El 20 de noviembre de 1989 se aprobó la Convención sobre los Derechos del Niño. Entre los derechos que reconoce esta norma están el derecho a expresar su opinión y que sea tenida en cuenta, la responsabilidad de padres y madres en la crianza de los hijos, la obligación del Estado de brindar la asistencia necesaria, de proteger a los niños contra los malos tratos, el derecho a la educación y al juego… En este artículo reflexionamos, de la mano de nuestros expertos, sobre los derechos de nuestros hijos e hijas. 

Derecho a ser respetados y a no ser etiquetados

Igual que cualquier otra persona, nuestros hijos tienen derecho a ser respetados como personas con dignidad. María Soto, experta en Disciplina positiva, señala que “si habláramos a nuestros amigos como hablamos a nuestros hijos, ¿cuántos amigos tendríamos?”. Pero ¿qué pasa si perdemos los nervios en alguna ocasión porque hemos perdido la paciencia?

María nos recuerda que “cuando las emociones se desbordan, el cerebro racional se apaga. No actuemos en ese momento. Elegir no actuar si hijos o padres y madres estamos nerviosos y desbordados exige valor para controlarnos, respeto hacia nuestros hijos y hacia nosotros mismos y la confianza de que la calma nos dará la solución”.

"Las etiquetas son muy peligrosas porque acabamos comportándonos de acuerdo a ellas"

Alberto Soler - Psicólogo

El respeto va de la mano con que eliminemos las etiquetas de la educación de nuestros hijos. El psicólogo Alberto Soler señala que “las etiquetas que ponemos a los alumnos, a nuestros hijos, a los profesores, a nuestros compañeros de trabajo… acaban haciendo que les ofrezcamos un trato diferenciado”. 

Los niños que etiquetamos como buenos son los fáciles de manejar en el día a día, y los malos los que cuesta más manejar. Y esto tiene mucho que ver con los problemas de conciliación: a última hora del día ellos están insoportables, pero nosotros más. En esos momentos no hay margen para el error. Un niño que protesta, que dice que no se quiere poner esa ropa, que eso no se lo quiere comer... es un niño que nos pone muy difícil nuestra jornada, que nos hace muy difícil llegar al final del día. Vivimos en una sociedad que no nos da margen para el error”. 

Alberto insiste en que “las etiquetas son muy peligrosas porque acabamos comportándonos de acuerdo a ellas. Si yo ya soy malo, ¿qué voy a hacer? No tengo ningún margen”, y nos anima a “corregir una conducta adecuada de una manera adecuada y específica”.

Los niños malos no existen, existen niños a los que etiquetamos como "malos" Unsplash

Derecho al amor incondicional

Nuestros hijos tienen derecho a unos padres que los quieran de un modo incondicional, independientemente de sus conductas. Cristina Gutiérrez, experta en Educación Emocional, resalta que “para el bienestar emocional de nuestros hijos es fundamental transmitirles amor incondicional: “Seas quien seas siempre te querré igual”. Antonio Ortuño, también en nuestra plataforma, no duda en afirmar que la base de la educación es “amor incondicional y límites respetuosos”.

Derecho al tiempo libre y al juego

Nos decía Eva Millet que, con tanta sobreprotección y tanta obsesión por querer prepararlos con mil actividades, “nos estamos cargando el patrimonio de la infancia, que es el tiempo para jugar. La hiperpaternidad ve el juego como una pérdida de tiempo, pero es importantísimo para su desarrollo y además es un derecho reconocido por las Naciones Unidas”.

La maestra Mar Romera afirma que, en la sociedad actual, “no estamos teniendo en cuenta las necesidades de los niños, que son muy simples: es jugar. Les hemos robado los espacios, les hemos robado el tiempo, la posibilidad de crear, porque incluso les hemos robado los juguetes. El tiempo está absolutamente limitado y programado y el niño necesita tiempo para jugar. El juego en el niño es el elemento básico, pero es su juego, no el juego que nosotros, los adultos, nos hemos inventado. Un niño necesita tiempo y calma para jugar, para tocar, para subir, para caerse, para esconderse”.

Derecho a ser escuchados

A todos nos gusta que nos escuchen y a los niños también. Escuchar de verdad a nuestros hijos, mirándolos a los ojos, sin ensayar lo que les vamos a decir y sin juzgar, es la base de una buena comunicación con nuestros hijos.

"Llamar a la puerta de tu hija de 16 años y preguntarle: “¿Estás bien?, ¿necesitas hablar de algo?” reblandece más su corazón adolescente que mil baladas de su grupo favorito"

María Soto - Experta en Disciplina Positiva

Como nos dice María Soto, “tener la humildad de ponerse de rodillas, mirar a un renacuajo de 5 años a los ojos y decirle, “¿cómo solucionamos esto?”, escucharle con atención y tener en cuenta su punto de vista tiene más efecto que cualquier sermón, bronca, castigo, reprimenda o chantaje que se haya hecho jamás. Se llega mucho antes a una solución….y de eso se trata, ¿no? Llamar a la puerta de tu hija de 16 años y preguntarle: “¿estás bien?, ¿necesitas hablar de algo?” reblandece más su corazón adolescente que mil baladas de su grupo favorito, aunque jamás lo reconozca…”.

Derecho a participar en la toma de decisiones

Mar Romera subraya que nuestros hijos “tienen derecho a la participación, a opinar sobre los asuntos que les afectan. Me atrevería incluso a reivindicar que los niños puedan votar desde su nacimiento. Sé que parece una locura. En definitiva, sería una educación con la infancia, y no para la infancia”.

