Las consecuencias de la crisis manifestada en 2008 no parece que puedan desaparecer pronto, por lo que es necesario mantener foros de reflexión, no para lamer las heridas, sino para buscar, encontrar y proponer soluciones, en este caso en el ámbito fiscal y financiero.

El estado de cosas actual se ha manifestado inadecuado para dar repuesta o solución a los problemas. Los poderes públicos han adoptado medidas, pero de aquellas relacionadas con los ingresos y gastos públicos es indiscutible que la valoración social se manifiesta con división de opiniones.

Los condicionantes internacionales no son pocos, y la solidez de los criterios con los que se adoptan muchas recomendaciones venidas de fuera también es discutible. Ahora el Consejo de la UE recomienda que se incremente la imposición sobre el consumo y los inmuebles, mientras que la tenencia y transmisión de títulos valores siguen sin gravarse.

Es una realidad que la mayor contribución al sostenimiento del gasto público proviene de los perceptores de las rentas del trabajo (mientras que otras rentas evaden con mayor facilidad) y de los consumidores, donde todos pagamos por igual sea cual la condición de cada uno. Ingresos que en última instancia sirven para financiar necesidades públicas que deben proveer las distintas Administraciones, con una eficacia no siempre probada, y sobre cuya organización también es conveniente reflexionar, pues pueden ser convenientes reformas de carácter constitucional que permitan un nuevo marco.

Si no se obtienen más ingresos, los gastos no pueden crecer. La sostenibilidad requiere que los ingresos sean suficientes, no solo para cubrir la inversión presente, sino su funcionamiento y mantenimiento futuro, y si es necesaria la discusión sobre la priorización de necesidades a cubrir por los entes públicos y las condiciones en que se haga, no lo es menos la correspondiente a la de la justicia en el ingreso y la lucha contra el fraude y la evasión fiscal.

La insuficiencia de ingresos ordinarios no puede llevar reiteradamente al endeudamiento creciente, pues antes o después esas deudas no podrán atenderse, y las consecuencias indeseadas de esa situación es mejor no llegar a conocerlas, pero la posibilidad de obtener recursos procedentes del crédito no debe cortarse de plano, pues hay gastos cuya financiación más adecuada es esa, para distribuir su coste entre diversas generaciones que lo van a poder disfrutar.

Como decía Antonio Machado por boca de Juan de Mairena, no basta mover para renovar, no basta renovar para mejorar, no hay nada que no sea absolutamente “impeorable”. Son muchas las razones que se pueden encontrar, pero lo necesario es que quien tome las decisiones lo haga con la razón. H

*Catedrático Derecho Financiero