Según el CIS, manda el pesimismo. El Banco de España dice (tras las malas cifras de la EPA) que la economía ha vuelto al crecimiento cero. La OCDE rebaja su previsión de aumento del PIB para la zona euro del 2% a un mísero 0,3% en el 2012, y teme una nueva recesión. Y ayer, el bono italiano volvió a superar el 4% de diferencial con el alemán. Los mercados ven vacíos los acuerdos de la última cumbre europea.

Dicho lo cual, ¿cómo responden los partidos? Alfredo Pérez Rubalcaba insiste --el pasado domingo-- en no pasarse de austeridad: "Angela Merkel debe pensar que si España no crece, Alemania no vende". Es una buena frase. Pero la influencia de España sobre Berlín es inferior a la de Nicolas Sarkozy, que se agita, pero luego traga. También aboga por recurrir al impuesto sobre las grandes fortunas para lograr fondos, sin subir el déficit, con los que ayudar a las empresas que creen empleo para jóvenes. Ya no habla del impuesto sobre la banca porque ahora lo urgente, y nada fácil, es reactivar el crédito.

Mariano Rajoy dice poco de Europa porque echa casi toda la culpa de la crisis a José Luis Rodríguez Zapatero. Opta por medidas de factura razonable que no hagan perder votos, y sigue apostando por bajar impuestos, ahora sobre el ahorro. Es casi imposible, porque la gran asignatura es el déficit y ya nadie habla de hacer marcha atrás de la tan criticada subida del IVA de Elena Salgado en el 2010. Pero Rajoy viene a coincidir con Rubalcaba en algo: bajar las cuotas sociales a las nuevas empresas. Está bien.

Dicen los sondeos que para superar la crisis se confía más en Rajoy. Quizá porque la tasa de paro se ha disparado (del 8 al 21%) gobernando el PSOE. Pero el futuro de la economía, a corto plazo, va a depender más de lo que haga con los bonos españoles Mario Draghi (Supermario), el presidente del Banco Central Europeo, que toma posesión hoy.