El momento era para el luto. Pero pudo más la indignación. El funeral de los 62 militares muertos en Turquía se convirtió ayer en un alegato dolorido contra José María Aznar y Federico Trillo, que tuvieron que escuchar feroces críticas durante la ceremonia fúnebre que se celebró en la base de Torrejón de Ardoz.

"Sinvergüenzas", "asesinos", "han matado a mi hijo", gritaban familiares de las víctimas mientras el presidente y su ministro de Defensa los saludaban. Algunos intentaban apaciguar los ánimos y hacer callar a los más indignados para no enturbiar la solemnidad de la ceremonia. Vano intento. Aznar y Trillo aguantaron el chaparrón con rostros circunspectos hasta que terminaron de dar las condolencias.

Muchos de esos deudos habían llegado desde la noche antes para velar a los muertos por la patria. Y lo hicieron solos: ninguna autoridad política se tomó el trabajo de acompañarlos en tan duro trance. En sus ojos se reflejaban muchas horas en vela y la rabia por no entender cómo es posible que pasen cosas así. Cómo el Gobierno permitió que los militares viajaran en un avión de dudosa fiabilidad para emprender el camino de regreso a casa tras cuatro meses de trabajo humanitario en Afganistán.

La familia real iba unos pasos más adelante. Juan Carlos, Sofía y Felipe recibieron abrazos efusivos y voces de "viva el Rey, viva el Príncipe". El rostro de la Reina, con los ojos llenos de lágrimas y expresión dolorida, reflejaba en toda su magnitud la atmósfera de conmoción que se respiraba en la misa. La gente se aferraba a ella buscando consuelo, como si Sofía tuviera alguna solución en su mano.

SENTIMIENTOS ENCONTRADOS

Rabia con los gobernantes. Afecto a los Reyes. Dos maneras muy distintas de expresar los sentimientos. Como testigos, en el centro de la explanada, 62 ataúdes cubiertos con la bandera de España. Sobre cada uno de ellos, la gorra reglamentaria. Era la última formación que hacían los militares antes de recibir sepultura.