El miércoles, cuando el Congreso cierre por vacaciones tras debatir la crisis económica, el Gobierno respirará aliviado. El primer periodo de sesiones de la legislatura ha evidenciado su progresivo aislamiento, fruto de un parón económico y del giro moderado del PP, abierto a pactar con los grupos minoritarios con tal de centrar su imagen y desgastar a José Luis Rodríguez Zapatero. Gobierno y PSOE coinciden en el diagnóstico del mal, pero no en su remedio: a los socialistas les divide la posibilidad de sellar una alianza estable con CiU.

Dos son las virtudes que para el Ejecutivo adornan a la federación nacionalista: su imagen de moderación y, sobre todo, sus 10 diputados, que, junto a los 169 del PSOE, suman la mayoría absoluta.

Aunque conscientes de la complejidad de un pacto con CiU, algunos dirigentes socialistas apuestan por explorarla. Entre ellos, el secretario de organización del PSOE, José Blanco, que el miércoles abogó por buscar "pactos estables" con CiU e, incluso, con el PNV, pese a la pugna sobre el plan Ibarretxe y la campaña electoral que se avecina en Euskadi. También el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, vería con buenos ojos ese entendimiento.

Por contra, la vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega reconoció que su apuesta es seguir recabando el apoyo de todos los grupos, incluidas las fuerzas de izquierdas como ERC, IU-ICV y BNG.