y analista especializado en economía china. Las próximas semanas van a ser muy difíciles, vaticina.

Atrapados en la política de “covid cero” 

Nada más admitir que había un virus respiratorio mortal en circulación, a principios del 2020, China optó por confinamientos duros de su población. Lo mismo hicieron España o Italia en marzo de ese año y, a continuación, el resto del mundo. 

Pero más tarde las estrategias comenzaron a divergir profundamente. En Occidente se empezó a “bailar” con el virus, con cierres y confinamientos selectivos, y un elevado número de muertes. En China (o Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Vietnam y Nueva Zelanda) se optó por evitar el virus. Los fallecimientos por covid son allí varios órdenes de magnitud menores. Se optó por una estrategia de control y máxima supresión de la transmisión. Y se ha decidido mantenerla, a pesar de que la variante actual dominante, ómicron, es considerablemente menos mortal. Mientras, en Europa o Estados Unidos se ha comenzado ya la “gripalización”, es decir, la convivencia con el virus SARS-CoV-2 como si fuera un patógeno estacional más, centrándose en la protección de los vulnerables y las vacunas de refuerzo. 

Pero hay dudas sobre si la fórmula sigue funcionando. El pasado 27 de marzo, el Gobierno chino decretó el confinamiento de la ciudad de Shanghái y sus 26 millones de habitantes. Un mes después, así sigue: todo cerrado y unos auténticos “juegos del hambre” para conseguir comida, informa Adrián Foncillas. Ha habido ya medio centenar de muertos por el brote y miles de contagios. Se teme un confinamiento similar en la capital, Pekín. 

La consecuencia es una ralentización drástica de la economía china. El consumo se desploma. En marzo, las ventas al por menor han caído un 3,5%; la compraventa de vivienda se ha frenado, la de bienes durables como automóviles se ha hundido. 

“Yo llevo dos meses esperando la entrega de una silla infantil”, cuenta Alberto Lebrón, investigador del Instituto de Economía Política de la Universidad de Pekín. “Los confinamientos y la restricción de movilidad en China están afectando mucho, sobre todo al consumo, al turismo (antes salían de vacaciones 150 millones de chinos todos los años fuera de su país, y consumían artículos de lujo) y a la inversión. Sube el paro y algunas empresas quiebran”.

La fábrica del mundo no funciona, y no exporta o importa como antes. 

“Hay un atasco histórico en los puertos chinos difícil de solventar. Empezó a generarse a primeros de abril, y desde entonces se ha perdido el 80-90% del tráfico”, explica Santacruz. “Las consecuencias mundiales son brutales. Donde antes entraban y salían 100.000 toneladas de carga, ahora solo son 10.000. La estadística de tráfico portuario muestra que en los puertos chinos de Shanghái, Qingdao y Singapur (que depende de los puertos chinos) se mueve en torno al 10% del tráfico anterior. Esto está dañando a la industria global. La automotriz está prácticamente parada en todas partes del mundo”.

Otro sector afectado es el de la construcción. Falta maquinaria, bienes industriales o manufacturados básicos, como los ladrillos. 

No se prevé que la situación cambie pronto. El Partido Comunista de China no tiene en el horizonte un cambio de la política de “cero covid”. El nivel de vacunación es muy alto, pero la inmunidad natural es muy escasa, porque escasos han sido los contagios. Y el país está preparado para aguantar el envite. Tiene las reservas de materias primas, productos industriales y de energía llenas. “Va a estirar la situación y esto va a perjudicar al resto del mundo”, dice Santacruz. Alargará los confinamientos y las restricciones portuarias. Seguirán faltando camioneros y camiones, y personal para implementar las duras inspecciones y protocolos sanitarios de todo lo que entra y sale del país. 

Este golpe a la logística global ocurre mientras la economía global trata de recuperarse del “gran atasco” de finales del año pasado. Ahora se ha vuelto al punto de partida, pero en una situación de guerra, inflación y ralentización del crecimiento. “China puede aguantar, pero los demás no”, opina Santacruz. 

Impacto en la inflación

La política china del covid cero también está contribuyendo a incrementar el alza global de los precios.

El año pasado por estas fechas, desde septiembre de 2020 hasta junio del año pasado, China, India y el resto de los países del sudeste asiático acumularon reservas de todo tipo: petróleo, gas, materias primas alimentarias…. Acapararon la mayor parte del aprovisionamiento de materias primas. Ahí arrancó el problema de la inflación, entre otros, la subida del gas. La demanda del gigante asiático contribuyó a disparar los precios

Y ahora la revalorización del dólar y del yuan, monedas en las que se pagan las importaciones, lo encarece todo más. 

“Creo que el impacto de la política de covid cero en cuanto a presión inflacionista y retrasos en los envíos llegará a su máximo en mayo”, pronostica García. “No hay buenas noticias desde China, y la cosa se puede complicar si llevan a cabo el gran plan de infraestructuras que han anunciado”, argumenta. Habrá una demanda adicional de metales o acero para la construcción, lo que añadirá presiones inflacionistas en el mundo.