A Dios rogando... y con el mazo dando. Las profundas convicciones religiosas de Vicente Martínez-Pujalte, un importante acicate de su notable trayectoria política, jamás han sido un obstáculo para que fustigue a sus adversarios con un fervor ajeno a lo que recomienda la caridad cristiana. Con tanto fervor que el jueves, en plena trifulca por el caso Bono, este diputado del PP colmó la inagotable paciencia del presidente del Congreso, el socialista Manuel Marín, que acabó ordenando su expulsión del hemiciclo.

"Yo no soy la madre Teresa de Calcuta." Esta es una frase que repite a menudo, especialmente cuando ofrece su versión de los hechos. "Es verdad que soy vehemente, pero nadie puede decir que ha visto en mí un gesto obsceno, un insulto o una falta de respeto hacia la Presidencia de la Cámara". Sus adversarios políticos reconocen que es así, que él no insulta, pero que lo hace su actitud. La socialista Teresa Cunillera califica el estilo de Martínez-Pujalte de "hiriente e irrespetuoso". No en vano, cuando la temperatura de los plenos se eleva y suena la voz del diputado popular, en las bancadas socialistas se oyen frases como "Que repartan el Transilium" o "A ver si abren ya la guardería".

"Le-llamo-al-orden"

Y es que los socialistas aseguran que, cuando habla Pujalte, tienen que hacer un gran esfuerzo para guardar la calma sin tener que recurrir a los ansiolíticos. También se quejan de que la acústica del Congreso impide que los periodistas de la tribuna puedan oír algunas cosas. Por ejemplo, cómo el diputado imita la voz de la vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega. Y aunque su segundo apellido es López, los periodistas parlamentarios bromean con que es "le-llamo-al-orden", porque Marín, suele decirlo todo seguido para reprenderle.

Martínez-Pujalte se queja, en cambio, de que la prensa puede ver con claridad los escaños conservadores pero solo las nucas de los diputados socialistas. "Estamos superexpuestos. Parece que solo la armamos nosotros, pero ellos nos dicen de todo". Aunque por distintos motivos, la conveniencia de abrir a los periodistas las dos alas de la tribuna parece ser lo único que comparte con la socialista Teresa Cunillera.

Los miembros del Opus Dei tienen prohibido mentir sobre su pertenencia a la Obra. Así que, cuando se le pregunta, el diputado admite que pertenece a la orden fundada por monseñor Escrivá de Balaguer. "No tengo problema en decirlo. Soy miembro numerario, pero procuro ser discreto porque los temas de los que me ocupo no suelen mezclarse con la religión ni las posiciones personales", afirma, no sin bromear diciendo que se puede ser "del PP, del Opus y del Levante, y no es incompatible".

La religión es uno de los pilares sobre los que ha construido su vida. Cuenta entre sus méritos haber aglutinado a los sectores más católicos de la derecha valenciana bajo el manto protector de otro murciano que también ha llegado lejos en política, Eduardo Zaplana. En esa derecha católica militaba también Juan Cotino, exdirector general de la policía con el Gobierno de José María Aznar. Los años y una fractura del PP valenciano separarían después sus destinos. Cotino apostó por Francisco Camps y es ahora conseller de Agricultura de la Generalitat. Martínez-Pujalte se fue con Zaplana y es portavoz adjunto del Grupo Popular.

Un forofo acérrimo

Su entrega a Dios y la política es comparable a su devoción por el fútbol. Directivo de la Unión Deportiva Levante desde hace 18 años, el fútbol es la gran fuente de inspiración de sus metáforas. Para refutar la acusaciones de anticatalanismo que llueven sobre su partido, alega Martínez-Pujalte que la política no es un Bar§a-Madrid. Y cuando Marín le echó del Congreso le sacó "una tarjeta roja preventiva y desproporcionada".

El círculo de amistades

Un objeto en su despacho llama la atención: una camiseta de la selección catalana de fútbol que juzga "una preciosidad" --la prenda, no la selección--, regalo de uno de sus mejores amigos, Josep Sánchez Llibre (CiU). No se deja fotografiar con ella, pero asegura que, cuando llegue a Murcia, su tierra, la llevará para hacer deporte. El democristiano no es su único amigo fuera del PP. También lo son Francesc Homs y el socialista Francisco Fernández Marugán.

Lo que no les casa a sus detractores son sus creencias y su conducta como diputado. Unos hablan de él, y de otros del PP, como del "clan del cilicio", y se sorprenden de que no use un tono "más beatífico y adecuado a su condición". Sin ir más lejos, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, le describió ayer con una frase bíblica: "Por sus actos lo conoceréis". Pero él tiene claro que no incurre en incompatibilidad alguna. "¡Claro que soy vehemente!".