Hasta el bañador de Fraga colgado en una vitrina podría servirle a la población de Palomares para sacar tajada y quitarse el estigma que arrastra desde que, en 1966, cayeron sobre sus campos cuatro bombas termonucleares americanas casi 100 veces más potentes que las de Hiroshima. Esta pequeña pedanía almeriense, cansada de sufrir las consecuencias de ser señalada como una de las zonas más radiactivas del planeta, quiere pasar página y sacar rendimiento de su peculiar y milagrosa historia construyendo sobre los terrenos afectados un museo que recree el suceso junto a un parque temático nuclear.

Los vecinos de Palomares están hartos de tener que vender sus frutas y hortalizas ocultando su origen y de ver su costa desaprovechada por culpa de aquel 17 de enero en que un B-52 con cuatro bombas atómicas chocó contra un avión nodriza que iba a repostarle. Al impactar contra el suelo, dos de las bombas se incendiaron y liberaron más de 20 kilos de plutonio.

"Nuestra población ha sufrido muchísimo. La historia no se puede borrar, pero hay que darle la vuelta para que lo que hasta ahora ha sido malo sea bueno", afirma Jesús Caicedo, el alcalde de Cuevas de Almanzora, del que depende Palomares. El proyecto prevé construir, antes del 2012, un museo que recoja el suceso de las bombas. Réplicas de los artefactos y de los aviones accidentados también formarían parte de la exposición junto a historias entrañables, como la de Paco el de la bomba, el pescador que ayudó a encontrar la bomba que cayó en el mar. El bañador con el que el por entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, se dio un chapuzón en la playa de Quitapellejos para alejar el miedo a la radiactividad podría ser una de las piezas estrella del museo. Aludiendo a la buena salud del exministro, añade: "Podríamos patrocinar la costa diciendo: Báñese en Palomares y llegará a los 90 años con la cabeza lúcida".

Junto al museo se construirá un parque temático que explique la evolución y las ventajas de la tecnología nuclear.

La instalación se ubicará en la que hoy se conoce como la zona cero, donde cayó una de las bombas. Primero será necesario rehabilitar y limpiar la zona. A día de hoy, los cerca de 1.400 vecinos de Palomares conviven con unas 30 hectáreas de terrenos vallados que, según el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), tienen una radiación superior a lo permitido aunque sin riesgo significativo para la población. Las dosis son similares a las de tres radiografías de tórax al año o exponerse al sol durante tres días de verano.

Los análisis que cada año se realizan a una muestra de los cuévanos no evidencian afectaciones importantes e incluso la incidencia media de muertes por cáncer en Palomares está un punto por debajo de la media.

ANÁLISIS Y EXPROPIACIONES El Ciemat ha realizado durante los dos últimos años un exhaustivo estudio y un mapa radiológico con los índices de contaminación de cada zona que obligó a expropiar nuevos terrenos que hasta el 2006 habían sido cultivados y que ahora están cerca de otras plantaciones. Fuentes del Ciemat aseguran que el problema de Palomares "es un tema que este Gobierno quiere solucionar". El Consejo de Seguridad Nuclear debe determinar cómo se afronta la rehabilitación y la limpieza de los terrenos.