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Cuentos corrientes

Un año de fiesta... y ¿resaca?

Se consolida la sensación de ‘Carpe Diem’. Aprovechar lo máximo hoy

Unas tijeras cortando una cinta. EPC

La España post pandemia iba camino de convertirse en una fiesta continua. El nivel de ahorro generado durante los últimos dos años debido a una caída del gasto en ocio y viajes abría las puertas a unos felices años veinte. Madrid, epicentro del jolgorio, se manifestaba en Europa como la mejor ciudad para pasárselo bien y gastar lo que no estaba escrito. Barcelona, a la zaga, ya ha empezado a despertar. En el resto del país, tras el letargo, estaban regresando los coches a las carreteras en busca de pasar fines de semana, puentes y acueductos en playa y montaña. El verano preveía colocar el cartel de completo en los alojamientos turísticos, desde hoteles de primera categoría hasta sencillas casas rurales. El miércoles, cenando en una terraza al aire libre en la zona noble de Barcelona, un amigo abogado me contaba sus planes de vacaciones y, oh sorpresa, su interés en comprar un piso en Sitges ¡pensando en la jubilación! Benditos ahorros que tienen algunos. ¿Inviertes en Bolsa? Carcajadas como respuesta. Ladrillo siempre, responde.  

Siempre es difícil realizar pronósticos. Los grandes oráculos económicos y financieros, desde el Fondo Monetario Internacional hasta los equipos de análisis de los grandes bancos, aciertan lo justo. Hace seis meses negaban que la inflación pudiera ser un problema. Se estaban produciendo claros desajustes en la cadena de suministros de materias primas y de productos elaborados simplemente porque salíamos del agujero negro creado por el covid-19. Todo acabaría equilibrándose y los bancos centrales, dueños de la emisión monetaria y compra de deuda virtual, podrían vadear la situación con paciencia y sin necesidad de subir los tipos de interés, el instrumento que sirve para modular el precio del dinero.

Más que sustos

En medio del fragor, llegaron dos inesperados acontecimientos. El 24 de febrero Rusia invade Ucrania iniciándose una nueva y terrible guerra en Europa. Y China intensifica el cierre de sus poblaciones a niveles de tolerancia cero debido a nuevos brotes de coronavirus; su economía se desinfla. 

Los analistas empiezan a registrar en sus mapas de ruta una palabra que no se recordaba desde finales de los años setenta: estanflación. A la posibilidad de que la subida de precios no se controle, como sugerían los más pesimistas del barrio, se le une un parón imprevisible del crecimiento económico que, incluso, podría generar recesión en la mayoría del planeta. Un informe publicado esta semana por el Institute of International Finance (IIF) estima que el crecimiento mundial puede caer al 2,2% en 2022 frente a 6% de crecimiento de 2021. Para la Unión Europea, la previsión es de un 1%. Basta otro susto para entrar en terreno negativo. Estas peores expectativas empiezan a cobrarse sus víctimas en los principales mercados. Desde la volatilidad en los precios de las principales materias primas agrícolas y minerales hasta la Bolsa. Los principales índices bursátiles, tras un eufórico 2021, han retrocedido en sus registros a sus valores de finales de 2020. Las grandes empresas tecnológicas (Amazon, Facebook, Apple, Google, Netflix, etc) han sido las que peores caídas han sufrido. Las expectativas de crecimiento se han difuminado.

¿Y septiembre? 

Se lo pregunto a un veterano empresario, presidente de una empresa familiar industrial con presencia en medio mundo. Sopla y frunce el ceño. «No soy optimista». Se consolida la sensación de ‘Carpe Diem’. Aprovechar al máximo estos meses por lo que pueda ocurrir mañana. Las empresas rehacen presupuestos estableciendo escenarios múltiples. Y se preguntan: ¿Hasta dónde subir los precios para controlar el aumento de costes por falta de suministros? ¿Cómo poder gestionar las previsibles subidas de salarios en medio de la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores?

Este nuevo cúmulo de interrogantes se presentan en una España que ha visto como su mercado laboral ya ha superado los 20 millones de empleos, un 42% de la población total. Desde el Gobierno se insiste en insuflar optimismo e insistir que la coyuntura de estos meses es puntual y que todo se acabará arreglando. El Banco de España, un Pepito Grillo necesario, advierte de fuertes nubarrones y reitera la necesidad de aplicar grandes, entendibles y consensuadas medidas estructurales. El guirigay que se ha generado alrededor de las políticas energéticas es solo un ejemplo de funcionar a base de mazazos. ¿Y los fondos europeos? Llegando a paso de caracol.

Siempre habrá la opción de seguir echando la culpa a factores externos: de Putin a China; pero en la intensidad de la resaca también influirán los deberes que toca hacer en casa.

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