Alos gobernantes, en especial a los más audaces, el destino siempre les depara alguna terrible encrucijada, una situación de extrema adversidad en la que consolidan su liderazgo o inician un inexorable declive. Para Felipe González fue el referendo de la OTAN, del que salió airoso. Y para José María Aznar, la cumbre de las Azores, cuya factura el PP aún está pagando en incómodos plazos. Tras la ruptura del alto el fuego, Jose Luis Rodríguez Zapatero afrontará hoy su particular reválida en el Congreso con una llamada al PP para que refuerce la unidad contra ETA, pero sin descartar un final dialogado del terrorismo cuando se den condiciones más propicias.

La comparecencia que el presidente celebrará hoy en la Cámara baja reúne todos los requisitos para merecer el calificativo de histórica, si no fuera porque los amantes de la épica periodística han desgastado el adjetivo. Por decisión propia, Zapatero se ha convertido en el pararrayos gubernamental en plena tormenta eléctrica, dada la personalísima gestión que hizo del proceso de paz desde su gestación hasta la víspera del atentado de Barajas, con aquel desafortunado vaticino --"dentro de un año estaremos mejor"-- rápidamente desmentido por ETA.

MÁS QUE UN DERECHO Pero, según las fuentes gubernamentales consultadas, nadie debe esperar hoy de Zapatero la asunción de pecado alguno. Y aún menos ningún propósito de enmienda. El presidente defenderá en el hemiciclo que, después de más de tres años sin asesinatos y del alto el fuego permanente decretado por ETA, explorar el diálogo con la banda era no solo su derecho, pues sus predecesores también lo hicieron, sino su obligación como gobernante.

Zapatero certificará en su intervención que el asesinato de dos ecuatorianos en el atentado de Barajas pone "punto final" al actual proceso de paz tal como estaba concebido, pues hace saltar por los aires la premisa sobre la que se fundó: la ausencia de violencia. Tal como le exige el PP, el presidente negará de nuevo haber adquirido compromiso alguno con ETA en los contactos exploratorios de los últimos meses, pero se cuidará mucho de cerrar la puerta a una salida dialogada. "El único compromiso que tiene el Gobierno, que tenía en el proceso, el que tiene, es el fin de la violencia, con diálogo", manifestó ayer a El País.

RENUNCIA A LA VIOLENCIA Queda por ver si, en plena conmoción por la ruptura de la tregua, y con los cañones del PP apuntándole entre ceja y ceja, Zapatero se atreverá a explicitar en qué condiciones se podría abrir una negociación con ETA para acelerar la erradicación del terrorismo. Y eso que se resumen en una sola: que la banda renuncie a la violencia, justamente el mismo requisito que establece el Partido Popular.

Según el Gobierno, el principal mensaje de Zapatero será una llamada a la unidad contra ETA. Eufemismo que constituye una apelación a Mariano Rajoy --cuya actitud censurará sin piedad-- para que apoye la política antiterrorista del Ejecutivo, dado que el resto de los grupos ya lo hace. El debate servirá para evidenciar el aislamiento del PP.

A remachar esta consigna ha contribuido que, pese al boicot del PP, las manifestaciones contra ETA fueran un éxito. Por ello, el Gobierno instó ayer a Rajoy a reflexionar sobre su estrategia y sumarse al consenso.