¿Has sentido alguna vez la presión de ser la madre perfecta? Parece que las madres tenemos que ser madres perfectas, tenemos que tenerlo todo bajo control, estar siempre de buen humor, hacer comidas ricas y sanas… No siempre es una presión externa, sino que en muchas ocasiones somos nosotras mismas las que nos exigimos demasiado y nos sentimos culpables si no llegamos a todo, pero ¿qué pasa si no somos tan perfectas? Jessica Gómez (escritora y bloguera) y Melisa Tuya (periodista y escritora) abordan en su ponencia "La educación no es un cuento la idea" de las madres imperfectas.

El cuento de la madre perfecta

Jessica comienza haciendo una pregunta al aire: “¿Habéis oído hablar de las madres que son perfectas? ¿Alguien? Yo tengo un cuento sobre ellas, sobre las madres perfectas”, dice. Y empieza a leer el cuento de La madre perfecta. El relato describe a esta madre que se levantaba siempre con una gran sonrisa, preparaba unos desayunos sanos para sus hijos con frutas, avena y semillas, y luego les despertaba. “Sus hijos se levantaban a la primera, encantados, y se tomaban, por supuesto, sus desayunos de avena, que les encantaban”, sigue contando Jessica y sacando risas entre los asistentes. “A la niña, cada mañana, le hacía una perfectísima trenza de raíz, ¿qué digo una? Dos, dos trenzas de raíz, una a cada lado.

Y luego la madre perfecta llevaba a sus hijos al perfecto colegio en un coche, que siempre tenía superordenado y que olía a limpio siempre. Después iba a sentirse realizada en su perfecto trabajo que, como no podía ser de otra manera, era perfectamente compatible con la vida familiar”, continúa Gómez.

Tal y como cuenta Jessica, la madre perfecta tenía tiempo para irse todas las mañanas a la cafetería de la esquina a comerse un cruasán y tomarse un capuchino, y antes de recoger a los niños, hacía una sanísima comida, “que encima de ser sana era preciosa a la vista también para subir la foto a Instagram”, explica la escritora. “La madre perfecta sieeempre sonreía, siempre, siempre estaba de buen humor, nunca perdía la paciencia ni se le escapaba un grito, ni hacía cosas de esas que hacen las madres que son malísimas. La madre perfecta era así, humillantemente perfecta”, y así termina Gómez la fábula y da paso a Melisa.

Melisa Tuya: “Lo que merece la pena en la vida es que nuestros hijos sean felices y buenas personas”

En la misma tónica, pero menos drástica, Melisa habla de las madres regulares. “He venido vestida de gris para hacer una oda a lo gris, a lo regular y a lo imperfecto”, aclara. Nos cuenta que tiene dos hijos, dos perros, dos blogs, dos perfiles en redes sociales, su trabajo en el periódico y muchas aficiones, “ahora, por ejemplo, me ha dado por aprender japonés”. Reconoce que muchas veces, la gente le pregunta que cómo lo hace (“porque uno de mis niños tiene una discapacidad, tiene autismo, además es muy dependiente”, dice). 

Y Melisa nos da su clave: “Yo siempre contesto, con sinceridad, que lo consigo porque lo hago todo regular, porque he llegado hasta un punto en el que he sido capaz de comprender que intentar no hacerlo todo perfecto es una buena manera de ir por la vida”. Y pone un ejemplo de su hija para explicarlo. “Mi hija ha decidido pegar un estirón justo ahora cuando ya le había comprado todas las mallas, y los tobillos se le ven. Yo le dije: ‘Hija, yo he visto que en el centro de Madrid la gente moderna va así, no pasa nada’”, cuenta arrancando los aplausos del público.

Melisa Tuya durante su ponencia en el evento Educar es Todo PABLO OLIVA PEREZ

La periodista continúa explicando su idea: “Realmente no pasa nada y hay que intentar ver la vida de esa manera, de la manera en que solo es importante lo que realmente es importante. Que tu marido lleva toda la tarde con tus hijos jugando a juegos de mesa, el lavavajillas está sin recoger y tú llegas a casa cansada, pues no pasa nada, por qué nos vamos a enfadar por eso. Hay que empezar a valorar lo que es realmente importante en la vida, lo que realmente merece la pena, y lo que merece la pena en la vida es que nuestros hijos sean felices y buenas personas, y que nosotros lo seamos también”, dice.

