Ana Botella, la Hillary Clinton española, según quienes la miran con ojos benévolos, o la representante del Madrid más castizo, conservador y tradicional, que se pavonea embutida en abrigos de pieles y ropas caras por el barrio de Salamanca, según sus detractores, se convertirá la semana que viene en la primera mujer alcaldesa de la capital española.

El apoyo que el hasta ahora jefe del consistorio, Alberto Ruiz-Gallardón, ofreció al presidente, Mariano Rajoy, cuando estuvo en juego su liderazgo al frente del PP, le ha valido un ministerio, lo que trae de rebote que la esposa, madre y abuela del clan Aznar dirija el ayuntamiento de la capital durante los próximos años, y sin pasar por las urnas. El todavía alcalde la fichó en el 2003 como un guiño al expresidente del Gobierno y para atraer al electorado más radical del PP, que piensa que Gallardón es un político de izquierdas disfrazado de centrista. La posibilidad de que Botella se convirtiera en alcaldesa lleva sobrevolando Madrid desde entonces, y especialmente desde que Gallardón la situó como número dos en la candidatura.

Sin aliento

Aunque era un ascenso cantado, ha dejado sin aliento a aquellos madrileños que se abochornan cada vez que Botella acomete uno de sus tropiezos dialécticos. El más famoso es aquel que tiene que ver con su teoría de las manzanas y los gais. "Los matrimonios entre homosexuales nunca serán igual que los celebrados entre los heterosexuales, de la misma manera que dos manzanas dan lugar a otra manzana y una manzana y una pera nunca darán igual a dos manzanas, porque son componentes distintos", espetó.

También han sido sonadas sus manifestaciones sobre el cambio climático --"no está demostrado"-- y sobre la contaminación en Madrid --"yo no veo la boina esa de la que ustedes hablan"--, aunque lleva desde el 2007 ocupándose del área de Medio Ambiente. Gallardón pronostica que Botella será una buena alcaldesa, e incluso una "magnífica presidenta de la Comunidad de Madrid o ministra", si se lo propone. Sin embargo, algunos socialistas ya sueñan con la idea de que el PP la presente como cabeza de lista en las futuras elecciones, y esto les permita por fin volver a ocupar el sillón de la alcaldía.

De entrada es probable que por lo menos se relajen las tensiones que caracterizan la relación entre el ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre (la presidenta autonómica) han demostrado a diestro y siniestro su enemistad. Aguirre y Botella, por el contrario, parece que se llevan bien, aunque falta todavía por ver si esa buena relación continúa cuando ambas tengan que rivalizar por la representación institucional de Madrid.