Sorpresa. En los cenáculos jurídicos se apostaba por un tapado como presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Y así ha sido. Carlos Dívar, actual presidente de la Audiencia Nacional, no figuraba en ninguna de las quinielas. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, le propuso para este cargo y el PP le aceptó a cambio de colocar en la vicepresidencia a uno de los suyos: Fernando de Rosa, exconsejero de Justicia de la Generalitat Valenciana.

Dívar será elegido por los 20 vocales del CGPJ el próximo miércoles. Ayer eludió hacer declaraciones. El nuevo presidente del Tribunal Supremo se ha pasado la mayor parte de su vida profesional en la Audiencia Nacional, en la que durante 21 años ejerció como juez de instrucción y decano de los jueces. En el 2001 fue nombrado presidente de esta sede judicial. Cargo que renovó en el 2007 por unanimidad del CGPJ saliente. El nuevo presidente del alto tribunal no está adscrito a ninguna asociación y los que le conocen destacan su carácter conciliador. También sus sólidos principios institucionales. Por contra, cuestionan su rigurosa devoción religiosa. Acude a misa diaria y una vez al año visita Tierra Santa. Y encomienda la resolución de los problemas cotidianos a su fe.

En medios políticos se explica que Zapatero ha optado por Dívar para reducir las críticas que han recibido el PSOE y el PP por designar a uno de los CGPJ más politizados. Con la elección, se intenta favorecer la imagen de independencia, ya que Dívar es más próximo a la derecha judicial que al sector progresista.

REACCIONES La elección fue bien recibida por las asociaciones judiciales, que destacaron el trabajo que ha desempeñado en la Audiencia. En este tribunal ha establecido buenas relaciones con el Gobierno de Zapatero durante algunos de los momentos más duros de su primera legislatura: la celebración del juicio del 11-M y la tregua de ETA.

Sin embargo, su designación levantó suspicacias en algunos medios, ya que recordaron que se enfrenta a un cargo muy complejo, en el que deberá lidiar con veteranos magistrados del Supremo y gobernar un CGPJ que, a priori, se presenta muy politizado. También avanzaron que el Gobierno puede pagar un precio no previsto con esta elección, ya que es muy probable que Dívar, por ejemplo, no apoye la ampliación de la ley del aborto o la regularización de la eutanasia.

Ahora queda vacante la presidencia de la Audiencia Nacional. Una plaza a la que aspiró el juez Baltasar Garzón.