Hace un par de días Alberto Soler, conocido psicólogo, lanzaba en sus Píldoras de Psicología un mensaje muy claro: les debemos a los niños que se quiten las mascarillas primero. Hablamos con él sobre esta idea, que considera "un gesto bonito hacia la infancia": "Que los adultos les cedamos durante unos días o semanas el privilegio, que les esperemos", porque, considera "hemos abusado de su capacidad de resiliencia, creyendo que esas medidas no les afectaban o que su capacidad de aguante era infinita".

Alberto, cuéntanos, ¿en qué consiste la idea que planteas a los políticos españoles respecto a la retirada de la obligatoriedad de llevar mascarillas?

Básicamente la propuesta es que tengamos un gesto como sociedad hacia la infancia, un sector especialmente damnificado por la pandemia. Ahora que comenzamos a pensar en el fin de las mascarillas, inicialmente en espacios abiertos, sería un gesto bonito hacia la infancia permitirles que fueran ellos los primeros en poder prescindir de esta medida de protección. Realmente no sería tanto que ellos se pudieran quitar antes la mascarilla, sino que los adultos les cedamos durante unos días o semanas el privilegio, que les esperemos. Al igual que ellos nos esperaron y fueron los últimos en poder salir en el confinamiento. De hecho ellos las han llevado todo este tiempo por nosotros, porque para ellos este virus no es tan peligroso como para los mayores. Si nos la podemos quitar todos, ellos deberían poder quitársela antes.

En el vídeo que has lanzado, pides que se lleve a cabo esta medida aunque sea como un “gesto simbólico", ¿por qué es necesario este gesto hacia ellos?

No hay más que mirarles a la cara. La mayoría tienen la mascarilla tatuada. Cosa mucho menos frecuente en los adultos. Y es que niñas y niños han mostrado una conducta ejemplar desde el inicio de la pandemia. Han cumplido de manera exquisita las normas que les hemos puesto, normas que han sido muy necesarias para poder controlar la situación sanitaria, pero que poco a poco vamos relajando. Ellos las han hecho con responsabilidad, sin protestar, sabiendo que su papel era importante. Pero también hemos abusado de su capacidad de resiliencia, creyendo que esas medidas no les afectaban o que su capacidad de aguante era infinita. Y no lo es. Ya comenzamos a ver consecuencias físicas y emocionales en la infancia, y se hace cada vez más necesario una vuelta paulatina a la normalidad. Mientras tanto, un gesto público de reconocimiento, mostrar que no les hemos olvidado, creo que sería un detalle bonito hacia ellos.

¿Qué opinas de que se haya calificado a niños y niñas como héroes y heroínas por su comportamiento ejemplar durante la pandemia?

Cuando escuché las declaraciones de la ministra me parecieron francamente desafortunadas porque, cualquiera que tenga contacto directo con niñas y niños pequeños sabe que llevar mascarilla tantas horas al día no es nada divertido. Las niñas y los niños lo han hecho genial, sí, pero también están agotados, con necesidad de recuperar la normalidad en sus relaciones sociales, en sus hábitos y en sus rutinas. No sé si se sienten héroes, pero me temo que se están agotados. Como los mayores, por cierto. Hablamos mucho de la fatiga pandémica para nosotros adultos, pero ¿nos pensamos que ellos se toman todo esto como un juego? Un juego se coge y se deja cuando uno quiere. Si te obligan a llevar mascarilla 6, 8 o 10 horas al día, me parece complicado verlo como algo divertido. Y pese a ello su conducta ha sido ejemplar. Pero, por favor, no abusemos de su aguante.

¿Nos pensamos que ellos se toman todo esto como un juego? Un juego se coge y se deja cuando uno quiere. Si te obligan a llevar mascarilla 6, 8 o 10 horas al día, me parece complicado verlo como algo divertido.

¿Crees que los niños y niñas han sido los grandes olvidados de esta pandemia?

Quizá no los grandes olvidados, pero sí unos grandes olvidados. Porque no se les ha tenido en cuenta, no se ha pensado en ellos a la hora de articular las medidas y tomar decisiones. Son ciudadanos con necesidades y derechos que han sido ignorados y olvidados, al tiempo que poníamos el foco en otras franjas de edad. Priorizamos el ocio adulto al movimiento infantil, el terraceo a los parques. Merecen ser puestos, de nuevo, en el espacio público con un reconocimiento de su esfuerzo. Por otro lado, no quiero decir que son solo ellos los olvidados porque también me parece muy grave la soledad de nuestros mayores en las residencias todo este tiempo. Para todos ha sido complicado este tiempo de pandemia, pero pienso que los más mayores y los más pequeños, que dependen todos de nosotros, han tenido algunas dificultades añadidas, y no podemos olvidarnos de ellos.