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Crisis energética

Calefacción a 19ºC, apagado de luces, aceite a precio de oro: ¿estamos preparados para una ola de restricciones?

Sociólogos, politólogos, psicólogos sociales y activistas explican el porqué de la inacción ante la emergencia climática

Vecinas del barrio de Sant Roc, en Badalona, durante un corte de suministro eléctrico. Manu Mitru

Reparto de mantas en Dinamarca para aguantar el tope de 19ºC de calefacción fijado por el Gobierno. Apagado de luces en edificios públicos a las diez de la noche en España. Cierre del agua caliente para el lavado de manos en Alemania. No son argumentos de series como 'El colapso' o 'Apagón', son medidas de ahorro energético para este invierno. Pero los científicos, que consideran la crisis gasística por la guerra de Ucrania como un síndrome asociado al cambio climático –como lo son las 300 guerras que se libran por el agua–, prevén restricciones más caníbales.

No sería la primera vez. Entre 1973 y 1974, debido a la crisis del petróleo y las huelgas de los mineros del carbón, el Gobierno británico instauró la 'semana de tres días' de trabajo, las teles dejaron de emitir a las 22.30 horas y se vivió a la luz de las velas. Solo que ahora el asunto es más "retorcido", deja claro Timothy Morton, autor de 'Ecología oscura', porque "estamos 'dentro’ del problema –la biosfera dañada–, no tiene una duración limitada y no hay una autoridad central que tome decisiones".

Si eso es así, ¿por qué arrastramos tanto los pies? Un puñado de expertos trata de desmadejar el ovillo.

Trampa (informativa) para el cerebro

"Los seres humanos reaccionamos más a las 'representaciones del mundo' que a las realidades objetivas que tenemos delante, porque tendemos a reducir la complejidad para que sea asumible", explica Enric Pol, catedrático de Psicología Social y Ambiental de la UB. Y las fábricas de 'representación del mundo' son los medios de comunicación (de los 'tradicionales' a los canales de Kylie Jenner e Ibai Llanos).

Un estudio realizado por su departamento determinó que durante la crisis del 2008, las noticias sobre sostenibilidad buscaban la implicación de las personas. "Titulares como 'tienes que cerrar el grifo' consiguieron que el consumo de agua en la ciudad de Barcelona cayera a 60 litros por persona y día, cuando en París rondaba los 600", pone como ejemplo el catedrático. "La gente tenía una percepción de emergencia real".

Pasados los años, la información potenció –"¿de manera intencionada?" "¿en el momento en que empezamos a ser tratados como 'clientes'?"– la idea de que el cambio climático era un problema tecnológico, global, geopolítico. "El humano tiende a la solidaridad –asegura Enric Pol–, pero cuando el énfasis se pone en 'lo que dictan los poderes', a menudo con consignas contradictorias, hay una percepción de engaño". "Nadie quiere ser un pringado que baje la calefacción", aterriza el concepto el ambientalista Andreu Escrivà.

¿Apagón? Aquí no hay

"Evitamos la disonancia cognitiva y, a no ser que nos veamos forzados por razones que nos afecten muy directamente, nos quedamos con lo que pensábamos antes", explica el psicólogo social. Eso ocurrió cuando el covid campaba en China, y luego en Italia (quedaba 'lejos'). Pero, como entonces, "lo importante es no llegar a tener la emergencia, planificar el riesgo y establecer protocolos para no actuar de forma disruptiva", alerta Marc Martí-Costa, doctor en Políticas Públicas y Transformación Social por la UAB e investigador del Institut d’Estudis Regionals i Metropolitans de Barcelona.

Eso no ocurre. Cuenta Fernando Valladares, investigador del CSIC, donde dirige el grupo de Ecología y Cambio Global, que en un encuentro con agentes del sector eléctrico preguntó por la posibilidad de un apagón y un directivo de la Red Eléctrica de España, esbozando una sonrisa sardónica, le contestó: "En España nunca ha habido apagones". "El sistema eléctrico español es robusto, sí; pero nunca se habían registrado temperaturas de 47ºC en el norte de la Península", señala el experto.

Churras con merinas

"El mensaje público que se da ahora es que no hay riesgo", confirma Martí-Costa. Y mientras, el populismo alérgico a los cambios de modelo económico pone el énfasis en la cesta de la compra y en que la gente no puede pagar las facturas. "¿De qué nos va a servir la cesta de la compra si estamos muertos?", se pregunta Valladares, alertando de que se mezclan churras con merinas.

Y es así, prosigue el científico, por al menos tres motivos: 1/ "somos capaces de no soltar el pie del acelerador y seguir manteniendo el ‘business as usual’ hasta que nos estampemos, cosa que ya ocurrió en otras civilizaciones"; 2/ "no aceptamos las verdades incómodas, como que el rey está desnudo o que el cambio climático mata"; 3/ "por la pérdida de identificación y respeto a los mecanismos democráticos". 

La fábula de Mandeville

La tónica viene de lejos. Seguimos con los pies en el cubo de los mitos de la modernidad. "Estamos acostumbrados a considerar que la energía es abundante y creemos que siempre podemos encontrar nuevas fuentes a través del ingenio humano", explica Dominique Méda, directora del Institut de Recherche Interdisciplinaire en Sciences Sociales, y recuerda 'La fábula de las abejas' de Bernard de Mandeville (1714), que elogia el enriquecimiento privado como fuente de prosperidad pública, la idea de que el amor al lujo permite multiplicar por 10 la producción de bienes y de que la sencillez y la moderación llevan a la ruina. Y ningún agente económico está por el desmentido.

Para entrar con éxito en el nuevo ciclo –el de la "sobriedad" en palabras de Macron– "tendremos que conectarnos a los valores privados y colectivos de moderación y autolimitación", indica Méda. Y advierte que no basta con el 'crecimiento verde', que ensalza que podemos continuar produciendo y consumiendo mientras preservamos el patrimonio natural. "Implantar nuevas regulaciones –cuotas, racionamiento y prohibición–, fomentar el despliegue de nuevos modos –veganismo, autoproducción–, y destacar los beneficios derivados de estas nuevas prácticas –para la salud, el bienestar, el trabajo, las relaciones sociales– no lleva a ninguna parte".

Verdad sin paños calientes

"Cada vez hay más estudios científicos que demuestran que haber 'protegido' a los ciudadanos con mensajes edulcorados ha llevado a una sociedad que piensa que todo está en manos de alguien", explica Fernando Valladares. "Pero no hay nadie en la sala de oficiales. Estamos en un rumbo de colisión con los límites del planeta. Podemos adaptarnos, que lo hacemos bastante bien, pero tenemos que hacer mitigación, y para que funcione hay que empezar hoy, dentro de 10 minutos, ahora mismo".

Según el investigador del CSIC, el decrecimiento no es una opción, como no lo es la ley de la gravitación universal. "Lo único que podemos hacer es elegir qué queremos que ocurra: programar la desescalada y acompañar con medidas para los más desfavorecidos, o esperar un colapso en cascada".

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