Eduardo Madina, en Bilbao, saluda así: "Bienvenido a la capital del mundo". Y para él, más allá de la broma, lo es. No solo por ser el cabeza de lista del PSE por Bizkaia, que también, sino porque ahora, cuando una ETA derrotada ha anunciado que deja de asesinar, Madina vive aquí como no había vivido desde hace mucho, muchísimo tiempo. Desde antes incluso de que la banda, en el 2002, le pusiera una bomba en el coche y él, con 25 años, se quedara sin pierna izquierda. "Ya no tengo la sensación de vivir bajo amenaza --cuenta el dirigente socialista--. Estoy relajado. Salgo a la calle normal. Como tú. He recuperado mi condición plena de ciudadano. La memoria de aquellos días continúa, claro, pero ahora vivo en una atmósfera de ilusión. El cambio ha sido brutal".

Los escoltas siguen yendo con él, o detrás de él, a todas partes. Por la calle, donde un tipo le para y le dice: "Oye, que te vaya muy bien. Me alegro mucho". A una librería. Y hasta la entrada del asador donde Madina, ya en la mesa, señala: "Los escoltas son algo del pasado. Su presencia ya no es tan trascendental en mi vida. Me pesan mucho menos. Cuando acabe la campaña, preguntaré qué hay que hacer. Si me dicen que se puede, me los quitaré. Si me dicen que mejor que siga, seguiré".

RECUERDOS INCONEXOS Madina, a las siete de la tarde del 20 de octubre, día del anuncio de ETA. Ve el comunicado junto a otros socialistas vascos y lo que le viene a la cabeza son "instantes aleatorios, sin sentido, mezclados y sin orden lógico de aparición". Recuerda las concentraciones en la universidad cada vez que la banda mataba a un concejal. Una intervención de Alfonso Guerra el día que acabaron con la vida de Fernando Múgica. Una marcha a la que le llevó su padre, en 1984, tras el asesinato de Enrique Casas. Y la manifestación por la muerte de José María Lidón, meses antes de su propio atentado. "Nunca tuve odio hacia quienes participaron en mi atentado. No creo que la distancia mayor con esas personas sea el odio, porque eso es lo que ellos me tuvieron a mí. La distancia mayor está en la casi indiferencia. Solicitud de justicia, por supuesto, pero en la indiferencia", explica. Tampoco necesita, ni busca, el perdón. "Estoy fuera de esa gravedad --continúa--. No lo considero completamente trascendental".

Parece hablar de su atentado en términos objetivos, casi como si fuera un observador externo. Pero no. "Qué va, qué va --replica--. Sé lo que cuesta, lo que significa, y el precio que he pagado. Cada mañana me acuerdo".

Madina hoy, ante un plato de chuletas. Apunta que este es un "país raro, en el que una banda terrorista dice que cesa para siempre de matar y se considera, desde ciertas ópticas, que la noticia es medio regular".

Madina dentro de unos años, hablándole a su hijo, que ahora tiene dos y medio. "Le explicaré a mi hijo que ETA era una banda de asesinos totalitarios que quisieron imponer una visión, la suya, al conjunto del país --explica el dirigente del PSE-- Y que mataron a mucha gente. Y que su padre, y por lo tanto también él, está vivo de milagro. La conversación comenzará pronto".