Alas once en punto de la mañana de ayer, Juan Carlos Rodríguez Ibarra anunció en rueda de prensa que no será candidato en el 2007. Es decir, que no volverá a optar a la reelección para presidir la Junta de Extremadura. Tras 30 años dedicado a la política extremeña y 23 al frente del Gobierno autonómico, Ibarra adujo ayer las secuelas del infarto que sufrió en noviembre como la razón principal de su decisión. Sin embargo, fuentes del PSOE confirmaron que no les sorprendió la noticia porque se veía venir desde mucho antes. En septiembre, Ibarra ya expresó a José Luis Rodríguez Zapatero dudas sobre su continuidad.

El PSOE extremeño elegirá hoy formalmente al sucesor de Ibarra en una reunión de la ejecutiva regional que presidirá el jefe del Gobierno regional. Mañana será refrendado en un comité regional al que asistirá José Blanco. No habrá polémica sobre el nombre del sustituto ni primarias en Extremadura. El consejero de Sanidad de la Junta desde 1999 --antes lo fue de Bienestar Social--, Guillermo Fernández Vara, tomará el relevo con seguridad. El presidente autonómico no dejará su puesto en la ejecutiva federal ni la secretaría general del PSOE extremeño, al menos hasta las próximas elecciones autonómicas.

NO FUE UNA SORPRESA "Todo tiene un límite y esta etapa mía ha llegado a su fin", dijo ayer Ibarra en rueda de prensa. El lunes, había comunicado oficialmente su renuncia al líder del PSOE, durante un almuerzo en la Moncloa. Desde allí telefoneó a José Blanco, secretario de organización del PSOE, para reafirmar la sospecha que este ya tenía desde hace meses. "A nadie le ha pillado por sorpresa", reveló ayer un miembro de la cúpula socialista, porque la actitud del barón extremeño había cambiado radicalmente en los últimos meses.

De su sempiterno genio --nunca se calló una opinión, por polémica que fuera--, pasó a intervenir escasamente en las reuniones de la ejecutiva, y casi siempre para reafirmar la opinión del líder. No asistió a los dos últimos comités federales del PSOE y reservaba las opiniones incómodas para las declaraciones a los micrófonos. Aunque el infarto sufrido el pasado noviembre acabó de cambiar su carácter, fue la pugna por el Estatuto de Cataluña la que desató su decadencia. De hecho, el infarto le sobrevino la noche del 7 de noviembre, tras una cena-reunión del consejo territorial, la víspera del último debate sobre el Estado de las autonomías, en la que protagonizó una sonada discusión con Pasqual Maragall.

Blanco alabó ayer la figura de Ibarra, al que auguró que "seguirá muy presente en la política española", aunque no desveló si ya hay un cargo pensado para él. El secretario de organización descartó que peligre la victoria socialista en el 2007 a pesar de la retirada de Ibarra. Es más, reveló que la certeza de una victoria del PSOE sin él como cabeza de cartel fue una de las razones que adujo el extremeño para convencer a Zapatero de que aprobara su retirada. Fuentes próximas a Ibarra destacaron que este se negó a presentarse solo para aprovechar su tirón electoral y retirarse tras los comicios, una opción que barajó el partido en Extremadura. El presidente rechazó esa estrategia por considerarla un "engaño al electorado".

SALIDAS La retirada de Ibarra se suma a las salidas de otros barones socialistas en los últimos meses. El primero fue Francisco Vázquez, exalcalde de A Coruña, que fue nombrado embajador ante la Santa Sede. Le siguió José Bono, exministro de Defensa, hoy apartado de la primera línea política. Pasqual Maragall completó el trío al renunciar a encabezar la candidatura del PSC a la Generalitat catalana. Sin embargo, fuentes de la dirección del PSOE señalaron ayer la diferencia esencial entre esos abandonos y el de Ibarra, al señalar que el extremeño deja el puesto "por decisión exclusivamente suya".

La noticia produjo un río de reacciones. Desde las alabanzas de sus compañeros del PSOE, hasta la interpretación del PP de que había sido eliminado por tener una idea "del socialismo nacional". Los nacionalistas devolvieron los golpes que Ibarra les

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