Hace meses que la posibilidad de tener que pasar el próximo invierno sin el gas procedente de Rusia y tener que racionar la energía que consumimos dejó de ser una mera hipótesis en la Unión Europea. Y, en las últimas semanas, las señales de que este desenlace podría estar más cerca de lo que muchos dirigentes europeos pensaban, se han multiplicado. Ante este escenario, la Comisión Europea ultima ya un plan de emergencia con el que reducir la demanda de gas en la UE desde este mismo verano de forma coordinada.

Entre las medidas que plantea a partir de octubre está la bajar el termostato de edificios públicos, oficinas y centros comerciales a 19º para reducir el consumo eléctrico, compensaciones financieras para las empresas que reduzcan el consumo y subastas para incentivar una reducción entre los consumidores industriales así como el uso de fuentes alternativas al gas.

El objetivo del nuevo plan de contingencia, bautizado con el título “Ahorra gas para un invierno seguro” y que la Comisión Europea presentará el miércoles 20 de julio, es preparar a Europa a nuevas interrupciones en el suministro e incluso a un corte total en el flujo procedente de Rusia. Un riesgo real dada la reducción gradual de las importaciones y el uso que hace Moscú de esta energía como arma política. Hasta el año pasado, Rusia enviaba el 40% del gas que consume la UE. El flujo actual ha caído a menos del 30% de la media recibida entre 2016 y 2021 e incluso al 20% en el mes de junio. 

En parte debido a la diversificación del suministro, por el aumento de las importaciones de gas natural licuado, pero también por las medidas “repentinas, injustificadas y unilaterales” adoptadas por el monopolio ruso, denuncia el Ejecutivo comunitario que dice "no hay razones para pensar que este patrón vaya a cambiar”. Según un estudio del think tank Bruegel, publicado la semana pasada, si Moscú decide bloquear todos sus envíos de gas, la Unión Europea no tendrá más remedio que reducir su demanda durante los próximos diez meses en un 15% porque las importaciones de gas natural licuado han llegado a su límite. 

Depósitos subterráneos, insuficientes

No todos los países sufrirían igual pero la UE no tendría más remedio que activar todos sus resortes porque con la obligación de llenar los depósitos subterráneos al 80% antes de que empiece el próximo invierno -y en caso de un corte total este porcentaje sería imposible de alcanzar- no sería suficiente. “Independientemente de una interrupción total a corto plazo, una pronta acción conjunta a nivel de la UE en este momento crítico del proceso de llenado del depósito reducirá la necesidad de una posible y más dolorosa reducción de la demanda más adelante en el invierno, en caso de interrupción de los flujos desde Rusia”, sostiene la Comisión, que insiste en que “la energía que se ahorra en verano es energía que se puede utilizar en invierno”. De hecho, actuar ahora “podría reducir el impacto de un corte repentino en el suministro en un tercio”

El plan, al que ha tenido acceso EL PERIÓDICO, diario que pertenece al mismo grupo que este medio, aboga por poner intervenciones regulatorias e incentivos al ahorro desde este verano, de forma coordinada y conjunta, porque “cuanto mayor sea la reducción vía acciones voluntarias, menos necesidad habrá de racionamiento para la industria en el futuro”. Bruselas apuesta por reducir el consumo eléctrico de aires acondicionados y sistemas de refrigeración y durante el invierno -de octubre a marzo- utilizando fuentes alternativas de calefacción, como bombas de calor en los edificios o con campañas de concienciación, para bajar un grado la temperatura de hogares pero también obligando, cuando sea técnica y legalmente posible, a situar el termostato de edificios públicos, oficinas y centros comerciales en los 19º.

Antes de llegar a medidas más drásticas de racionamiento de gas entre los consumidores no prioritarios -el plan establece criterios para definirlos - Bruselas también sugiere el uso de fuentes alternativas de combustible y subastas para incentivar una reducción del consumo de consumidores industriales, permitiendo a las industrias ofrecer reducciones del consumo de gas a cambio de compensación. Bruselas también sugiere la posibilidad de utilizar combustibles fósiles distintos al gas, incluido el carbón, siempre que sean temporales y no comprometan los objetivos climáticos.