Cataluña celebró ayer una Diada marcada por ser la última de Pasqual Maragall como presidente de la Generalitat y por el clima de elecciones, a menos de dos meses de los comicios del 1-N. Una jornada en la que se registró la primera foto de los candidatos en un ambiente de gran cordialidad, y es que cuando los políticos y los representantes de la llamada sociedad civil comparten dos horas largas en la tradicional recepción que ofrece el presidente catalán, las discusiones, los ataques personales, las malas caras suelen quedar aparcadas, como si de una breve tregua se tratara. Incluso ahora, con la Cámara disuelta y en vísperas de unas elecciones que se auguran a cara de perro.

El momento para las declaraciones netamente partidistas, se había producido poco antes, en las entregas florales ante el monumento de Rafael Casanova (el conseller en cap que en 1714 lideró la resistencia de Barcelona ante las tropas de Felipe V). Allí fue donde Maragall dio por sentado que las elecciones "las van a ganar los buenos", a la vez que descalificó el independentismo ,que calificó de "ridículo en la Europa de hoy". En el mismo escenario, el líder de CiU, Artur Mas, dijo que ya se ve "como presidente".

En cambio, en el Parlament, tocaba sonreír. Como lo hicieron Mas (CiU), José Montilla (PSC), Josep Lluís Carod-Rovira (ERC), Josep Piqué (PP) y Joan Saura (ICV-

EUiA) que se enfrentarán en las urnas el 1 de noviembre. Los cinco brindaron juntos, incluso Mas y Montilla, con una sinceridad más que cuestionable, llegaron a intercambiarse buenos deseos. "Suerte y votos", le deseó el candidato del PSC al de CiU, mientras que este, al despedirse, le envió un mensaje similar: "Adiós, Pepe, y que te vaya bien".

Pero no todo fueron buenas caras ayer. Un centenar de trabajadores de la empresa DomarTaurus de Sant Boi de Llobregat abuchearon a Montilla porque el ya exministro de Industria no ha luchado por salvar su empleo.