Ha transcurrido un mes desde las elecciones municipales (y forales en el País Vasco) y Bildu ha conquistado ya un lugar preeminente en el centro del debate político, junto a la incertidumbre por la situación económica, las protestas de los indignados y los apuros del PSOE para agotar la legislatura. A medida que, como consecuencia de los resultados electorales del 22-M, los representantes de la coalición aberzale han ido asumiendo puestos de responsabilidad en las instituciones de Euskadi y Navarra, se han ido encendiendo cada vez más luces de alarma en diversos foros políticos y periodísticos.

Cada gesto de los cargos públicos de Bildu es interpretado como un desafío al Estado y una amenaza potencial. Y decisiones como la de la alcaldesa de Andoain (Guipúzcoa) de impedir la entrada al ayuntamiento de los escoltas de los concejales del PP y el PSE han tensado la situación hasta el punto de que el vicepresidente primero del Gobierno central, Alfredo Pérez Rubalcaba, consideró necesario recordar ayer a la coalición aberzale que no tiene la mayoría en instituciones como la Diputación de Guipúzcoa o el Ayuntamiento de San Sebastián y, por tanto, puede ser desalojada del poder.

Tanto Pérez Rubalcaba como el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, aseguraron ayer que no les gusta "nada" el poder municipal y foral de Bildu. Rubalcaba admitió que tanto en San Sebastián como en la Diputación de Guipúzcoa habría preferido "un pacto distinto". Tildó de "infumable" el discurso de investidura en el que el nuevo diputado general, Martín Garitano, equiparó a víctimas y terroristas y agregó: "Mañana una mayoría democrática puede quitarle de donde está".

ESPERAR Y VER Para que ello ocurra deberían ponerse de acuerdo el PNV y el PSE, y eso, hoy por hoy, parece improbable. Por mucho que la presencia de Garitano, periodista del diario Gara, disguste a los socialistas en Madrid o en Ajuria Enea, los peneuvistas no tienen intención alguna de participar en mociones de censura con el fin de arrebatar el control a la coalición soberanista. La dirección del PNV es partidaria de esperar y ver cómo gobierna Bildu; sabe que para llevar adelante cualquier iniciativa en temas delicados como los que afectan a la política fiscal o las infraestructuras, la coalición tendrá que buscar apoyos.

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