De lo que fue el enorme complejo industrial hoy sólo quedan un par de vestigios y una huella en el callejero. A unos metros del Rastro de Madrid, ahora pleno centro de la capital, durante casi un siglo la ciudad produjo su propio gas para alimentar todo el alumbrado público y un buen puñado de edificios institucionales.

Donde estuvo el epicentro de la antigua Fábrica de Gas de Madrid queda como herencia una colosal chimenea de ladrillos plantada en medio de un parque público y que fue la salida de humos de los grandes hornos; una antigua arcada que hoy sirve de entrada al jardín y antes fue la entrada a la planta; una de las sedes de la Agencia de Empleo del Ayuntamiento que antaño ocuparon las oficinas de la compañía gasista; y el resto de la amplia superficie de la desaparecida factoría lo ocupan decenas de bloques de viviendas.

El único homenaje cierto a ese pasado industrial que pocos tienen ya presente es que uno de los laterales de la antigua fábrica hoy lo recorre la calle del Gasómetro, que así es como se conocía popularmente a la planta. Y como heredada historia empresarial, en uno de los extremos de lo que fue el viejo complejo se encuentra actualmente la sede central de Enagás -el operador del sistema gasista nacional y gestor de la red de gasoductos- y que antes fue el cuartel general en la capital de Gas Natural (actual Naturgy).

La chimenea que es de los últimos vestigios que permanecen de la antigua Fábrica de Gas de Madrid. EPE

El gas 'made in Madrid'

Madrid se había quedado rezagada en el siglo XIX en la carrera por modernizar el alumbrado de sus calles. La iluminación pública había arrancado en Barcelona, Valencia, Cádiz, Málaga, Bilbao… también con sus propias fábricas de gas. Pero en la capital se habían dado tímidos pasos, alumbrando sólo el Palacio Real y sus más cercanos alrededores mediante una pequeña fábrica de gas instalada en 1833 en el propio palacio, y con un fracasado intento de poner en marcha una concesión municipal para el alumbrado público.

“La lejanía de las cuencas carboníferas” y “la falta de líneas de ferrocarriles que permitieran un rápido transporte de la hulla” son razones cruciales que apunta la historiadora María del Carmen Simón Palmer ('La instalación del gas en Madrid') para el retraso capitalino, amén del empeño inicial del Ayuntamiento de Madrid por utilizar aceite para la producción de gas.

El proyecto de poner en marcha el alumbrado empieza a tomar forma, de verdad, en 1946 con la constitución de la Sociedad Madrileña para el Alumbrado de Gas en Madrid, controlada por dos socios británicos; con la primera prueba en 1947 de iluminación con gas llevado por canalización al Paseo del Prado, la Calle del Prado y la Calle del Lobo (hoy de Echegaray); y con las obras en 1948 para levantar la primera gran fábrica de gas a las afueras de la capital, cerca de la Puerta de Toledo.

La planta producía gas mediante un compuesto de carbón (primordialmente hulla nacional) y de resina, pero el producto resultante era caro y de baja calidad frente al de otras ciudades que tenían facilidad para importar carbón británico. El complejo concentraba varios grandes hornos, los depósitos de almacenamiento de gas (los gasómetros), los almacenes de carbón e incluso durante un tiempo también viviendas para parte de los empleados.

“En Madrid, el escaso volumen de demanda particular de gas estuvo vinculado, por una parte, a la baja densidad del tejido industrial de la ciudad y, por otra, a la insuficiente calidad del gas, que hacía escasamente atractiva su utilización”, explica Mercedes Arroyo, de la Universidad de Barcelona ('Estrategias empresariales y redes territoriales en Barcelona y Madrid. 1832-1923'). “Ello provocó que el grueso de la producción se tuviese que derivar al alumbrado público”. En los años cuarenta del siglo XX se fue apartando el gas para empezar a generalizarse el uso de la electricidad para el alumbrado. La planta fue finalmente cerrada en 1967 para su posterior derribo.

Arcos de entrada a la antigua Fábrica de Gas de Madrid y que ahora dan acceso a un parque público. EPE

Cuando se construyó la fábrica en 1948 los terrenos estaban fuera de la capital, justo al otro lado de la verja que aún circundaba Madrid, entre la Puerta de Toledo y el antiguo Portillo de Embajadores. Apenas una década después, la planta ya estaba rodeada de viviendas tras la construcción del Ensanche de Arganzuela, para acabar siendo engullida de lleno por la ciudad y quedar a las puertas de lo que hoy es el Distrito Centro madrileño.

Globos, boxeo y supertrump

Otras rarezas están ligadas a la historia del recinto que ocupó la fábrica. Allí se eligió ubicar la sede del Real Aéreo-Club de España en 1905, con la presidencia honorífica de Alfonso XIII, y de allí partió el primer vuelo de globo aerostático sobre la capital, que aprovechaba el suministro de gas de la propia planta.

En la década de los cuarenta se levantó junto a la planta un recinto deportivo que acabó siendo mítico. El conocido Campo del Gas fue espacio de juego para múltiples equipos de fútbol de los barrios próximos, se erigió en uno de los grandes templos para la historia del boxeo patrio (por donde pasaron Pedro Carrasco o José Legrá) y fue sede de las durante un tiempo popularísimas veladas de lucha libre. Poco antes de que la zona deportiva acabara desapareciendo para convertirla en un parking, en 1983 sirvió de inopinado escenario para un concierto de Supertramp.