El Consejo Político Regional de Izquierda Unida de Extremadura, un órgano al que poco o nada han perseguido los flases de la actualidad, decidió ayer, en una dividida votación de 28 votos contra 19, tres cuestiones a cuál más importante. Primero, acordó que el PP gobierne por primera vez en Extremadura. El presidente será el popular José Antonio Monago; no repetirá, por tanto, el socialista Guillermo Fernández Vara. Segundo, agravó la ciénaga en la que se metió hasta el cuello el PSOE el pasado 22-M, que a día de hoy solo conserva el poder en Andalucía (con pésimos augurios demoscópicos cara a la cita con las urnas de la próxima primavera) y en el País Vasco (donde el PNV parece cocinar a fuego lento a Patxi López con el propio PSOE como pinche en los fogones). Y tercero, metió a la propia IU en un laberinto, pues la votación se decantó en contra del criterio de los coordinadores general y regional de la federación, Cayo Lara y Pedro Escobar, para quienes la "menos mala" de las soluciones era que Fernández Vara conservara el poder.

Tras 10 horas de deliberación el sábado y otras más ayer, los dirigentes de IU en Extremadura terminaron por votar qué deben hacer sus tres diputados autonómicos. Abstenerse. Esa es la instrucción. Monago podrá así hacer valer en la investidura su victoria en votos y escaños, pero sufrirá una falta de mayoría absoluta que le obligará (se supone) a cumplir con las demandas que IU ha puesto sobre la mesa: recuperar el impuesto de patrimonio, cerrar las nucleares, un nuevo sistema de financiación autonómica, congelar las ayudas a la escuela concertada... IU podía exigírselo también al PSOE, pero no le considera de fiar tras tantos años en el poder.

Lo acontecido ayer en un pequeño piso de Mérida, donde se celebró la reunión, decide el futuro extremeño y, también, condiciona sobremanera el mapa político español.

CONQUISTA EN LA RETAGUARDIA Mariano Rajoy encarará las próximas elecciones generales con otro territorio conquistado en la retaguardia enemiga. Cuando se celebren las elecciones generales (en otoño o en primavera, José Luis Rodríguez Zapatero dirá) el PSOE conservara Andalucía y Euskadi y tendrá mayoría absoluta solo en tres capitales de provincia españolas. Es un panorama terrible para los socialistas, pero peor puede ser dentro de cuatro años si se confirma en las urnas el pronóstico de las encuestas que sitúan a Javier Arenas por delante de José Antonio Griñán en Andalucía. Allí, IU puede verse de nuevo en la encrucijada de decantar la mayoría absoluta en uno u otro sentido, pues los sondeos no prevén una mayoría absoluta del vencedor de las elecciones.

Casi como si tratara ya de salvar los trastos en la vecina Andalucía, el ya casi expresidente extremeño Fernández Vara echó mano de Twitter para expresar su "respeto por la decisión tomada por IU". "Tuvimos un mal resultado electoral. No eludamos nuestra responsabilidad", dijo a sus compañeros de partido.

El mapa de España tiende hoy un poco más a la monocromía. Los socialistas salieron muy mal parados del 22-M. No presidirán ninguna de las autonomías en las que se celebraron elecciones (salvo que en Asturias se produzca una alianza inconcebible) y, a lo sumo, gobernarán algunas consejerías solo en dos comunidades, Canarias y Navarra, donde han cerrado acuerdos con Coalición Canaria y UPN.

Es un consuelo menor. Hoy, por ejemplo, se inicia en Castilla-La Mancha la sesión de investidura. Dolores de Cospedal será la presidenta.