ETA reactivó ayer su desafío al Estado y cerró una semana desgraciada para la izquierda aberzale con 200 kilos de explosivo dirigidos contra la policía vasca en Ondarroa (Vizcaya) y la alavesa Caja Vital, en Vitoria. Los dos atentados, que podrían ser obra del mismo grupo asentado en Vizcaya, se saldaron sin víctimas mortales y solo dos de la decena de heridos fueron ingresados, aunque los daños materiales fueron cuantiosos.

El estado de máxima alerta en el que se encuentra la Ertzaintza evitó la tragedia. La convicción de que ETA tiene a la policía vasca entre sus prioridades y la previsible respuesta etarra a las ilegalizaciones de ANV, EHAK y las condenas a Gestoras pro Amnistía habían incrementado las medidas de autoprotección. Por eso, los agentes no salieron por la puerta principal sino por la de atrás al escuchar la explosión de unos cócteles. Eso les salvó.

EVITAR LA TRAMPA Los etarras, dos al parecer, abandonaron el vehículo cargado con 100 kilos de explosivo ante la puerta de entrada del edificio. El maletero quedó orientado hacia la comisaría y las puertas abiertas para bloquear el paso. Mientras huían a pie lanzaron los artefactos para llamar la atención. Era un cebo que los ertzainas no picaron.

"Querían provocar una masacre", aseguró el consejero vasco de Interior, Javier Balza, tras comprobar los desperfectos provocados por la detonación a las 04.30 horas de la madrugada. Parecía imposible que dados los daños en el edificio, cinco agentes hubiesen resultado heridos leves y solo uno quedara ingresado por rotura de tímpanos y una fractura en la mano.

Otros cuatro ciudadanos resultaron también afectados por la deflagración, pero solo una joven de 15 años precisó hospitalización por traumatismo en la cabeza con pronóstico reservado. Era uno de los ocupantes del coche que circulaba tras el de los etarras. Cuando su conductor advirtió la extraña maniobra del Peugeot, inició una rápida marcha atrás que les salvó de sufrir directamente la explosión.

Aunque la comisaría queda separada del nucleo urbano por la ría, numerosos vecinos y comercios resultaron afectados por la onda expansiva. Persianas reventadas, ventanas fuera de sus marcos y cristales hechos trizas eran parte del escenario urbano, mientras los buzos de la policía vasca buscaban restos del coche bomba en las aguas de la ría.

DOS SÍMBOLOS Pero el atentado de la localidad vizcaína era el segundo de la noche. A las doce estallaron en Vitoria otros casi 100 kilos de explosivo. Iban dirigidos contra la nueva sede de la caja de ahorros, pero en este caso hubo un aviso previo a la policía local, con 50 minutos de adelanto, que permitió desalojar del edificio al personal de seguridad y acordonar la zona.

Todas las fuerzas políticas vascas reaccionaron con una condena unánime. Especialmente rotundos se expresaron los dirigentes del PNV y del PSE. No en vano, ETA había elegido como objetivos a dos símbolos con los que la izquierda aberzale identifica a ambos partidos. La banda adjetiva en sus textos a la Ertzaintza como "policía política del PNV" y la Caja Vital --presidida por Gregorio Rojo, hermano del presidente del Senado, Javier Rojo-- la asimila a los intereses de los socialistas vascos.

Balza dio ayer por seguro que miembros no fichados del núcleo de activistas que actuaba en Vizcaya sigue libre tras el golpe que este grupo sufrió en julio, al ser arrestado su jefe, Arkaitz Goikoetxea. Sin embargo, su mano derecha, Jurdan Martitegi, logró huir y se baraja que haya reconstituido el complejo de activistas que tendría su guarida cerca de Bilbao.