La vida pública de Manuel Fraga extiende su protagonismo a los últimos 60 años de nuestra historia, sin que haya episodios relevantes en los que no tomase parte. En estas seis décadas --con el franquismo, la transición y la consolidación democrática de por medio--, sus opiniones y actuaciones políticas nunca dejaron indiferentes a los españoles. Fundador del PP, ahora en el poder con mayoría absoluta, está considerado el político que articuló el espacio de centroderecha en España. Su biografía de hombre enérgico, impulsivo y tenaz, no está exenta de evoluciones y reacomodaciones, que le permitieron adaptarse a los cambios políticos y asumirlos. Tal vez esta capacidad de actuar como un "cañón giratorio" (así subtituló Eduardo Chamorro el libro que le dedicó) fuese su mayor virtud y la explicación de su supervivencia política.

La última vez que lo entrevisté fue en su casa de Perbes (A Coruña) en agosto del 2008. Recorrimos entonces sus distintas etapas políticas, desde el niño que tenía 13 años cuando comenzó la guerra civil y que, al concluir esta, formuló su compromiso vital y político. "Me prometí entonces a mí mismo --dijo-- dedicar el resto de mi vida a que no volviese a suceder nada igual. Conocía bien la historia del siglo XIX y sabía que era terrible". Se había puesto en marcha el tractor Thompson, como le llamarían sus compañeros, que luego devendría políticamente en el ciclón Fraga, sobre todo al frente del Ministerio de Información y Turismo (1962-69). Todo ello dentro de un franquismo en el que jugó siempre con lealtad personal e institucional --algo que se la ha reprobado con insistencia--, pero siempre consciente de que "había que ir abriéndose poco a poco, y así se hizo".

El turismo, con su creciente aportación económica, fue el argumento que le permitió capitalizar una posición aperturista, de contacto con el exterior ("abriéndonos podemos hacer más cosas"), que se tradujo al cabo en una ley de prensa discutible y discutida, pero que mejoraba la situación anterior. "Sin embargo, al final la famosa Obra consiguió quitarme, porque yo les restaba el mérito del desarrollo económico", dijo, para añadir: "Yo nunca acepté asociaciones que quisieran aprovecharse de la religión para hacer política, como fue lo del Opus Dei".

Tras dos años como embajador en Londres, tras la muerte de Franco volvió para ser vicepresidente y ministro de la Gobernación (1975-76) con Arias Navarro. Luego, la designación real de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno lo dejó fuera del poder al ofrecerle el nuevo jefe del Ejecutivo un puesto menor. A partir de ahí impulsó diferentes proyectos --entre ellos, el diario El País--y empezó su larga marcha hacia la vertebración del centroderecha español. Fue uno de los padres de la Constitución y candidato a la presidencia del Gobierno entre 1977 y 1986. Presidió la Xunta de Galicia entre 1990 y el 2005. No consiguió ser Cánovas, como anhelaba, pero llegó al final de sus días "no queriendo hacer nada distinto de lo que hice". El resto lo dirá la historia.