Eva Bach es pedagoga, conferenciante, profesora y autora de "Adolescentes, qué maravilla", un libro centrado en los aspectos positivos de la adolescenciaCon serenidad y mucha emoción, en esta entrevista nos habla de la entrada de aire fresco que supone esta etapa en la vida de nuestros hijos y de la oportunidad para crecer que nos brinda a padres, madres e hijos.

  • Eva, en la introducción de tu libro, "Adolescentes, qué maravilla", reconoces que los padres y madres tienen miedo a la adolescencia y sus dudas se centran en la convivencia diaria, mientras que antes se centraban más en sexo y drogas. ¿Por qué crees que tenemos tanto miedo a esta etapa?

Hay tres o cuatro motivos. El primero de ellos es el miedo al cambio en sí mismo. La adolescencia nos obliga como padres a cuestionarnos, a adaptar nuestro estilo educativo, a acomodar pautas y actitudes que hasta entonces han sido de una forma y que ahora van a tener que cambiar seguro, por tanto, crecer también nosotros, en definitiva. Hay que saber hacerlo sin soltar el timón, sin perder una cierta seguridad, una cierta firmeza, manteniendo una contención emocional y una autoestima como padres. Esto no siempre es fácil y muy a menudo lo vivimos como si fuera un examen y tememos no dar la talla.

Otro factor es este mito que existe de que la adolescencia es terrible. Desde que nuestros hijos nacen, se nos advierte de que los disfrutemos mientras sean pequeños porque ya verás cuando sean adolescentes. Me encuentro cada vez más en mis talleres y conferencias que me vienen padres con hijos de siete y ocho años. Yo les pregunto por qué vienen tan pronto y vienen más por el miedo que por el deseo de comprender la adolescencia, porque están asustados con lo que les han dicho.

En muchos padres detecto un temor de fondo, porque piensan que van a perder para siempre a su niño o su niña. Hay que ayudarles a ver que el alma de ese niño sigue estando en el alma y la mirada del adolescente, y que saber verla y mantener una ternura de fondo es esencial para emprender con éxito este apasionante y complejo viaje que estamos iniciando hacia la adultez.

Hay un tercer factor y es que vemos la adolescencia como una enfermedad y no como el pleno despertar a la vida que es. Nos centramos más en las dificultades que en las maravillas de la adolescencia. Coincido con algo muy bonito que dice el profesor y físico Carlos González: cada edad tiene su sabiduría, pero nosotros no sabemos verla.

"Los adolescentes tienen la virtud de poner el dedo en la llaga a los adultos en aquello que nosotros no tenemos bien resuelto"

Otra cuestión muy importante por la que nos da miedo la adolescencia es porque los adolescentes tienen la virtud de poner el dedo en la llaga a los adultos en aquello que nosotros no tenemos bien resuelto. Desenmascaran nuestras carencias, aquello que mientras nadie nos ha confrontado hemos podido disimular. A mí me gusta decir que el verdadero conflicto muchas veces no está en las problemáticas adolescentes propiamente, sino en los problemas que las problemáticas adolescentes desencadenan en los adultos, cuando nuestra adultez no es suficientemente sólida o completa.

  • En tus años de experiencia, ¿ha cambiado mucho la adolescencia y la forma en la que los padres educan a los adolescentes? ¿En qué sentido?

En la adolescencia siempre hay aspectos atemporales que se mantienen similares a lo largo de las generaciones. Suelen ser aspectos psicoevolutivos tipo la rebeldía, el deseo de confrontar, de transgredir, la pasión, la importancia de grupos de iguales, el deseo de intimidad y de una cierta distancia física y emocional del adulto. Todo esto parece ser que son rasgos de siempre, podríamos decir. Luego hay otros factores más vinculados al contexto y a la coyuntura sociológica, política, económica, laboral… que van cambiando de generación en generación.

En general, creo que ahora se encuentran con un mundo más complejo y que con las tecnologías de la información y comunicación tienen a su alcance ese mundo por entero desde su propia casa. Se les presentan cosas que no están preparados para afrontar y a las que antes se accedía de un modo más progresivo, con lo que todavía hace más falta la presencia adulta ahí. 

