Castellón de la Plana, ciudad liberal por excelencia, casi autárquica; con orgullo de su cultura, de su capitalidad cultural: En la provincia de Castellón se habla más y mejor la lengua propia, el valenciano (nuestra forma de decir catalán). Con iniciativa para la industria: es la provincia con mayor producción cerámica; para la exportación: véase nuestro mirar a Europa y al mundo desde el siglo XIX, e incluso antes, con su producción naranjera, vitivinícola (vino Carlón) y la suministradora de toda la cordelería, maromas y jarcias para todas las marinas de guerra del mundo.

¿Y qué quiero decir con eso? Pues que cometemos un error ya que tanto la capital como la provincia de Castellón se conforman consigo mismas. Pero para los que deciden en Madrid como capital de España, o en Valencia como capital de la Comunitat Valenciana, es, ciertamente, la gran olvidada. Siempre nos han hecho llegar tarde a todas las cosas: a las infraestructuras modernas, al aeropuerto, al AVE, al Corredor mediterráneo. El dinero que había, o que no había pero que se dispuso, se gastó para las obras faraónicas en Valencia y Alicante.

La reivindicación a favor de que las administraciones se pongan al día en inversiones, infraestructuras y apoyo al desarrollo económico ha sido la bandera. Pero gobernando o no el mismo partido en la comunidad autónoma o en el Estado, lo cierto es que la bandera de la reivindicación de los dos mayoritarios solo ha sido eso, una reivindicación, una excusa para volver a prometer que se conseguirían las cosas necesarias; al final una reivindicación eterna, porque nunca se concedía lo reivindicado.

¿Pasará ahora lo mismo? Por eso habría que meditar muy mucho a quién damos nuestro voto, ¿a los que siempre se olvidan de nosotros? ¿A los nuevos que no sabemos cómo van a gobernar; que dicen que pueden, o que son ciudadanos como nosotros? Las preguntas son pertinentes porque algunos piensan que gobernar es gastar dónde hay más votos en juego. Pero eso no es gobernar, sino comprar, mantener cautivos a los ciudadanos que reciben, y ser injustos con los pequeños territorios que nunca reciben.

Y todo ello porque parece que los, aproximadamente, 400.000 votos que son los que pueden ejercer el derecho de sufragio del total de, aproximadamente, 600.000 habitantes de la provincia no tienen suficiente importancia ni para unos ni para otros, sobre todo porque el vuelco hacia una parte u otra no va mucho más allá de 60.000 votos. Veremos en esta ocasión.

Alguien puede sacar como consecuencia que dado que nunca hemos conseguido que se acuerden de nosotros y, probablemente, nunca se acordarán, habría que hacer una reflexión profunda si son los partidos mayoritarios los que, de verdad, pueden acordarse de nosotros. Y yo digo que no estamos para aguantar otra legislatura autonómica ni, en breve, otra legislatura de elecciones generales, ignorándonos. A la vista de todo lo dicho, pensemos muy bien quién está, qué partido está, más capacitado para luchar, defender y tener presentes las necesidades de las comarcas y de la capital de Castellón, y quién creemos que, verdaderamente, lo hará y se dejará la piel en ello: a ese votémosle. H

*Doctor en Derecho