María Soto nos recuerda que nuestros hijos “nos están pidiendo horizontalidad, respeto, formar parte activamente en la familia. Tienen muchísimo que aportar desde su imaginación desbordante, su capacidad para ilusionarse y esa manera nueva de mirar al mundo. Nuestro mayor reto es sustituir las luchas de poder en la familia por colaboración desde el respeto y la confianza”.

Derecho a moverse y a pasar tiempo al aire libre

Un estudio realizado por la marca "Skip" (2017) revelaba que los niños pasan menos de dos horas al aire libre, menos incluso que muchos presos. Heike Freire señala que “los niños de hoy salta a la vista que pasan mucho más tiempo en lugares cerrados”. Esta experta recuerda que el contacto con la naturaleza crea un ”sentido de conexión que se destruye a través del aislamiento” y esta conexión “para muchísimos profesionales de la salud es la clave de la salud de la persona a todos los niveles”. No podemos olvidar que el movimiento al aire libre es una necesidad biológica de nuestros pequeños.

Los niños tienen derecho a jugar y moverse al aire libre Unsplash

Derecho a que sus emociones no sean menospreciadas

Queremos que nuestros hijos sean empáticos, pero a menudo no respondemos con empatía ante sus emociones. Por eso Mar Romera nos recuerda que “no hay que enjuiciar. En la educación cotidiana de casa ha influido mucho la cultura judeocristiana. Hay emociones que parece que está prohibido sentirlas.  La educación emocional viene con el respeto y la construcción del autoconcepto. Se trata de entender qué siento, cuándo lo siento, por qué lo siento, qué me hace sentir así y conocerme, sin juicio. Los papás y las mamás estamos muy habituados a decir: “no tengas miedo”, “no te enfades”, “no estés triste”… No se trata de no sentir, se trata de conocer lo que siento, amarlo y poder gestionarlo”. 

Derecho a equivocarse

En un mundo competitivo donde se pretende la perfección, parece necesario reivindicar el derecho a equivocarse. Y es que no podemos olvidar uno de los grandes aprendizajes que nos dejó Noelia López-Cheda: “Nos estamos olvidando de que cuando nuestros hijos prueban y fallan, aprenden. Y cuando prueban y aciertan se llevan un chute de autoestima”.

Derecho a unos padres que se cuiden

Si nosotros no nos cuidamos, no podremos cuidar bien y además no les estaremos enseñando a cuidarse, pues somos su modelo. Eva Bach, experta que nos brinda grandes ideas para educar, señala que “cuando los padres estamos bien, los hijos están bien. Por eso tenemos que cuidar nuestro propio mundo afectivo, emocional, personal, y nutrirlo”

La experta en infancia Pepa Horno resalta que “el cultivo del cuidado personal y de mi intimidad debe ser visto como una inversión en la salud emocional de mis hijos e hijas o de los niños, niñas y adolescentes que tengo a mi cargo” y recuerda que “en los aviones, en las instrucciones de seguridad siempre dicen “pasajeros que viajen con niños, pónganse primero la mascarilla y luego póngansela a ellos”. No podremos educar la alegría si estamos mal. Introducir pautas de autocuidado semanales no es una opción, es parte de ser familia consciente o educador consciente: una clase de algo que nos guste a la semana, a ser posible de trabajo corporal que nos permita el contacto con nuestras propias sensaciones corporales, un café con amigos, un espacio de pareja…”.

Derecho al optimismo y al sentido del humor

Nuestros hijos tienen derecho a un hogar con buen ambiente, donde las sonrisas, las risas y la alegría sean un ingrediente fundamental. Hablar del sentido del humor en la educación es volver al inmenso legado que nos dejó Carles Capdevila, que resaltaba que “uno de los principales problemas que tenemos los padres hoy en día es que hablamos de la educación de nuestros hijos muy preocupados. Nos lo tomamos muy en serio y eso es muy importante, pero casi preferimos estar angustiados que alegres. Yo pienso que se pueden tener dos hijos adolescentes y hablar bien de ellos. Cuando eduquemos y cuando hablemos de la paternidad y la maternidad creo que es importante que intentemos buscar esta sonrisa, esta alegría, la espontaneidad, la naturalidad. Que nos levantemos por la mañana diciendo: “Esto es muy difícil pero vamos a divertirnos”.

Derecho a que sus padres quieran aprender

Ya sabemos que los niños no llegan con un manual de instrucciones, así que, como nos decía Sonia López, del Club de Malasmadres, “el de madre es el único oficio en que primero te dan el título y luego cursas la carrera”. Así que nos toca aprender sobre la marcha y reconocer que no lo sabemos todo. Eva Bach considera que es muy importante “crecer para ayudarlos a crecer”.

“El de madre es el único oficio en que primero te dan el título y luego cursas la carrera”

Sonia López - Club de Malas Madres

Derecho a unos padres tranquilos e imperfectos

Gregorio Luri lo tiene claro. Se manifiesta “partidario de añadir a la Declaración de Derechos del Niño dos nuevos derechos. El primero diría “Todo niño tiene derecho a tener unos padres tranquilos”, que no vaya con la lengua fuera intentando ser modelo permanente de sus hijos, dinamizadores culturales de su vida, maestros y no sé cuántas cosas más. Y el segundo es que “Todo niño tiene derecho a tener unos padres imperfectos”. Ser adulto significa, entre otras cosas, aprender a querer a alguien a pesar de que eres consciente de sus imperfecciones”.