"Hay que empezar a valorar lo que es realmente importante en la vida, lo que realmente merece la pena, y lo que merece la pena en la vida es que nuestros hijos sean felices y buenas personas, y que nosotros lo seamos también"

Melisa Tuya - Periodista

Concluye Tuya contando su experiencia personal cuando le diagnosticaron el autismo de su hijo: “Es un momento en el que la foto de familia perfecta se me rompió, me fui a un texto que había escrito en mi blog cuando el niño aún no había nacido, y yo decía que lo único que le pedía a mi hijo, mis únicas expectativas que yo tenía para él, era que fuera feliz y buena gente. Lo volví a leer y dije “Esto sigue siendo posible”. Tiene autismo, que tenga lo que tenga, que sea feliz y buena gente sigue estando así y sigue siendo posible. Así que vamos a por ello, y todo lo demás, podéis decirlo conmigo: “No pasa nada”.

Jessica: “Los hijos de la madre desastre la adoran aunque sea un desastre”

Después de habernos leído el cuento de La madre perfecta, Jessica retoma su intervención. “Ahora os voy a contar otro cuento, el cuento de La madre desastre (esta soy yo). De los dos cuentos, uno es fantasía y el otro está basado en hechos reales”, cuenta desatando una vez más las risas de la audiencia.

“Esto era una madre que, a la quinta vez que le sonó la alarma del móvil, se levantó y se dio cuenta de que ya era tarde, para variar. La madre desastre fue arrastrándose a la cocina, se calentó el café y preparó dos tazones de cereales para los niños, y luego los intentó despertar, pero al final los tuvo que arrancar de la cama y llevárselos en brazos hasta el salón porque no había manera. Luego a la niña no le apetecían cereales, quería galletas, entonces la madre desastre le dio las galletas, se comió ella sus cereales y al final el café se lo tomó frío”, relata con mucha gracia comparando la misma situación en la vida de La madre perfecta y en la de la desastre.

Jéssica Gómez durante el evento Educar es Todo PABLO OLIVA PEREZ

Y continúa el cuento: “Se había propuesto firmemente que esa mañana no iba a gritar, así que le pidió al mayor, dulcemente, que por cuarta vez se pusiera los calcetines. Y mientras tanto, se fue con la pequeña al baño y la niña le dijo:

  • ‘Mamá, ¿me haces una trenza como la de Lola?’ Pero la madre desastre no sabía hacer trenzas de raíz y le dijo:
  • ‘Cariño, yo es que esas trenzas no las sé hacer’.
  • ‘Bueno, ¿y una normal?’, le dijo la niña.

La madre desastre le hizo una trenza normalita y la niña se fue supercontenta porque le puso un prendedor de la peli de Trolls. Para cuando terminó de hacer la trenza, la madre desastre se miró al espejo, miró el reloj, vio la hora que era y se enfrentó a su dilema de todas las mañanas: ¿Me peino o me lavo los dientes? Porque las dos cosas ya no me da tiempo (risas). La madre desastre se fue al salón con el pelo fatal, pero con los dientes limpios, y vio que el mayor todavía no se había puesto los calcetines. La madre desastre, como era un desastre, gritó, se le escapó un grito.

Los niños llegaron tarde al colegio y, en el último momento, la madre desastre le quitó a la niña un gusanito del culo que se le habría quedado pegado en el coche, y después se fue a trabajar. En el descanso, le apetecía irse a tomar un café con un cruasán, pero había visto un vídeo en Facebook de una receta superchula con espinacas y se fue al súper a comprar espinacas. La madre desastre terminó tarde de trabajar, cuando llegó al colegio los niños ya le estaban esperando en la puerta, y la madre desastre se sintió superculpable por haber llegado tarde. Cuando los niños preguntaron que qué había para comer y la madre desastre les dijo que pastelitos de espinacas, hubo una revuelta civil en el salón y la madre desastre, como era desastre, al final dijo ‘Me pido una pizza’. Y fin”, dice Jessica.

Para finalizar la ponencia, la escritora, bloguera y madre de tres hijos anuncia que nos tiene que contar un secreto: “El secreto es que los hijos de la madre desastre la adoran aunque sea un desastre. Para ellos no hay una madre mejor en el mundo, y eso es algo que creo que valoramos poco. Deberíamos ser más conscientes de cuánto nos quieren nuestros hijos y de que no nos necesitan perfectos, nos necesitan felices, porque nos quieren así, como somos. Y eso, por suerte para muchos, no es ningún cuento”.