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Opinión

Presupuestos y más allá

Las cuentas del Gobierno español son un poco optimistas en su estimación de crecimiento económico

Varios billetes de euro.

Incumpliendo los plazos marcados por el artículo 134 de la Constitución, el Gobierno ha enviado esta semana a las Cámaras los Presupuestos para 2022. Llevo, por razones profesionales, siguiendo, ayudando o, incluso, participando en los debates sobre Presupuestos desde 1993, cuando se decía que los Presupuestos Generales del Estado son la expresión cifrada, conjunta y sistemática de las obligaciones que, como máximo, puede reconocer el sector público y de las estimaciones de ingresos que se prevé liquidar durante el correspondiente ejercicio y, por ello, constituyen una pieza esencial en la ejecución anual del programa político del Gobierno. Son las matemáticas de la política y, en ese sentido, uno de los mayores debates parlamentarios del año. Por eso, ha sido (menos en una ocasión) el líder de la oposición quien da la réplica al titular de Hacienda que los presenta y defiende.

Si algún patrón puedo sacar de tantos años de debates presupuestarios es que todos los años, el Gobierno de turno dice que son los más sociales de la historia, los más adecuados al momento y lo que necesita España. Y todos los años, la oposición dice que son increíbles, que hinchan los ingresos y que son lo más negativo que le puede ocurrir a nuestro país. Y ello, con independencia del patrón más relevante de todos: en estos treinta años, calculo que entorno a un 80% del presupuesto se repite año tras año, con independencia de quien esté en el Gobierno porque tienen una fuerte estructura fija ya muy consolidada, tanto por ingresos, como por gastos.

 Mantengo que la pandemia ha generado una crisis económica atípica que hace muy difícil comparar la actual situación con ninguna previa. No obstante, me arriesgaré a sintetizar mis comentarios sobre lo que conocemos de los Presupuestos. Y dado que el propio Gobierno ha relacionado su aprobación con otras cosas que nada tienen que ver con los mismos, como la Ley de Vivienda, me permitiré añadir algunos otros comentarios adicionales sobre el contexto en que han situado los presupuestos.

Empezando por lo primero: considero un disparate desafortunado la afirmación efectuada, con una sonrisa, por el líder de la oposición como titular a una entrevista reciente: "España se encamina a la quiebra. Estamos abocados al rescate". Le aconsejo que abandone el mundo paralelo en el que vive (¡cuídese del síndrome Rivera!) y venga a hacerlo donde la mayoría de españoles que vemos las muchas dificultades por las que atravesamos, agravadas por la pandemia y por la herencia de degradación del sector público de la época Rajoy, pero con una esperanza basada en datos que nos hace llegar a una conclusión radicalmente distinta. Por ser breve en esto: nuestras exportaciones crecen (somos competitivos), las inversiones exteriores en España crecen (somos fiables) y aumenta la riqueza financiera neta de las familias a la vez que se reduce el déficit público disparado por la pandemia. Además, mantenemos superávit exterior, incluso con turismo disminuido y la prima de riesgo está hoy un poco por encima de 60 puntos porcentuales, frente a los más de 600 que alcanzó con Rajoy en 2012 cuando nos rescataron, de verdad. Pasemos página, que un mal día lo puede tener cualquiera.

Los Presupuestos son un poco optimistas en su estimación de crecimiento económico efectuada antes de la revisión a la baja del INE del segundo trimestre. En este momento, en inter trimestral (lo único que tiene sentido ahora), el primer semestre del año hemos crecido sólo un 0,5% y mucho tiene que mejorar el año para cerrar con más de un 5,5% de crecimiento del PIB. Desde ahí, pensar que en 2022 creceremos el 7% previsto por el Gobierno, suena hoy muy optimista. Sin embargo, en esta recuperación post pandémica tan atípica, yo lo veo como en la parte alta de la banda de lo posible, a espera de lo que ocurra con el tercer trimestre de este año. De hecho, el FMI acaba de actualizar sus previsiones y sitúa nuestro crecimiento para 2022 en un 6,4%, no tan alejado del Gobierno.

Dado que el techo de gasto ya está aprobado en 196.142 millones de euros, ¿son optimistas los ingresos no financieros previstos? Pues depende. Si lo medimos en stock, son un 18% superiores a los de 2019 para un nivel de PIB ligeramente por debajo. Pero si medimos el flujo, la constatada elasticidad de nuestros ingresos al crecimiento los hace creíbles, dentro de la banda posible de crecimiento del PIB. Dos datos son más relevantes: el déficit público sigue su desescalada desde el 11% del PIB que alcanzó el peor año de la pandemia hasta situarse en el 5% en 2022. La deuda pública, por su parte, también disminuye como porcentaje al crecer el PIB, pero, lo que es más relevante, continúa siendo menos gravosa que antes gracias al apoyo del BCE cuyo eventual cambio de política sólo afectaría a las nuevas emisiones y no al actual volumen. En ese contexto, es más relevante seguir el coste de la deuda sobre presupuestos (capítulo III) que su porcentaje total: en 2022 pagaremos 26.000 millones de euros por la deuda frente a los 35.000 que pagamos en 2013, entonces con unos tipos de interés muy superiores. Más preocupa, en este sentido, ese déficit estructural cercano al 4% del PIB que hace muy difícil reducir la deuda en volumen.

Tres son los asuntos a destacar por el lado del gasto, una vez la reforma fiscal queda pospuesta al Informe que en febrero próximo presentará el grupo de expertos: hay una clara apuesta por los jóvenes (becas, bonos varios, ayuda vivienda) con cifras que duplican las del año anterior; el aumento de transferencias a la Seguridad Social hasta alcanzar el récord de 36.300 millones de euros (lo que no evitará que la SS siga teniendo déficit que se pagará con deuda) y el fuerte incremento de la inversión pública que se situará por encima de los 40.000 millones al sumarse los 27.600 millones previstos de los nuevos fondos europeos.

Más allá de los Presupuestos, pero vinculado a ellos, tenemos que hacer dos breves menciones a la Ley de Vivienda y a las reformas pactadas con Bruselas. Sorprende de la primera que, si uno de los objetivos del Gobierno es incrementar el número de viviendas puestas en alquiler para bajar el precio de los mismos, con las medidas anunciadas de limitación de alquileres y cesiones forzosas de pisos construidos, lo que está consiguiendo es espantar a aquellos promotores que ya tenían planes de construcción masiva de vivienda en alquiler libre.

La segunda, tiene que ver con el calendario y el método pactado con la Comisión Europea para que proceda a la liberación de los fondos Next Generation. Durante 2022, está previsto: cuatro temas claves de la reforma laboral (políticas activas, subcontratación, negociación colectiva y estatuto de los trabajadores) y dos en pensiones (autónomos y, sobre todo, factor de sostenibilidad). Asuntos, todos ellos, que acabarán marcando el año político y económico mucho más, incluso, que los Presupuestos. Si continua el control a la baja de la pandemia, tendremos suficientes asuntos importantes sobre la mesa como para no aburrirnos. Espero que, para entonces, el líder de la oposición arrincone su actual posición de “esperar el caos que ya lo arreglaremos nosotros” y se muestre más proactivo a la hora de dar a conocer sus políticas. Alternativas a Sánchez, desde luego, pero al viejo PP, también. Espero. Ya que para eso dijo que se cambiaba de sede, ¿no? 

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