Desde el 23 de febrero al 3 de marzo voy a peregrinar a Roma para hacer la visita ad limina junto con todos los obispos de España. Voy a Roma como vuestro obispo. No peregrino solo pues el obispo está en la Iglesia, y la Iglesia en el obispo, decía San Cipriano, y, dónde está el obispo allí está Iglesia diocesana.

Visita ad limina significa visita a los umbrales de las basílicas o a las tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo en Roma. Esta costumbre de peregrinar los obispos a Roma es una antigua tradición para expresar su comunión en la misma fe y en misión de los Apóstoles en torno al Vicario de Cristo, el Papa, sucesor de San Pedro. Actualmente, los obispos residenciales debemos ir cada cinco años a Roma en visita ad limina para venerar las tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo y encontrarnos con el Sucesor de Pedro, hoy el Papa Francisco. La visita es, pues, expresión de nuestra unidad y comunión en la tradición apostólica. Para mi supone una ocasión privilegiada para acrecentar mi conciencia y responsabilidad como sucesor de los Apóstoles y para fortalecer mi comunión con el sucesor de Pedro.

Y para nuestra Iglesia diocesana se trata de una ocasión muy especial para consolidar, a través de mi persona, los vínculos de fe, de comunión y de disciplina con la Iglesia de Roma. Voy de peregrinaje a Roma con un hondo sentimiento de fraternal y filial comunión hacia el Santo Padre y hacia toda la Iglesia para reforzar los lazos de la fe, la esperanza y la caridad.

Durante estos días, los obispos tendremos momentos de oración y de celebración, de encuentro y de trabajo. Un momento muy especial será el encuentro personal con el Papa Francisco. En él os haré presentes a todos ante el Santo Padre, a quien podré exponerle la situación de nuestra diócesis. H

*Obuspo de Segorbe-Castellón