En cuanto a si ha cambiado la forma de educar, compañeros y yo hemos detectado que hay más sobreprotección y más miedos que les traspasamos a nuestros hijos y una dejación de funciones que no es pasotismo, ni falta de amor o de interés por los hijos. Se trata de un rechazo a ejercer la autoridad o el liderazgo que como adultos les corresponde.

Algunos padres asocian la autoridad a la represión y autoritarismo que sufrieron por parte de sus padres, y han querido hacer algo completamente distinto, con lo que los hijos han crecido y se han quedado sin Norte. Esto a veces desemboca en indefensión total y otras veces en situaciones de violencia, porque en realidad el adolescente agradece cierto control, aunque no lo parezca. Una chica nos decía que quería que le pusieran una hora de volver a casa como a sus amigos.

La adolescencia puede ser una gran oportunidad para crecer todos los miembros de la familia Pexels

  • Dices también que en tus charlas quieres que tus palabras sean como una infusión relajante. ¿Qué mensaje tranquilizador quieres transmitir?

El primero es que hay un dato que es muy importante: el 90% de las adolescencias se terminan resolviendo positivamente, aunque los padres en un momento u otro temamos que nuestros hijos van a estar en el porcentaje restante. Invito a los padres que vayan comentando las dificultades que encuentran y las voy contrarrestando con las maravillas ocultas y con las oportunidades que nos ofrecen esas dificultades.

Lo que digo siempre es que, si somos capaces de descifrar las necesidades y sentimientos legítimos que hay a veces detrás de las conductas y respuestas no legítimas de los adolescentes, la adolescencia se convierte en una oportunidad de oro para crecer todos. Por eso digo que tener hijos es una auténtica bendición, porque de alguna manera nos brinda por lo menos dos oportunidades para oxigenar la casa y soltar lastre: cuando nacen y en la adolescencia.

También les recuerdo que, si la adolescencia se resuelve más o menos bien nos espera un verdadero regalo: el remanso que suele ser la post adolescencia, las conversaciones y momentos que se pueden tener con ellos cuando todavía están en casa pero ya son adultos y podemos saborear los frutos de nuestra labor que nos saben a gloria porque en algún momento llegamos a dudar que pudiéramos recogerlos.

  • Resaltas que en la adolescencia hay muchas contradicciones: parece que pasan de todo y en realidad buscan desesperadamente su lugar en el mundo y son muy sensibles a lo que les decimos. Llegas a decir que los adolescentes son lo contrario de lo que aparentan. ¿Cómo podemos descubrir las contradicciones y reaccionar a ellas?

Yo digo que sería fantástico que nos vinieran subtitulados porque a menudo no muestran o no saben mostrar lo que realmente sienten, lo que necesitan y lo que les ocurre de verdad. El problema es que nosotros no sabemos descifrarlo y precisamente ese debería ser nuestro papel: ayudarles a descifrarlos. Pero resulta que, muchas veces, les entendemos menos de lo que se entienden ellos mismos.

"No es que los adolescentes no quieran cariño, es que lo quieren de otro modo, no quieren que los sigamos tratando como niños pequeños"

Hay que ver, por ejemplo, que detrás de cierto rechazo hay una necesidad de cariño, pero que se manifiesta de otra forma. No es que no quieran cariño, es que lo quieren de otro modo, no quieren que los sigamos tratando como niños pequeños, quieren esa misma ternura pero revestido de otros estilos. Para descifrar realmente esas emociones y necesidades, no hay más que saber nosotros atender y entender nuestras emociones y necesidades. 

Para alcanzar su corazón, los adultos tenemos que estar en sintonía y en contacto con nuestro propio corazón, que ha de ser suficientemente grande como para que quepan en él lo nuevo, lo diferente, los matices, lo paradójico y contradictorio, los matices, lo ingrato, lo que quizá no logramos comprender pero tenemos que atender y tenemos que poder sobrellevar. Así se producirá un encuentro y una sintonía.